Sturm und Drang en la Garganta del Diablo

Una ilusión suplementaria podría hacernos pensar que al reescribir los relatos que concebimos en el pasado volvemos a ser los que fuimos en el momento de escribirlos. Ricardo Piglia
domingo 17 de octubre de 2021 | 6:00hs.
Sturm und Drang en la Garganta del Diablo
Sturm und Drang en la Garganta del Diablo

La Garganta del Diablo, el conjunto de cascadas más grande de las Cataratas del Iguazú, tromba de agua que cae desde ochenta metros de alto, una tráquea hídrica que truena en el Alto Paraná como la voz de Satán. Como la voz de Madelena Deloni, la diva lírica que cantó Lieder románticos de Brahms y Schumann a pocos metros de un puente colgante que cruzaba el precipicio infernal hacia principios del siglo XX.

Esta historia no habría calado en un cuento de Horacio Quiroga, demasiado gótica. Ni que hablar si hubiera adjetivado a la cantante como amnésica o si mientras la mujer gorjea sus canciones germánicas, el puente colgante se desploma en el abismo de las cataratas. Muy melodramático. Pero resulta que todo esto fue cierto.

Citas, leyendas y documentos abrieron picadas en el monte y el sol del Alto Paraná siempre reveló personajes de dudosa mesura. Uno de ellos fue Alonso Catrill, un ignoto argentino que por los años treinta fue manager artístico de estrellas líricas internacionales. Un aventurero que llevó el sonido del Sturm und Drang a las Cataratas del Iguazú.

Existe muy poca información sobre aquella diva apellidada Delani o Deloni. Vamos a decantarnos por llamarla Madelena Deloni, aunque también se la cita como Madalena o Magdalena. Su nombre verdadero fue Systana Carvokka, nació en Nueva York en 1897, hija de una familia rumana que emigró a los Estados Unidos. Desde pequeña Systana manifestó tener una voz excepcional, un don que compensó una mella orgánica de nacimiento: dificultades con la memoria a corto plazo. Una patología neurológica que la atormentó de por vida, transformando a esa mujer inquietantemente hermosa en una sombra mórbida y melancólica. Se casó con Rudolf Deloni, un hombre treinta años mayor que la promovió, de paso, lucrando con su ascenso artístico. Un atorrante con smoking. Desde ese mercadeo matrimonial Systana Carvokka renace como Madelena Deloni y sus días, en la plenitud de los años veinte, fluyen empalagosos como en una película de la época. El crack de 1930 perjudica su carrera, induce el divorcio con Rudolf y agrava sus problemas de memoria. Aquí entra en escena Alonso Catrill, el manager argentino, otro atorrante pero sin smoking, que reflota la carrera artística de la Deloni programándole giras por países sudamericanos (Argentina, Brasil y Paraguay) donde las colectividades alemanas aplauden con lagrimones el repertorio de los Lieder que evocan su lejana Heitmat.

Corte por fundido y flashback hacia los años ochenta del siglo XIX. Un ingeniero llamado Wilhelm Sonnabend se marcha de Alemania y ancla en Buenos Aires, consigue trabajo en la filial de la corporación Krupp que, por aquel entonces, vendía armas al ejército argentino, también se casa con la hija de un industrial rioplatense. Un lince el alemán.

Hacia fines de esa década encontramos a Herr Sonnabend trabajando en un puente colgante sobre la Garganta del Diablo en las Cataratas del Iguazú. En 1887 cuando la obra estaba casi terminada, una tormenta huracanada lo destruye y sepulta en las profundidades del salto.

Wilhelm Sonnabend vuelve a emigrar y se instala en Chicago con Viviana su esposa argentina. Difícil rastrear el apellido de esta mujer, aunque puede haber sido hija de una familia de la alta burguesía de Buenos Aires relacionada con los negocios de Krupp y también con la administración porteña, a control remoto, de la frontera argentina con Brasil y Paraguay.

Sale por bambalinas Wilhelm y en 1936 enfocamos con luz cenital a su hijo Geoffrey, un profesor de neurofisiología en la Northwestern University (Chicago) especializado en patologías de la memoria. Una obsesiva dedicación académica colapsa su sistema nervioso. Al pibe le faltaba calle. Su madre, la Viviana “sin apellido”, harta del clima gélido del lago Michigan y de una ciudad dominada por anarquistas y gánsteres, decide trasladar a su hijo hasta un establecimiento sanitario especializado en hidroterapias, próximo a la Garganta del Diablo en las Cataratas del Iguazú.

Nomás llegar Geoffrey al Spa tropical, Madelena Deloni da un recital para los exclusivos pacientes. Cuenta el chismorreo histórico que luego de escuchar esa voz “impregnada de una sensación de pérdida” (más allá de la metáfora, quizás la amnesia crónica de la Deloni identificada con el síndrome de Korsakov influyera en su canto), Geoffrey experimentó un episodio extrasensorial. Luego del recital, cuando la casa de reposo quedó a oscuras y todos se retiraron a sus habitaciones, el científico insomne regresa al lugar donde cantó Madelena Deloni. Se siente desasosegado, en la nocturnidad del salón percibe una atmósfera cargada de turbaciones emocionales. Ni que hablar de los mosquitos que zumbaban sobre su cabeza, cree que son vampiros sedientos de sangre que lo acosan. Sale espantado y deambula bajo la luz de la luna por los jardines, a los lejos rugen las Cataratas del Iguazú. Geoffrey durante esa noche concibió su famosa teoría sobre los mecanismos del olvido: la Obliscencia. Palabra que se puede rastrear hasta el latín “oblivio” (olvido) y “oblittero” (borrar del recuerdo). Su estudio fue muy intenso y culminó en tres volúmenes. Propuso la premisa de que la memoria es ilusoria, y que olvidar, no recordar, es el resultado inevitable de toda experiencia. Los recuerdos serían una construcción artificial de la mente. Para completar la complejidad de su tesis recurrió a modelos geométricos para demostrar sus ideas. Borges con un solo cuento (Funes, el memorioso) le pegó en el palo.

La actuación de Madelena al borde de la Garganta del Diablo fue la última de su vida. Un día después regresó a Buenos Aires junto a Alonso Catrill. El hombre de inmediato viajó a Nueva York, a partir de aquí se le pierde el rastro.

La Deloni tenía previsto navegar a Montevideo y descansar dos semanas en casa de una amiga, la pianista lituana Nadia Reisenberg. Otro misterio, no fue posible encontrar rastros de esta mujer en el Uruguay. La mañana que Madelena debía embarcar hacia Montevideo, agotada, se quedó dormida. Aún embotada tomó un auto de alquiler y el chofer condujo a alta velocidad hacia el puerto. En un cruce de calles un camión embistió el vehículo, Madelena Deloni murió instantáneamente.

Entre sueños del pasado y espectros del futuro los personajes de esta historia tejieron sus vidas atadas como nudos de un puente colgante improbable y fantasmal. Todo podría ser pura imaginación, pero existieron semejanzas, contrastes, arbitrariedades, algunos registros y hasta un museo perdido en California.


N. del A. Sturm und Drang se puede traducir como “tormenta e ímpetu”. Fue un movimiento impulsado en Alemania sobre la mitad del siglo XVIII que influyó en la literatura, la música y las artes visuales

Carlos Piegari

Piegari cursó estudios de filosofía y comunicación social. En Posadas se desempeñó como periodista y gestor cultural. En 2018 se publicó en España su novela Kitschfilm. En 2021 publica en Argentina la novela Summa Baiulus (Ed. ConTexto).

¿Que opinión tenés sobre esta nota?