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La leyenda de Sissa

domingo 10 de octubre de 2021 | 6:00hs.
La leyenda de Sissa

Bhali, gobernante de un basto reinado al noroeste de la India que a la edad de 30 años ya había conocido los placeres equivalentes a los que podría acceder en tres vidas la persona más acomodada de su reinado.

A temprana edad, ya se había desganado del consumo espiritual de gulas y lujurias. Su posición le permitió tener una educación derivada de las personas más sabias a la que podía acceder su posición de príncipe previa a la horrorosa muerte de su padre.

Ya sin satisfacciones actuales por resolver, cayo sumido en un aburrimiento que lo hacía comprender de manera practica y profunda la relatividad del tiempo miles de años antes de que esa teoría fuera formulada.

En esos aplomos enfermizos tuvo algo parecido a una idea: Había ordenado que localicen y convoquen a todos los viajeros de la ruta de la seda con la misiva de que traigan algún instrumento de ocio que al menos lesione su aburrimiento.

Bhali era conocido por una multitud de fallas morales y éticas, pero tenía un defecto nocivo para sí que lo guardaba en lo más profundo de su corazón e incapaz de delatarlo siquiera ante su más preciado vinculo: Tenia una especie de enfermedad mental espantosa para cualquier ser humano que lo hacía sufrir de manera sobrenatural. Sus palabras necesariamente debían traducirse en acciones. No podía dejar de cumplir con lo que decía, aun cuando fuera presa del arrepentimiento inmediato.

Fue así que fueron convocados, uno por uno los comerciantes y viajeros con la instrucción de llevar alguna herramienta lúdica que logre convencer al rey. Muchos llegaron con diferentes artefactos extraños traídos de sus viajes por Europa, India, China, Persia, etc. Aun así, Bhali no sentía el despertar de su curiosidad por ninguno de ellos

Luego de algunos meses de visitas fallidas, apareció un joven viajante llegado hace pocos días. Su nombre era Sissa.

En una breve entrevista, Sissa comentó sobre su viaje. Era curioso. En cada parada que realizaba buscaba la casualidad para entrevistarse con alguien que percibía que podía ser de su interés y fue así que en Persia conoció a un filósofo de la matemática que le narró metáfora sobre las guerras escrita en los libros antiguos. La conclusión era que solo había dos formas de ganar una guerra: En la estrategia se encontraba el equilibrio justo de la cantidad de ejército que era necesaria sacrificar para llegar al rey.

Luego de ese relato, Sissa se dispuso a dormir. En su vigilia, vio una gran guerra, con miles de combatientes, abstraída a un pequeño terreno a escala visible a sus ojos y el pleno despertar lo encontró con una locura inofensiva y creativa. Se dispuso a partir y en cada parada trabajaba con algunos instrumentos que tenía a mano: Con un pequeño tablón de madera cuadrado imaginó el terreno y lo dividió en mínimas parcelas cuadradas iguales a lo largo y ancho del tablón marcando la medianera de cada espacio con carbón o con pintura blanca, lo cual le dio un total de 32 cuadrados blancos y 32 cuadrados negros. Luego fue creando figuras representativas de los participantes de las batallas: La caballería, las torres, los soldados, el rey, la reina, etc. A todos ellos les asignó una forma de moverse en cada medianera según los movimientos que solían hacer los ejércitos en las teorías sobre las batallas que había estudiado. Al terminar su relato, sacó de entre sus pertenencias su creación y se la mostró al rey. Éste sin entender del todo la metodología de su maqueta, quedó asombrado al escuchar la historia y su curiosidad pareció haberle atacado luego de tanta sigilosidad, como la fiera que espera paciente en la oscuridad la llegada de la presa y arremete en el momento indicado. Ofreció a Sissa comprar su creación y premiarlo con lo que solicite.

Ante dicho ofrecimiento, Sissa expresó:

- Mi señor, soy un modesto viajero. Solo solicito que me dé un grano de trigo por el primer rectángulo, dos por el segundo, cuatro por el tercero, ocho por el cuarto y así sucesivamente hasta llegar al rectángulo número 64 que completaba el tablón.

Ante la extrañez enigmática y aparentemente torpe de su pedido, el rey Bhali no lo pensó dos veces, ordenó al ministro que lleve a cabo el cálculo y otorgue esa cantidad de trigo o su equivalente en oro a quien consideraba el creador de nuevo mundo de entreguerras.

Luego de una semana, su ministro solicito una reunión con carácter de urgente al rey para mostrarle los cálculos de la cantidad que debía entregar a Sissa. Aborreciblemente asombrado el rey observó que debía entregar 18.446.744.073.709.551.615 de granos de trigo, equivalentes a 922.337.203.685 toneladas. Para llegar a ese monto su reino necesitaba más de 5000 años de producción y ni todo el oro del reino alcanzaba para saldar su deuda. Ante la imposibilidad de comprender su inocencia y admitir su error, el rey ordenó ejecutar a su Ministro de Finanzas, aunque luego se arrepintiera de ello fue demasiado tarde: su palabra ya estaba dicha.

Fue así que convoco a Sissa y con el dolor del odio y de la incapacidad le indicó que no iba a serle posible cumplir con su palabra. A pesar de ello, le ofreció todo el reinado hasta que pueda saldar su deuda. Bhali se había prometido irse del reino ante la vergüenza de su torpeza. Había solicitado al retirarse algunas monedas de oro y el juego que había adquirido a cuenta de saldar una deuda que tenía la forma de utopía.

Durante su reinado, Sissa recibía a muchos viajantes que dejaban por encargo trigo u oro a cuenta de una deuda a saldar enviada por algún gobernante desconocido de una pequeña comunidad. Cada año la cantidad que llegaba era mayor. Pasaron cuarenta años hasta que un comerciante anotició a Sissa que se solicitaba su presencia en el precoz reinado de Chaturanga que abarcaba todo Persia, Europa, Arabia y Somalia. El motivo de su llamado era el necesario saldo de una deuda de un famoso rey, quien muy enfermo y deseoso de morir, se veía imposibilitado de abandonar su estado de vivo sin antes poder cumplir su palabra.

Fue así que Sissa, a sus 80 años dejó a cargo del reinado a su hijo mayor Shak, convocó a sus diligencias y partió fuera de las puertas del reino iniciando nuevamente la vida de viajero que había abandonado hacía dos décadas.

Gervasio Adrián Palacios

Ínédito. Palacios es contador público y reside en Posadas

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