La mujer de mi vida

domingo 26 de septiembre de 2021 | 6:00hs.
La mujer  de mi vida
La mujer de mi vida

No le ha ocurrido a usted, lector, andando por las calles de la ciudad, encontrarse, sin que ella se percate siquiera, con “la mujer de su vida”?

Sí, con esa mujer con la que usted siempre ha soñado y a la que siempre ha imaginado colgada de su brazo, paseándose ella muy oronda junto usted.

¿No ha disfrutado nunca imaginando ese sutil desplazamiento suyo con la dama en cuestión a su lado y usted mirando a los alrededores como si verdaderamente “no pasara nada”, pero con el corazón henchido de soberbia, dedicándole un “tomá pa vos” a cualquier perejil que, solitario, se atreviese a transitar por su lado?

¿Y no le ocurrió que esa mismísima dama, motivo de sus sueños y desvelos, ni siquiera se fijó en usted y prosiguió su camino como si usted no existiese, como si usted no fuese parte de este universo que nos contiene?

Sí, seguro que sí.

A mí, por lo menos, me ocurre todos los días cuando transito caminando por las calles de mi ciudad. En cada esquina, en cada rincón, allí está la mujer de mis sueños, la que debería estar destinada a hacerme feliz a cada instante; pero ellas, como siempre, ni siquiera notan mi presencia.

Y al cruzar por alguna de las plazas por donde normalmente transito, allí están ellas. Dos, tres, y hasta cuatro “mujeres de mi vida” por plaza. Esto pareciera ser un derroche, pero no lo es; allí están ellas para opacar el brillo del sol de nuestro intenso verano; para dar envidia a las flores que con esmero cuida el encargado de la plaza con todo su esfuerzo; para que las bajas temperaturas del invierno se subleven haciendo que el termómetro de mi corazón se encuentre marcando casi el punto de ebullición; para que mi corazón palpite acelerando su marcha y para que yo, viejo verde, me las coma con la mirada.

Y cada una de ellas tan bella como la que más, pero cada una tan distinta de la otra que no me dejo de admirar lo que significa “la variedad” dentro de un concepto tan abstracto como es el de la belleza.

Una sola cosa en común existe entre ellas (las de las plazas, las esquinas y los rincones de la ciudad) y es nada más, ni nada menos, que su total ignorancia y desinterés por mi persona. Como si yo no existiese.

Y lo que más bronca me da es que muchas veces he vuelto a ver a alguna (varias) de las “mujeres de mi vida”, pero del brazo de otro.

Sí, de otro tipo con cara de tonto que, caminando junto a ella y con ella colgada de su brazo, se hacía el distraído mirando para cualquier lado; y si alguna vez uno de estos tontos llegó a poner sus ojos en mí, por hallarme en las inmediaciones, fue sólo para adoptar su mejor postura irónica y enviarme un silencioso y subliminal mensaje cuyo contenido siempre es el mismo. Sí, estoy seguro, un cínico y petulante:

- “¡Tomá pa vos!”.

Del libro Historias sin tiempo. Larraburu es autor además de “El Monje Negro”, “En los pagos del Oro verde” y “Sobre duendes, mitos y leyendas”.

Dibujo: Juan Carlos Núñez
Luis Ángel Larraburu

¿Que opinión tenés sobre esta nota?