Generación frustrada

miércoles 15 de septiembre de 2021 | 6:00hs.

La inmensa mayoría de nuestra generación, haya asistido o no a la universidad, luchó por un mundo más justo y equitativo. A favor de una sociedad donde la riqueza estuviera distribuida de manera compensada y contra los grupos acumuladores de enormes riquezas en desmedro de las grandes mayorías de pobres e indigentes, que no es lo mismo éste de aquel.

La contienda la emprendimos desde nuestras posiciones de conciencia, equivocados o no, contra la avaricia de la acumulación arbitraria e injusta del capitalismo salvaje y del comunismo opresor. Fuimos los que discutimos la Declaración de la Habana y la Autodeterminación de los Pueblos. Los que repudiamos los golpes de Estado, la invasión de Bahía Cochinos, de Santo Domingo, y los misiles rusos en Cuba. Somos los muchachos de lucha y vuelve, junto a nuestros hermanos adversarios del eslogan que se rompa pero que no se doble; y de la izquierda reformista universitaria, siempre a favor de restituir la democracia perdida. También, contra cualquier totalitarismo de derecha o de izquierda y de la guerrilla en democracia.

Ese rumbo fue la base de nuestro pensamiento político y social, porque pretendíamos la aplicación de la justicia social a favor del progreso humano y por lógica levantamos la bandera contra la explotación del hombre por el hombre.  Pero en nuestra ofuscación obtusamente discutidora para ver quién tenía razón, fuimos tremendamente ingenuos porque jamás advertimos que existía un enemigo al acecho entre las bambalinas del quehacer político nacional y, por inexpertos que éramos, no supimos discernir a la madre generadora de todo lo inmoral e inescrupuloso: la corrupción. Porque la corrupción es la más infame, la más injusta y perversa forma de acumulación de la riqueza en una sociedad y en el mundo.

Es como definiera el periodista uruguayo Esteban Valenti: “La corrupción no se basa en la tenencia de medios de producción, cambio y finanzas en el capital, ni en la plusvalía, ni en el comercio igualitario o desigual, ni en la explotación del trabajo ajeno, ni en los privilegios de las herencias, ni en las leyes del mercado por más despiadado que sea. Se basan en la corrupción de todos esos elementos”. La corrupción permite a los corruptores sobrefacturar obras, productos, servicios que en general se le venden al Estado, se hacen de menor calidad, porque se debilitan todos los controles y se obtienen niveles de ganancias muy superiores a los derivados del mercado, enriquecen a los más corruptos y no a los más capaces y emprendedores y enriquecen a los malos funcionarios que ostentan privilegios. Es un cáncer con metástasis y, a diferencia del cáncer, es contagiosa, se expande como una mancha de aceite pues genera un clima comercial y empresarial en que la corrupción es estructural. Tenemos el caso lacerante y evidente de Odebrecht, el mayor tumor de corrupción de la historia de América Latina; y el actual de los cuadernitos Gloria en nuestro país que destapa la enorme corrupción casera, donde inescrupulosos hombres de negocios confesaron recibir coimas para ganar licitaciones del Estado.  En consecuencia, no hay ninguna forma de distribución de la riqueza más regresiva que la corrupción y que nuestra generación no la supo discernir ni combatir.  Por eso el título de “generación frustrada”, pues en nuestros años de sueños y utopías y de fortaleza física y mental no logramos mínimamente resolver la equidad del bien común. 

Los gobiernos de la democracia reconquistada están dejando el tendal de pobres. Y la realidad demuestra que la pobreza se ha convertido en hereditaria, pues se observa que generaciones no han accedido a la cultura del trabajo, aumentando así la desocupación, la vagancia y la delincuencia. Siempre agravada por la incontrolable inflación, la madre de todas las miserias que padece nuestro país; generando indigencia y hambruna; y ésta necesidad exigida por el estómago se diluye si no es correspondida, porque el hambre degrada. Sin embargo, ante la actual crisis económica, social y financiera que azota al país, salen a la palestra economistas que ostentaron altos cargos económicos en la Nación en gobiernos pasados, prestos a diagnosticar la situación presente y formular recetas mágicas de lo que debe hacerse como gurúes reciclados sin ayeres. Salvo Roberto Lavagna, nadie se salva. Y habría que preguntarles qué porción de responsabilidad les cupo para engendrar en la Argentina tantos millones de pobres e indigentes. Indignante actitud inmoral que implica falta total de autocrítica y responsabilidad.

Si bien nuestra generación debe pedir perdón, rogar a Dios que las generaciones que van surgiendo se den cuenta y no caigan en la tentación de hacer política para vivir cómodamente, pues de lo contrario todo seguirá igual y sin solucionar la condición de los pobres de toda pobreza de nuestra Argentina. Sin embargo, la esperanza que nunca debe perderse, ronda en nuestra provincia al ver a jóvenes ocupar cargos públicos de responsabilidad en el gobierno, en las universidades, en los partidos políticos, en centros culturales, de investigación y de iniciativa propia. A mucho de ellos los hemos visto crecer y somos amigos de sus padres, por eso sabemos de su buen cerne, y en ellos depositamos confianza en el futuro. Y en similitud, bien creo, que esto sucederá en otras provincias como para decir: las generaciones futuras levantarán el país y no serán de frustraciones.

¿Que opinión tenés sobre esta nota?