De potencia a potencia

domingo 12 de septiembre de 2021 | 6:00hs.
De potencia a potencia
De potencia a potencia

Esto es un careo, marmotas, y aquí me van a aclarar por qué se pelearon. A ver vos, Diógenes, ¿de dónde venías?

- Volvía del boliche de Celeste, mi comisario.

- ¿Fuiste a chupar?

-No, fui por unas provistas. Llevé una maleta a rayas. Salí de mi casa con una maleta a rayas, cerca de la puesta del sol.

-¿Compraste las provisiones?

-Sí, traía la maleta al hombro porque había ido de a pie. El salió más temprano y enganchó la yegua. No hay otro caballo en casa.

- ¿Qué más hiciste en el boliche?

-Bueno, me encontré con el Atanasio y comenzamos a jugar al truco, al comienzo por los porotitos que sirven para marcar los tantos y después nos apretó el bagre y jugamos por caballas y vino. Volteamos dos botellas de vino Toro y siete latas de caballa.

El que perdía tenía que pagar la próxima vuelta.

-Y vos, Bonifacio ¿adónde habías ido?

-Y como agarré primero la yegua me fui a Dos Arroyos, mi comisario. Y a la nochecita ya volvía, casi sin tomar nada, apenas unas copas...

-Y entonces ¿qué pasó?

-Hay un boliche frente a la Sala de Primeros Auxilios y cuando me puse a mirar adentro por la ventana, me llamó el maestro Torowski, uno de los maestros más famosos de la escuela de Dos Arroyos.

-¿Para qué te llamó?

-Estaba discutiendo con un policía, al parecer por ginebra, porque en pocos minutos llenaron dos veces las copas. Me llamó para preguntarme si sabía leer. Dije: “Sí, alcancé hasta el cuarto grado”. “¿Fuiste buen alumno?”, me preguntó. “Si -le respondí- Creo que figuro en el libro de Efemérides. Por lo menos eso es lo que me dijo el director en la última fiesta”. “Ajá, dijo Torowski, este es el tipo que necesitamos, porque, sabés negro, aquí estamos discutiendo de potencia a potencia. En primer lugar, ¿qué dice ese cartel de enfrente?”. “Bah, eso es muy fácil - contesté-, hasta un chico lo sabe: Sala de Primeros Auxilios”. “Ajá.  ¿Y qué más?”. “Y nada más, maestro. ¿Qué quiere que diga? Ah, hay una flecha que indica la puerta de entrada. La otra vez me fijé cuando vine a sacarme unas muelas”. “Estás seguro, negro? ¿No dice alguna otra cosa?”

“¿Y qué más va a decir, maestro? Usted me está tomando el pelo”. “Mirá, negro, yo lo único que tomo es la ginebra y aquí está de testigo el cabo. ¿Tenés una linterna, negro?” “Sí, maestro, siempre cargo la cabezona de seis elementos, para no tropezarme con alguna víbora o algún mamado”. “Bueno, ya que figurás en el libro de Efemérides, anda leé el cartel y haceme una transmisión completa de todo lo que dice”.

- ¿Y qué encontraste?

-Tuve que mirar varias veces, mi comisario, para convencerme. Y entonces volví al boliche y le desembuché lo que decía. 

-¿Cómo que le desembuché? Expresate bien, negro, si no querés que te meta en la pelada.

-Digo que le desembuché, mi comisario, porque lo que decía el cartel era una ofensa a la sala y al médico. Ahora el cartel decía “Sala de Primeros y Últimos Auxilios”.

-Ja, ja. Está lindo. ¿Y qué dijo Torowski?

-Dijo: “Bien, negro, ahora te creo lo del libro de Efemérides y también que tu linterna sirve no sólo para espantar víboras y mamados. Y ya que ves tan lindo explicale aquí al cabo Jaramillo si esas dos palabras que le agregaron al cartel pueden haber sido escritas por un maestro”. “Ah, no señor, tuvo que haber sido algún mamado que le temblaba el pulso, porque están  bastante desparejas, como fuera de foco”. “Aquí tiene, mi cabo Jaramillo -dijo Torowski, un testigo calificado (servite una copa negro), un hombre que figura en el libro de Efemérides y carga cabezona de seis elementos, como Diógenes en Atenas cuando buscaba un hombre de día”. Le hice notar que Diógenes era mi hermano. “Ahí está, mi cabo, dijo Torowski, toda la familia del negro es ilustre. ¿Qué mejor testigo que él?”. El cabo empinó su copa y dijo: “Usted, maestro Torowski, sabrá mucho de educación, de Diógenes y de esa Atenas, que debe quedar en otra provincia, porque nunca la oí nombrar, pero de hecho no sabe nada de pruebas ni de armarios. Si yo mismo lo ví a usted pintando el cartel es irrelevante la afirmación de este testigo por más alfabeto que sea y aunque figure en ese libro que usted dijo. Es una prueba contra otra prueba y la mía vale más”. “Déjeme demostrar le lo contrario”, dijo Torowski. El cabo lo miró molesto y como ofendido, pero después se calmó. “No es una prueba contra otra prueba -prosiguió el maestro-. Es una prueba contra dos pruebas. Demostración: usted afirma haberme visto pintando el cartel. Esa es una prueba. Yo niego haber pintado el cartel. Esa es otra prueba. No olvide que estamos aquí de potencia a potencia. Y hasta allí vamos empate. Pero aparece este negro como caído del cielo y desempata al afirmar rotundamente que esa no es la caligrafía de un maestro. Consecuencia: otra mano pintó el cartel. Pero no se preocupe, mi cabo, le ofrezco toda mi colaboración y la del establecimiento educacional en pleno para esclarecer este problema. (Otra copa, negro). Y aquí mismo ya podemos comenzar a investigar. ¿Quiénes son los parientes del que murió el otro día en esa sala? Aunque -dijo Torowski-, creo que ni vale la pena. Tiene más jerarquía una sala de primeros y últimos auxilios que una simple y vulgar sala de primeros auxilios. Creo que nuestro pueblo se merece esta mejora”.

- ¿Y qué pasó después?

-El maestro y el cabo brindaron enganchando los brazos, como hacen los gringos, y me obligaron a tomar varias copas más. Dijeron que además de negro era un buen testigo. Después me despedí y venía a los sapucay limpios, de puro gusto, pensando que el maestro lo había jodido al cabo, cuando al llegar a la picada, ya bien entrada la noche, me encontré con otro, que también largaba sapucays. Cuando me acerqué y lo quise alumbrar, me tiró un planchazo. La yegua ni se mosqueó, de puro vieja, y entonces tuve que apearme, para defenderme con la cabezona de seis elementos, y recién me di cuenta que era Diógenes, mi hermano, cuando me grito: “desgraciado, devolveme la maleta”.

-¿Y por qué pensaste vos que te habían robado la maleta?

-Claro, la caballa me sentó mal y me tuve que meter en el montecito. Y cuando salí a buscar la maleta, y a puro sapucay de contento porque había desocupado, cruzaba un tipo también gritando y para colmo me encandiló con una cabezona, Retozamos en medio de los sapucays y le arremoliné a planchazos.

-Sí, nos desconocimos, señor comisario, de puro mamados. Menos mal que la caballa le hizo mal al Diógenes y los machetazos vinieron debiluchos y de planeta.

 

Del libro La tumba provisoria. Toledo fue poeta, periodista, abogado, profesor de Filosofía y Ciencias de la Educación. La ilustración es de Latre

Marcial Toledo

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