Kemerer, como los antiguos jesuitas

miércoles 08 de septiembre de 2021 | 6:00hs.

El destino lo trajo a Misiones y se afincó definitivamente en Posadas, lugar donde desarrolló creadora actividad social sin parangón en la tierra colorada; tanto es así, que fue ubicado en el frontispicio de los grandes hacedores de la provincia de Misiones. Ese hombre predestinado a levantar magnas obras fue monseñor Jorge Kemerer, quien nació en una colonia alemana de Entre Ríos el 13 de septiembre de 1908. Y según la trasmisión oral, un alemán del Volga radicado en Estados Unidos compró las tierras para que sus compatriotas se afincaran en ese lugar. Laburantes como eran, se dedicaron a cultivar la tierra y a la cría ganadera sin olvidar la educación de sus hijos, de manera que poco después levantaron una escuela primaria completando con el tiempo el ambicionado ciclo secundario.  Ellos fueron inmigrantes heroicos que llegaron al país sumidos en la pobreza, tal cual los colonos misioneros, y con esfuerzo y trabajo contribuyeron a que la Argentina fuera una vez, allá ité, la quinta potencia en el concierto mundial de acuerdo al PBI per cápita de entonces. Nostálgico país, donde actualmente por sus calles deambulan y tropiezan 45% de pobres con el 30 % de desocupados sin que gobernante alguno se haga cargo.

El verbista Kemerer ingresó a los 12 años al Colegio del Verbo Divino en Buenos Aires, después entró al noviciado y debido a su dedicación lo enviaron a Roma a estudiar en la Universidad de la Compañía de Jesús, doctorándose en teología. Es aquí donde comienza a interiorizarse y estudiar las obras realizadas por el jesuita Antonio Ruiz de Montoya en la antigua Misiones. Cura nacido en Lima, Perú, y criado en el seno de una familia opulenta que, a los 26 años de edad, decidió abandonar todos los placeres de la vida, que los tenía en abundancia, y con otra docena de muchachones como él, se adentró al Guaira en el año 1612, selva ubicada al norte del Iguazú, para catequizar a los aborígenes de acuerdo a los dictados de su fe.

“¡OH Dios mío! ¿Qué joven de veintiséis años deja el buen vivir de la ciudad, el lujo, la vanidad, el oropel, y se adentra a la mar de la selva para unir hermanos y fundar pueblos con sus leyes, autonomía y cabildo?”

En su estudio, el joven Kemerer comprendió que en ese lugar del Guaira, curas y aborígenes fueron felices hasta que llegó la marabunta bandeirante con el único fin de esclavizarlos. Razón por la cual debieron abandonarlo todo en un éxodo terrible y oprobioso.

“Estamos siendo invadidos, vociferaban los ‘avá cuéra’, ante el avance bandeira dispuesto a esclavizarlos. Y el padre Ruiz, razonando, les dijo muy compungido, quedan solo dos caminos: pelear sin esperanzas contra cinco mil caza-hombres; la otra es el éxodo en masa, en busca de otra tierra sin mal, bajo la protección Divina de Nuestro Padre Celestial”.

Así es como se realizó el éxodo más terrible en esta parte de América. Doce mil almas, entre hombres, mujeres, niños y ancianos, se apiñaron en balsas construidas con ese propósito en el afán de huir por el río rumbo al sur. De esa cantidad, solamente desembarcaron cuatro mil quinientos sobrevivientes en un predio cercano a la desembocadura del Yabebirí. Desde ese lugar, San Ignacio, reiniciaron la enorme y portentosa gesta heroica de levantar treinta pueblos de leyenda desde occidente del gran río Paraná al oriente del Uruguay, el río de las aves.

“Hemos formados una nación de iguales, decían los chamanes, de comunión ecuánime y altruista donde la renta de los productos se prorratea según necesidades, así vengan de la caza o de la pesca, de cosechas de cultivos implantados o de silvestres frutos colectados. Tampoco somos dueños de la tierra, la consideramos un bien comunitario”.

Jorge Kemerer se ordenó de sacerdote en 1932, y a Posadas llegó poco después como cura de la parroquia San José, el mismo año de beatificación del jesuita Roque González, y conociendo su obra, propuso el cambio de nombre del colegio San Miguel por el de Roque González, institución educativa de la que fuera director.

El 6 de julio de 1957 toma posesión de la nueva diócesis de Posadas, espacio que le dio la oportunidad de crear desde el principio en lugares donde no había nada. En Villa Lanús, el Colegio Apostólico Nuestra Señora de Fátima. En Posadas el Seminario Diocesano Santo Cura de Ars.

Famoso por recorrer la diócesis en visitas pastorales transportado en aventón por   ocasionales conductores, sea en barco, automóvil, avioneta, tractor y hasta en carro polaco tirado por bueyes. Caminador inveterado, no poseía vehículo propio, frecuentemente aceptaba la invitación de quien quería ahorrarle caminatas, y en otras rechazaba, porque para él las caminatas son ejercicios que estimula a pensar.

Vaya que pensó. Pensó en cómo aportar soluciones a la penosa situación de las familias del interior provincial y su integración mediante una política vial, de salud, de promoción de los productos de la zona en el mercado y de la regulación de la tenencia de la tierra.

La educación constituyó una de sus preocupaciones, como que fundó  el 4 de abril de 1960 el Instituto Superior del Profesorado con el nombre del jesuita, Antonio Ruiz de Montoya, primera institución de estudios superiores de Misiones, del cual tuve el honor de ser profesor.

Luego continuó con el Bachillerato Humanista Moderno, el Instituto Politécnico Beato Arnoldo Janssen, y los establecimientos primarios Escuela Madre de la Misericordia y la Escuela Jesús Niño, y una organización de importancia, el Centro de Rehabilitación del Ciego y, como corolario de su inquietud por la educación, en 1970 asume el rectorado del Instituto Superior del Profesorado Antonio Ruiz de Montoya.

No es todo: como nadie, bregó por sus hermanos originarios, y en 1978 puso en marcha el Programa de Desarrollo Integral en las comunidades de Fracrán y Perutí, sin olvidar que luchó denodadamente a favor de los presos de la dictadura.

Para los originarios fue Marangatú en vida, ahora Santo Caminante después de su muerte en 1991.

¿Que opinión tenés sobre esta nota?