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Gilda

El aura de una artista que sigue sonando a 25 años de su temprana y trágica muerte

Pese a ser una de las artistas populares más reconocidas de la Argentina, todavía hay muchos misterios sobre la vida de Myriam Alejandra Bianchi Scioli. Su lucha silenciosa contra los estereotipos, el aviso en el diario que cambió su vida y su última conversación

miércoles 08 de septiembre de 2021 | 6:00hs.
El aura de una artista que sigue sonando a 25 años de su temprana y trágica muerte

“Trato de ser la misma. La diferencia que hay entre Shyll, como me dicen en casa, y Gilda, la cantante, son los metros que nos separan del público y la obligación de tener que estar bien a pesar de todo”, describió la artista. No sentía presión al subir al escenario. La transformación aparecía de forma mágica. Inexplicable. “Cuando se encienden las luces y anuncian que llegó Gilda, hay algo en mí que se transforma y que no tiene nada que ver con mi voluntad. Ni con querer estar bien. Es algo que surge y que facilita las cosas”, agregó la cantante sobre ese “don” natural que tenía.

Cómo murió Gilda

Gilda -Myriam Alejandra Bianchi Scioli- murió trágicamente el 7 de septiembre de 1996, a sus 34 años. Ese día su luz como cantante se apagó, pero nació el mito, la milagrosa, la artista. Todo pasó en la ruta 12, en Villa Paranacito, cuando viajaba a Chajarí, Entre Ríos, para dar un show.

Un camión chocó a la combi que llevaba a la cantante junto a su gente. Murieron otras seis personas, entre quienes estaban su madre y su hija mayor. “Recuérdame en cada momento porque estaré contigo. No pienses que voy a dejarte porque estarás conmigo”, cantó días antes en uno de sus éxitos.

Nació en el barrio porteño de Villa Devoto. Hija mayor de Omar Eduardo Bianchi, empleado público, e Isabel Scioli. Tenía un hermano cinco años menor también llamado Omar. En sus primeros años vivieron todos en la casa de su abuela. Una casa, tipo chorizo, con un patio grande que se transformó en su lugar favorito. Allí, la pequeña soñaba con ser una estrella.

Tenía un baúl donde guardaba ropa que eran perfectas para imitar a las cantantes del momento. Siempre tuvo una veta artística. Su padre le armó un micrófono con un palo y se lo pintó de dorado. Para ella alcanzó para crear un mundo fantástico.

“La escuela primaria la hice en un colegio de monjas hasta sexto grado. Nos mudamos a Villa Lugano por el trabajo de mi papá. Nos enseñaron que si nos portábamos bien íbamos al cielo y si nos portábamos mal con el diablo. Fue mi drama existencial hasta que aprendí a creer mucho en Dios y en Jesús sin atribuirle demasiada fuerza a las instituciones”, recordó en una entrevista. De aquel patio de su casa, Alejandra encontró su nuevo lugar: el escenario del colegio donde participaba en muchas fiestas, organizando obras de teatro, por supuesto, con mucha música. “Fue una etapa muy feliz”, siempre resaltó.

En la adolescencia, sus gustos musicales no estaban en la cumbia. Una chica de clase media que disfrutaba de Sui Generis, Vox Dei, algunos temas de protesta, John Travolta y se imaginaba bailando como en “Flashdance”. También, en ese variado repertorio convivían Django y Carlos Gardel. “En Capital no se conocía mucho la música tropical. El folclore siempre estuvo presente, cantábamos en los fogones algún tema de Hernán Figueroa Reyes o del que estuviera de turno. Si en aquellos días, la vida me hubiera puesto como antecedente que iba a cantar música tropical quizás hubiera dicho que no”.

Gilda fue siempre optimista. La temprana muerte de su padre la marcó. Entendió que había que “bancar” la casa. Tenía 16 años y comenzó a trabajar en el jardín de su madre. Al terminar la secundaria se anotó para estudiar Magisterio por la mañana y por la tarde se desempeñaba como administrativa para aportar más dinero a lafamilia.

A comienzos de los 90, la música tropical resurgió en la Argentina. Ricky Maravilla, Pocho La Pantera, Lía Crucet, Alcides, Gladys La Bomba Tucumana, entre otros, lograron meterse también en la clase media y en la alta. La cumbia acaparaba la atención de las pistas y sonaba tanto en las bailantas como en los cumpleaños de 15 y casamientos.

En aquellos días, la artista encontró un aviso en el diario que buscaban una cantante para una banda en formación. Antes de ir a la prueba, en el barrio de Congreso, le pidió un consejo a su tío Manolo. Su respuesta fue que probara, que no se quedara con las ganas ya que la música era su pasión. Fue en la prueba donde conoció al músico y productor Toti Giménez, importante para su carrera musical y quien sería su pareja.

“Como yo era músico, un amigo que había puesto un aviso en el diario buscando vocalista para una banda, me pidió que lo ayudara a hacer la selección de los aspirantes y dije que sí. Cuando sonó el timbre y fui a abrir, la mujer que estaba en el umbral, me sonrió. Estaba embobado, pero aún así me las arreglé para tomarle la prueba”, recordó Toti en el libro Santa Gilda de Alejandro Margulis. En aquellos días, ella estaba casada, tenía hijos, y nadie de su familia estaba al tanto de lo que estaba haciendo. Luego llegaría su primer contrato profesional con José Olaya, que trabajó con otras figuras de la movida tropical como Karicia y Los Charros.

La llegada de Gilda no fue fácil. Su imagen no coincidía con los estereotipos de la época. “No tengo drama con lo físico aunque en su momento lo fue. Se usaban las rubias espectaculares y yo con mi cuerpito y mi cara no daba con lo que se esperaba. Fue una de las causas por la cual me cerraron las puertas en un principio pero esta garganta que Dios me dio y este corazón hicieron que la gente me quiera como soy y no como ellos querían”, dijo.

El legado musical

En 1992 salió su primer disco De corazón a corazón (1992). La respuesta no fue la deseada. La compañía estaba quebrando y no tuvo la ayuda necesaria para que sonara en las radios. Para el siguiente paso, se tomó la cuestión en serio y comenzó a leer libros, a buscar frases, y a conocer más sobre el ambiente de la bailanta. Entendió que la movida tropical es el baile del pueblo. Al año siguiente salió La única, con mejor suerte y con temas como Corazón herido, Baila esta cumbia o La puerta. En aquellos días, Gilda comenzó a recorrer los escenarios con éxito. Empezó a dormir en los ratos libres en el estudio de grabación o en el micro.

Pasito a pasito con...Gilda (1994) subió la apuesta con canciones como Noches vacías y No me arrepiento de este amor. Esa maestra jardinera se estaba transformando en una ídola popular. El siguiente disco fue Corazón valiente que la consagraría como una de las grandes figuras gracias a temas como Amame suavecito, No te quedes afuera, Paisaje (una versión de Franco Simone) y Fuiste (basada en la historia de un amigo que la había dejado su novia).

La muerte puso punto final a su carrera. El destino quiso que sea en ese momento, en pleno crecimiento.

Gilda se convirtió en referente logrando una conexión muy fuerte con su público. Entre el cielo y la tierra, un disco póstumo, con un tema como No es mi despedida, que apareció en un casete luego del accidente, con una letra premonitoria, acrecentó la mística alrededor de su figura: “Quisiera no decir adiós, pero debo marcharme. No llores, por favor no llores porque vas a matarme. No pienses que voy a dejarte, no es mi despedida. Una pausa en nuestra vida. Un silencio entre tu y yo”. 

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