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Los vendedores de humo

lunes 06 de septiembre de 2021 | 6:00hs.
Los vendedores de humo

Por Ramón Claudio Chávez Ex juez federal

La reunión en la comisión vecinal de barrio ya era una caldera, los vecinos querían soluciones a problemas de vieja data.

Arrancaron con el tema de la inseguridad, las noches eran tierra de nadie, las mujeres no podían salir solas, tampoco ingresar personas que no vivían en los asentamientos; los consumidores de paco les exigían peaje.

El agua corriente se cortaba con frecuencia, al igual que el suministro de energía eléctrica.

Para colmo de males, el arroyo Cruvica anegaba las calles y las viviendas cuando las lluvias eran intensas.

Hicieron el uso de la palabra la mayoría de los presentes, trataban de conciliar medidas de acción directas para ser escuchados.

Cuando parecía que la asamblea estaba finalizando, levantó la mano Sagastizabal, un viejo dirigente que estuvo en la presidencia de la comisión barrial.

Como si nada hubiese pasado, Sagastizabal muy suelto de cuerpo sostuvo:

-Hace cinco años les advertí de todos estos problemas cuando estaba en la presidencia de la comisión.

-¿Por qué no trataste de solucionarlos entonces? -le preguntaron.

-Nadie del barrio me acompañó, y eso que yo era amigo del Intendente.

La actitud de Sagastizabal es la típica de un vendedor de humo.

Desvaloriza la opinión de los demás y se atribuye logros que no existieron.

El ejemplo de lo ocurrido en la comisión barrial puede trasladarse a otros ámbitos, otros personajes y estratos sociales.

El vendedor de humo es un figureti que busca destacarse para sentirse importante, hay un excesivo afán de sobresalir.

Son los mismos que en los cursos académicos hacen la última pregunta, para sorprender al disertante, y también al auditorio, con una prosapia inexistente o falaz.

En las empresas, si viene una persona que busca introducir algo innovador, inmediatamente van a sostener que ya sabía o ya lo propuso.

Los hombres y mujeres egocéntricos poseen sentimientos de omnipotencia, una enorme ambición rodeada de expectativas que no son realistas.

Con falsa autoconfianza, confunden a las personas bien intencionadas distorsionando la realidad porque que creen que el mundo gira alrededor de su persona.

Como tienen poca empatía con la gente, también tienen pocos amigos, pero siempre buscan destacarse sin reparar en los méritos de las personas.

En las conferencias se sientan en los primeros lugares para darse importancia y asienten con la cabeza el discurso del disertante, que en definitiva es quien sabe.

No estamos hablando de personas carentes de preparación, sí de un individualismo que actúa en busca de su propio beneficio.

Son los mismos que cuando en un grupo de amigos, uno de ellos, con cierta emoción comenta que estuvo en tal parte, éste le contesta que estuvo antes y que además de eso también vio otras cosas.

Son capaces de mentir, de fingir, porque tienen miedo de enfrentar la realidad o de herir sus demandas.

El yoísmo es un término que no está reconocido por la Real Academia Española; sin embargo, este concepto está emparentado con el egocentrismo y narcisismo.

Es normal que hablen siempre de si mismo, de su capacidad no siempre probada, difícilmente logren empatizar con el dolor o con el entusiasmo ajeno, como en el caso de la comisión vecinal o el del amigo que intenta relatar algo que le causó felicidad.

Siempre coloca su pensamiento sobre los demás, no sólo en lo que piensa, cree decidir lo que es importante para el resto buscando como dijimos, que el mundo termine girando a su alrededor.

No le es sencillo a la sociedad deshacerse de estos personajes que, así como son vendedores de humo, no tienen pudor alguno en vender falsos tráficos de poder, afirmando que las personas que toman las decisiones más importantes, son sus amigos y habitualmente los consultan.

Siempre se atribuyen el éxito del algún logro, aunque nada tengan que ver con él.

–¿Viste? Te dije que iba a salir la resolución favorable.

Si poseen alguna cuota de poder, se rodean de personas que constantemente les alaban y no ponen en ningún momento en duda ese liderazgo que se sostiene incluso con el temor.

“Al que le quepa el sayo, que se lo ponga”.

Publicado en ideasdelnorte.com.ar

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