La alfabetización inicial en el seno familiar

sábado 04 de septiembre de 2021 | 6:00hs.

¿Qué puede hacer la familia a favor de la alfabetización de sus pequeños y pequeñas? Cada año, un buen número de familias se hace esta pregunta. Podríamos responder con estas otras: ¿acaso la alfabetización inicial sólo es responsabilidad de la escuela?, ¿sólo los docentes son capaces de efectivizar los aprendizajes iniciales de la lectoescritura? Intentaremos responder a estos interrogantes, pero antes mencionaremos algunos datos interesantes acerca del aprendizaje  de la lectura y escritura de los infantes.

Cabe conocer que todo niño/a cuenta con una  alfabetización familiar llamada alfabetización temprana (B. Braslavsky, 2008). Sin considerar el origen del niño o niña, la alfabetización toma en cuenta a ese sujeto que no es un objeto material maleable sino un sujeto que tiene consigo una historia de interacciones con los miembros de su comunidad. Este conocimiento es válido para lograr una pedagogía más democrática dentro del aula, para lo cual el docente debe interrogarse por ese niño y por cuáles han sido sus experiencias previas al ingreso escolar. Es aquí donde la familia es la protagonista de aquellos aprendizajes que podrían ser de beneficio para los párvulos.

Para recordar: dentro del ámbito científico (IRA y Naeyc, 1998) se reconoce que los primeros años de la vida de los niños y niñas, específicamente desde su nacimiento hasta los 8 años, constituyen el período más importante para el desarrollo de la lectoescritura. La alfabetización temprana corresponde a este período y numerosas investigaciones multidisciplinarias realizadas en las décadas del setenta y ochenta, dentro y fuera de nuestro país, así lo confirman. ¿Cuáles son las características del sujeto pequeño, aprendiz de la lectura y la escritura? Pues las conclusiones son las siguientes (Braslavsky, 2008):

    1) Vivimos en una sociedad letrada y los niños y niñas tienen contacto con la palabra escrita desde muy temprana edad. Quienes estén rodeados de libros y otros materiales de lectura; quienes son oyentes de cuentos en forma periódica, a los 2 años pueden diferenciar letras de números, logos, palabras y signos. El contacto con elementos de escritura como lápices, papel, marcadores y ven a otros cómo escriben,  imitan lo que ven en  garabatos e intentos de escritura. Esta aparece mucho antes de aprenderla en la escuela. Dicen las investigaciones que aunque las culturas sean diferentes, el proceso de lectura y escritura, los inicios de estos aprendizajes, se dan de manera anterior a la educación formal.

    2) La alfabetización surge en la vida real en interacción con la lengua oral y escrita del niño/niña. Es aquí donde el infante es testigo de que la escritura cumple algún propósito a través de lo que ve en su entorno: armar listas de compras, redactar tarjetas de cumpleaños, dejar recordatorios pegados a la heladera, leer paquetes de las compras del supermercado, carteles de la calle, etc. Los aprendices incorporan estas habilidades como parte de sus vidas y no como abstracciones o prácticas aisladas. Las artes del lenguaje (leer, hablar, escuchar y escribir) se refuerzan mutuamente. No se aprenden de manera aislada, sino a través de la interacción y de la comprensión de la lengua. De nada sirve el aprestamiento y la repetición de series de letras, sílabas o palabras sueltas.

    3) Cuanto tienen modelos lectores, los aprendices imitan; es decir, hacen que leen dando expresión a su “lectura”, hojean, pasan de una página a la otra dando continuidad al relato que inventan.

Si bien los infantes son aprendices activos en la construcción de significados, las investigaciones destacan el rol de los padres o adultos como mediadores en la formación de lectores. La lectura de cuentos, relatos e historias con los pequeños son de mucha importancia, pero no alcanza solamente con leer, sino que se recomiendan actividades en que las familias podrían hacer un gran aporte.

Investigaciones realizadas en hogares urbanos marginales del norte argentino por la doctora Celia R. Rosemberg y su equipo (Conicet, 2009), han confirmado, que en la construcción de significados de los textos, el rol del adulto es relevante en: la aclaración de significados de palabras desconocidas, la lectura expresiva, los gestos en que se señalan las ilustraciones para facilitar la comprensión de las historias, entre otras estrategias. Es decir, el permanente intercambio entre el lector con más experiencia y el infante. Con mucha frecuencia, particularmente cuando no saben leer, los niños se apoyan en las ilustraciones para renarrar o continuar la secuencia narrativa de la historia.

Ana María Borzone (2003) también pone en valor los aportes familiares a la alfabetización temprana. De manera particular, cuando el familiar lector responde las preguntas acerca de las letras, el nombre de los números, aclara las escenas en que aparecen las ilustraciones, sostiene conversaciones sobre las palabras desconocidas y ayuda a escribir colaborativamente cuando los pequeños solicitan. Todos los intercambios verbales con un adulto, en relación con las lecturas son predictores de futuros éxitos escolares y enseñan cómo participar en futuras situaciones similares.

Todas las investigaciones hacen hincapié en la importancia de lecturas de cuentos y de  narrativa en general, porque tienen amplios beneficios en la formación de lectores desde temprana edad. El esquema narrativo es una representación mental presente en los relatos de toda índole, no necesariamente de ficción, considerada facilitadora de la comprensión y producción del discurso narrativo. De esta manera, el niño o niña, al escuchar una historia leída, adquirirá la experiencia sobre cómo se organiza el lenguaje escrito y sus estructuras; sin mencionar los amplios beneficios del enriquecimiento léxico. Dice Wells (1985) que no alcanza sólo la escucha atenta de cuentos, relatos, noticias o historias para el logro del pensamiento reflexivo; sino la interacción con el lector adulto o experto. La forma en que el adulto mediatiza el texto es tan importante como el texto mismo.

De manera particular, la conversación permitirá que el infante amplíe sus conocimientos del mundo físico y social mientras va descubriendo otras formas del discurso a medida que se describe, argumenta, explica y narra.

De todas estas investigaciones se desprende una conclusión de mucha importancia, y es que ese tiempo de lectura, apartado y compartido con los párvulos, es altamente estimado por ellos, debido al vínculo afectivo que se da en esa tríada: texto, progenitor e infante. Retomar viejas prácticas familiares en torno a la lectura audible y modélica todavía continúan siendo benéfico. Estos serían los aportes familiares que contribuirían a la formación de lectores y escolares exitosos.

Por Hilce Liliana Díaz
Licenciada en Educación

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