¿Hemos llegado al máximo esplendor histórico del bienestar humano?

jueves 02 de septiembre de 2021 | 6:00hs.

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ace unos seis meses se me ocurrió una pregunta, apta para escribir mi quinto libro: ¿la Humanidad, habrá llegado al punto de mayor esplendor, al tope de su calidad de vida, o aun no? ¿Ya habrá comenzado la decadencia? ¿Esta pandemia de Covid-19, será la última? ¿La pospandemia será mejor que la etapa anterior?

Hablé con mi esposa y con mi hija, de cuarenta y pico de años, y me señalaron que probablemente distintos especialistas me darían distintas respuestas: los tecnólogos (especialmente los informáticos) dirán que estamos lejos aún del punto más espléndido: la inteligencia artificial y la ampliación de la robótica; algunos médicos también opinarán que estamos avanzando –con contradicciones territoriales– hacia la total asistencia sanitaria humana; como ejemplo sigue aumentando la esperanza de vida. Los dedicados al turismo, el deporte o el esparcimiento dirán que la Humanidad justo estaba en ese punto, pero la pandemia lo arruinó, sin saber cuándo, ni cuánto ni cómo volveremos a él; los ambientalistas argumentarán que el ocaso de la calidad de vida ya empezó con la revolución industrial y que ahora estamos marchando hacia nuestro deterioro por el muy poco cuidado del medio ambiente líquido, gaseoso o material que los humanos en general tenemos.

También los energistas dirán que estamos viviendo en la era de la energía, con petróleo, gas y uranio como principales fuentes de energía y que quizás dentro de 50 ó 100 años, cuando esas fuentes se vayan agotando, recién habremos llegado al tope de la calidad de vida humana. Algunos funcionarios se preocupan por el aumento de la longevidad -ya superando los 80 años- que agrega nuevos jubilados a los sistemas previsionales.

Obviamente yo pensaba que la calidad de vida estaba vinculada principalmente a los bienes y accesorios: casa, heladera, PC, auto, moto o lancha, vacaciones, TV por cable, educación superior, servicios médicos, gas, electricidad, barrio en el que vivo, cómo me llevo con mi familia, si tengo amigos, etc., qué poseemos –o no– cada uno de nosotros.

Estoy consultando numerosas fuentes de información para avanzar en mi libro, y sorpresivamente miro un video del doctor Rosetti López, médico argentino especializado en estrés, que da su versión de qué es “calidad de vida”, y que –justamente– debería ser el inicio de mi libro…

Este destacado médico, preocupado por el creciente estrés social, muy conocido por su empeño en explicar una y mil veces el modo de vida que nos hará más tranquilos y felices, tiene libros, videos, conferencias, entrevistas, etc. por todos los medios de comunicación, y en un corto y simple video explica la preocupante cuestión de nuestra cotidiana “calidad de vida”.

Primero aclara que no es lo mismo “calidad de vida” que “nivel de vida” (esto segundo es justamente lo que he señalado más arriba). La primera es la diferencia que hay entre: a) nuestra expectativa (anhelos o deseos) de ciertos valores, y b) nuestra realidad concreta. Calidad de vida es cuán satisfechos estamos con nuestra realidad vivencial (con lo que me gané con mi trabajo o mi propio esfuerzo personal), y que cuánto menor sea esa diferencia –o sea que nuestras expectativas y nuestra realidad casi coincidan– mejor calidad de vida tendremos. O sea que esta cualidad no es algo material sino un sentimiento “cultural”, sensitivo o emocional.

Y agrega el doctor Rosetti que la Argentina está –en esta descripción de calidad de vida– en el puesto 17° del mundo, gracias a la mesa del bar, el café compartido, el tenis, padel o el fútbol, afirmando además que “nadie es feliz en aislamiento”, y que la felicidad no se adquiere –o aparece– espontáneamente: se debe construir.

Agrega además que una persona suele ser más feliz alrededor de los 20 años de edad, en que tenés futuro, sueños, todo está por crear, y alrededor de los 60 a los 70 años, época en que se valora lo que se tiene, se disfruta más el tiempo presente, se avizora el fin…y que entre los 20 y los 60 años impera el raciocinio.

Y porqué “no somos seres racionales; somos seres emocionales que además razonamos”, señala enfáticamente Rosetti, por eso que en esta fase –de los 20 a los 60– hay más razonamiento que emoción.

Aquí me ha aparecido una cuestión sociológica: desde hace más de 50 años (época de Gino Germani y del surgimiento de la sociología nacional) se considera que Argentina tiene la mayor clase media del América Latina; y que esta clase social tiene rasgos singulares, expectativas, modos de ver la vida, modos de ver al otro, diferentes que la sociedad paraguaya, boliviana, peruana, brasileña o mexicana. Un particular ejemplo es su relación con la moneda del país: muchos argentinos de clase media –y alta– toman como moneda nacional al dólar (en esta moneda adquieren inmuebles, autos o pagan destacados lugares de turismo o residencia nacionales) en una magnitud tal que Argentina es el país del mundo que más dólares per cápita tiene después de los Estados Unidos...

Un cierto grupo de personas en los Estados Unidos están vivamente interesados en descubrir agua -y quizás vida- en la Luna o Marte para establecer un lugar adonde ir cuando en la Tierra ya no haya condiciones de sobrevivencia humana. Esta gente debe considerar que aún no llegamos al máximo esplendor de calidad de vida...

En síntesis: antes de avanzar en mi libro, primero deberé definir qué cuestiones integran la noción de “bienestar”, y quizás trabajar particularmente sobre Argentina, ¡e incluir el bienestar político!, su privilegiada posición geopolítica ante los tres polos de poder mundial: China, Rusia y Estados Unidos, sus recursos naturales, la baja densidad poblacional, y el análisis de que si nuestro país puede ser un buen reflejo de lo que le sucede al resto de la Humanidad. 

Quizás aún no termine mi libro, aunque por ahora seguiré escribiendo más notas para El Territorio.

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