Los tontos y locos

domingo 22 de agosto de 2021 | 6:00hs.
Los tontos y locos
Los tontos y locos

Ellos, los flamencos, estaban etiquetados (como dicen hoy), no por sus nombres sino como los “locos” por los almaceneros de los alrededores únicamente porque buscaban unas medias coloradas, blancas y negras para poder asistir a la fiesta organizada por las víboras. Ellos sólo querían adornos lindos como los yacarés con sus collares de bananas; los sapos con esas escamas de pescado que se pegaron sobre el cuerpo y brillaban como lentejuelas; las ranas con sus farolitos con luces de luciérnagas… En fin, todos fueron muy creativos y estaban esplendorosos.

Ellas, esas aves rosadas, querían estar a la altura de los demás habitantes de la selva, de ninguna manera podrían presentarse con esas patas tan blancas, tan deslucidas, tan flacas…

Como última esperanza, recurrieron a la lechuza por consejo del tatú. ¿Malintencionados ¿ruines? ¿siniestros?

Todos sabemos lo que les dio la “dueña de la oscuridad” o mejor “el ave de mal agüero” y, como tenía el convencimiento de que los plumíferos eran tontos, les aconsejó que nunca dejaran de bailar… pero, después de muchas horas, el cansancio los venció y conocemos las consecuencias de ese estado y también quedó clara la envidia que provocaron en todos los invitados.

A pesar del convencimiento de las anfitrionas, los flamencos no murieron y, mientras se vengaban de los únicos que estaban a su alcance, los pescaditos del río, a su alrededor, en la selva, todos los asistentes a la fiesta comenzaron a sentirse muy enfermos con vómitos, dolor de cabeza, de garganta, de todo el cuerpo, acompañados de mucha fiebre… Los únicos sanos, aunque con la continuidad del dolor de las patas, ahora rosadas como sus plumas, por supuesto eran los considerados “tontos o locos”. Ellos, desde el agua, fueron comprobando que muchos de los que le hicieron y le seguían haciendo bullyng, iban desapareciendo o se sentían al borde de la muerte. Nadie sabía el significado de “pandemia” porque eso era lo que estaba sucediendo, aunque no se dieron cuenta cómo empezó ni de dónde llegó.

Fue entonces que las “estúpidas” aves rosadas propusieron algo parecido a una vacuna de los humanos, creían que sería una cura inmediata ya que tenían el conocimiento de que eran descendientes del “ave fénix” y, por lo tanto, si aplicaban un pequeño pinchazo con su gran pico, el paciente o enfermo se recuperaría inmediatamente “renaciendo de sus cenizas” como dice la leyenda.

Desde ese momento no hubo más venganzas ni burlas de ninguna de las partes enfrentadas. Volvió la paz y la salud en ese lugar de la selva ¿Era en el Teyú Cuaré?

 

Myrtha Magdalena Moreno

Moreno ha publicado “Ángeles conviviendo con el síndrome de Rest”, “A la una… a las dos… y a las tres” -en colaboración- y varios títulos en la Colección Taca Taca.

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