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Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)

Su Señoría

viernes 20 de agosto de 2021 | 6:00hs.
Su Señoría

En el año 1920 y según el Censo Nacional realizado entonces, Misiones tenía poco más de 63.000 habitantes, mayoría de varones y un 70 por ciento del total, menores de 30 años, y la condición de extranjero redondeaba un 32 por ciento; la mayor fuente de trabajo estaba dada por la industria yerbatera y maderera, que empleaba mano de obra de la zona –correntinos y paraguayos– trabajando en condiciones de semiesclavitud en un oficio popularizado como mensú.

Analfabetos o semianalfabetos en su mayoría, eran explotados muchas veces a costa de su propia vida, a muy pocos les importaba esta gente… pero aquel año llegó a Posadas un juez letrado que marcó la diferencia, se llamó Floricel Pérez.

Nacido el 1° de mayo de 1889 en la capital correntina, su madre, Rosario Pérez, era costurera, Felipe Floricel –como lo bautizaron- creció con el estigma de ser “hijo natural”. A pesar de tener todo en contra, pudo estudiar, cumplió el anhelo de su progenitora y con mucho esfuerzo y sacrificios se recibió de abogado; tiempo después formó su propia familia con Clementina Olimpia Sabatini y fueron padres de dos hijos.

Aquel año, el Poder Ejecutivo Nacional lo designó magistrado del único juzgado letrado que funcionaba en el Territorio Nacional de Misiones, cinco años de arduo trabajo le significaron un par de amigos y una larga lista de enemigos, incluidos la mayoría de los medios de comunicación de entonces.

¿Qué hizo este hombre para “semejante hazaña”? Nada excepcional, sólo hacer cumplir la ley e impartir justicia en incontables causas de asesinatos de mensúes que hasta entonces quedaban impunes… en el mejor de los casos.

Cuesta encontrar datos fidedignos de su actuación y a pesar que el tiempo casi lo sepultó en el olvido, todavía trasciende algún relato, alguna fuente. Sirva de ejemplo lo sucedido en Puerto Segundo, cuando el administrador de un establecimiento yerbatero muy importante fue denunciado ante el magistrado, iniciado el proceso correspondiente y, a pesar de las “sugerencias” recibidas, el doctor Pérez se apersonó en la propiedad con los funcionarios necesarios; mayúscula fue la sorpresa de la comitiva cuando descendieron a uno de los sótanos del inmueble y se encontraron, no con uno sino varios cadáveres diseminados por el lugar; obviamente se iniciaron nuevas causas que se sumaron a la primera.

Justo y responsable como pocos, el juez cuidó el derecho a la defensa del imputado, las pruebas en su contra eran irrefutables, el abogado defensor dio clase de jurisprudencia, pero no fue suficiente y el asesino fue condenado a varios años de prisión… de cumplimiento efectivo a pesar del nombre del patrón y sus influencias.

Ese hecho, en lo que actualmente conocemos como Hipólito Yrigoyen, en el departamento de San Ignacio, no fue excepcional, en todo caso sólo uno más de los tantos que sucedían anualmente por acá.

También Floricel tuvo que hacer su trabajo dentro de la elite local. Resulta que un día cualquiera las aguas del Paraná depositaron cerca de la laguna San José el cadáver mutilado de un hombre. Notificado del hallazgo, puso todos los recursos a su alcance para descubrir al culpable y así lo hizo; un joven posadeño, de arraigado apellido, era el asesino. Nuevamente llegaron los consejos, las visitas oportunas a su despacho y finalmente los “aprietes”, a sabiendas que nada lograría torcer su investigación y después de largos meses se logró detener al culpable, enjuiciarlo y condenarlo.

Como queda demostrado, no era una figura popular, ni siquiera entre sus correligionarios. En el año 1925 fue trasladado a la ciudad de Santa Rosa, capital del Territorio Nacional de la Pampa; sin embargo, dos años más tarde, al menos cuatro pedidos de juicio político para Floricel Pérez ingresaron a la Cámara de Diputados de la Nación, impulsados por Adolfo I. Pomar, Juan Silveira Márquez, Juan Sperling y María Silvina Villalba, y patrocinados por Marcos Elígula.

Según parece no prosperaron porque el juez siguió con sus tareas en el despacho pampeano, al menos hasta el 6 de septiembre de 1930 cuando se produjo el primer golpe de estado en nuestro país, que destituyó al presidente Hipólito Yrigoyen; todo el territorio nacional se vio afectado y La Pampa no fue ajena. Floricel Pérez fue detenido junto con el dueño del periódico Gobierno Propio, ambos reconocidos dirigentes de la Unión Cívica Radical, y los trasladaron a la prisión de la isla Martín García, donde se perdió su rastro.

Hombre probo, Misiones “le agradeció” su desempeño designando una calle -continuación de General Paz, luego de la avenida Roque Pérez, en Posadas– con su nombre.

Casi un siglo después, a lo mejor sea el momento de revalorar a este hombre de las leyes, a este abogado que supo hacer de su vocación una forma de vida, en un tiempo donde “lo correcto” social y políticamente pasaba por otro lado, bastante lejos de las leyes, por lo menos en lo profundo de la selva misionera; cientos de “empresarios industriales” acrecentaron sus fortunas, cuando no las generaron, con sangre de mensúes y expoliando a mansalva y sin control los recursos naturales de aquella Misiones.

Tal vez contemporáneos correligionarios o colegas o algún apasionado de nuestro pasado se interese y redescubra a este correntino que solo hizo su trabajo.

¡Hasta el próximo viernes!

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