Entre tequila y ron

lunes 09 de agosto de 2021 | 6:00hs.

La aparición y éxito de Los Beatles generó en los jóvenes de esos momentos cambios profundos. La música en inglés de los Bee Gees, Queen, Abba, Led Zeppelin, Creedence Clearwater Revival explotaba en los boliches de moda.

Los pantalones acampanados, las prendas hippies, plataforma y combinación de colores brillantes eran moneda corriente.

La música vernácula se denominó “música beat” y era cuestionada por muchos, afirmando que era una música comercial con letras sin contenido. La Joven Guardia, El Trío Galleta, Los Náufragos se impusieron con canciones pegadizas incorporados a los larga duración multicolores, contra el tradicional vinilo negro.

Los jóvenes planificábamos nuestras salidas los días sábados, para disfrutar el tiempo final del secundario. Con el querido e inolvidable “Gordo” Enrique Omar Dirieu dijimos “vamos a reventar la noche del sábado”. Con poca guita y mucho entusiasmo salimos a la cancha buscando esa noche perfecta.

Empezamos temprano en el Patio del Litoral de Las Tunas, con la inconfundible música de Los Cuatro Ases y algunas miradas cómplices de las chicas de la colonia que venían a bailar a la pista.

–La noche recién comienza -disparó el Gordo.

–No dejemos que el tren nos pase encima -le contesté.

Los concursos de elección de reina se realizaban con los votos que adquirían los asistentes. El valor de éstos no era muy alto, decidimos con dos amigos más comprar votos para una chica que ni se quería presentar a la elección. Salió primera princesa, no podía creer, bailamos con ella y dos amigas que la acompañaban.

El baile, como empezaba temprano, concluía también temprano. A las 3 de la mañana regresamos en un camión de la empresa constructora Vialco que hacía el asfalto desde Apóstoles a Posadas.

El boliche de moda se llamaba  Tequila y no teníamos para la entrada, hicimos el aguante afuera hasta que habilitaran la boletería. Tipo cuatro y media ingresamos con nuestros pantalones Kansas, camisa entallada y mocasines con polvo de la pista de baile de donde veníamos.

–Como “los pobres de solemnidad”. -le digo a Enrique.

–No nos quedemos en la puerta porque ninguna chica va bailar con nosotros.

Luego de una vuelta de reconocimiento, mi compañero de joda me dice:

–Hacé de cuenta que faltan tres minutos para terminar el partido y estamos perdiendo dos a cero.

El disc jockey tiraba Zapatos Rotos, de Los Náufragos; La extraña de la botas rosas, de La Joven Guardia, y nosotros mirábamos nuestros zapatos con tierra.

–Si es así, juguemos la heroica -digo.

–Todas las chicas están en pareja o bailando -me contesta.

Nos damos vuelta y la vemos sentada a Tercy Olexin, una diosa total, bella, de minifalda y sin compañía momentánea.

–¡Sacala a bailar!

–¡Ni empedo, no va bailar conmigo! -responde. ¿Por qué no la sacás vos? ¿No te animás?

Había muchas chicas lindas en el boliche, pero Tercy disfrutaba del baile, bailaba hasta el amanecer. Ni Enrique ni yo éramos amigos de ella, apenas intercambiábamos saludos.

Envalentonado con las cervezas que nos tomamos en el Patio del Litoral, le tiro:

–Yo la saco, pero vamos a jugar algo.

-¿Cómo qué? -me interroga.

–La cerveza y la picada en lo de Alipio.

Confiado en ganar, me aceptó la apuesta y quedé contra las cuerdas en el cuadrilátero. Si Tercy fuese mi amiga podría decirle que tenía una apuesta y que bailamos una canción sola. Pero no era.

Pensé “la luz negra del boliche me tiene que cubrir si pierdo”.

Encaré para invitarla y empieza a sonar Olvidarte nunca, de Los Golpes; no podía regresar, la invito me dice que no y sale a bailar con otro chico.

Se me caía la cara de vergüenza porque creía que todo el boliche me estaba mirando. Regreso con la cabeza gacha y cuando la levanto, observo la sonrisa socarrona de mi amigo que se frotaba las manos.

En Tequila no vendían tequila ni ron, si tuviera plata me tomaría un wiski doble, pero ni eso tenía.

–No te calentés que empezaron los lentos; disfrutá de la música, ya vas a tener tiempo para pagar la apuesta en lo de Alipio.

Estaba amaneciendo y nos fuimos, cerca de La Vínica; con un poco de ingenuidad e inocencia me dice el Gordo.

-Al final la noche no fue tan mala, nos divertimos con poca plata y la pasamos bomba. Te digo más, cuando seamos grandes recordaremos todas estas historias.

Al fin de cuentas tenía razón, pero no puedo compartir con él porque la vida lo llevó de viaje.
Publicado en ideasdelnorte.com.ar

Por Ramón Claudio Chávez
Ex juez federal

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