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El terror enano

domingo 08 de agosto de 2021 | 6:00hs.
El terror enano

Contribucional Sequeira paseaba por una feria de ar¬te¬sa¬nos junto a su esposa, doña Margarita Palpatierra.

De los distintos puestos de exposiciones y ventas, Con¬tri¬bucional se vio atraído por un stand en particular, en el que se ofrecían pequeñas plantas de estilo bonzai, de di¬ferentes es¬pecies, todas muy llamativas y muy bellamente preparadas en reci¬pientes fáciles de transportar.

Un cactus enano llamó la atención del paseante por su extraña belleza y porque el hombre creyó percibir en la planta un extraño y misterioso brillo que lo encegueció. Por un instante se imaginó él mismo junto al cactus, hombre y planta como un solo ser, en un desierto de arena y piedras, lugar natural para ese tipo de especie vegetal.

¡Qué idea más tonta!- se dijo a sí mismo, pen¬sando que se trataba de una ilusión óptica o un fenó¬meno de auto¬sugestión y no analizó el hecho en profundi¬dad. No le dio importancia al suceso. Ninguna importancia.

Cuando abonó la compra, el vendedor del cactus, al en¬tre¬gar el producto, le dijo al comprador:

- ¿Sabe usted cómo se llama este cactus?

- No –respondió don Contribucional.

- “El terror enano”. Ese es su nombre…

Durante el traslado a su domicilio, ya sea por des¬cuido o torpeza, Contribucional se pinchó con el cactus en distintas partes del cuerpo, por lo que, llegado a casa, pro¬cedió a ex-traer de su piel las espinas con una pequeña pinza depilatoria, sin darle mayor trascendencia al hecho.

Pasado un lapso de una semana aproximadamente, un extraño fenómeno comenzó a ocurrir en el cuerpo del hom¬bre. Al principio, fue imperceptible. Luego, fue tomando magnitud hasta convertirse en un problema de difícil o im¬posible solución.

El primer síntoma ocurrió una noche, mien¬tras dormía junto a su esposa, al constatar que el menor contacto entre am¬bos cuer¬pos hacía que la mujer sintiera agudos pincha¬zos en la piel, los que al princi¬pio eran un poco molestos pero que con el transcurso de los días se fueron haciendo más acen¬tuados hasta convertirse en insoportables puncio¬nes im¬posible de aguantar, tanto es así que la pareja de¬bió comen¬zar a dor¬mir en camas separadas. Con el trans¬curso de las semanas, la mujer de Contri¬bu¬cional se dio cuenta que su esposo comenzaba a sufrir una extraña muta¬ción, semejándose físicamente cada vez más a un cactus.

Conmocionados por este extraño fenómeno, se pre¬sentó el caso ante los médicos de la ciudad, quie¬nes al no contar con explicaciones plausibles lo derivaron a impor¬tantes especialistas en distintas enfermeda¬des.

- Parece el caso del “Hombre Araña”, Spiderman- dijo uno de los especialistas, sólo por decir algo ya que no aportó otra idea que contribuyera a esclarecer el misterio.

- Habría que derivarlo a un veterinario- dijo otro.

- O a un ingeniero agrónomo- expresó otro, aparen¬tando cierto grado de solvencia pero sin aportar nada posi¬tivo al dilema planteado.

Todo fue en vano. Ninguna especialidad de la ciencia pudo hacer algo por el enfermo. Ninguna medicina contri¬buyó a revertir el pro¬blema.

La mujer, cansada de tantos pinchazos y lastimaduras, viendo que Contri¬bucional era ya más cactus que hombre (noventa por ciento, según la femme) y que no existía nin¬guna solución a futuro, tomó una deter¬minación valiente e irreversible. Hizo lo único que, según ella, se podía hacer. Lo dejó plantado…

Luis Ángel Larraburu

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