El juicio a poesía

domingo 01 de agosto de 2021 | 6:00hs.

staba reunida la Gran Asamblea de Letras, Palabras, Oraciones, Frases y Signos. Discutían ardorosamente sobre un tema en particular. El debate se centraba en un escrito llegado bajo secreto sumario y fue abierto solo cuando todos los “convocables” hubieren arribado al salón del Idioma perdido.

-¡Es cursi! gritaba desaforadamente el señor Poema.

La señorita Poesía levantó su mano pidiendo la palabra. Pero no la vieron, o no quisieron verla.

-Usted tiene la culpa señora Frase. Siempre permite más allá de lo debido que se incorporen al escrito, aspectos, hechos, ridículos y previsibles, dijo Oración, que siempre tenía afilada su lengua para atacar.

El circunspecto señor Vocabulario se ajustó el monóculo y observaba impasible a la multitud que, llevada por el apasionado momento, intentaba hacer escuchar sus quejas y aprobaciones.

El defensor de Poesía pedía a los gritos ser escuchado pero eran estériles sus reclamos.

De pronto se hizo silencio en la sala. Llegaba el Juez que, en definitiva, sería el responsable de juzgar y sentenciar. Don Diccionario, Conde de la Real Academia, se apoltronó en su sillón y cedió la palabra a quienes acusaban a Poesía.

- Estamos hartos de que en nombre de las libertades de expresión, la acusada, señorita Poesía, haga uso de frases archiconocidas y caiga en el error de intentar “endulzar” sus escritos con ideas que de antemano se sabe que son previsibles. El beso apasionado, las lágrimas fáciles y toda esa palabrería que determinan como inapelable la acusación de cursilería, inapropiada para que sus pensamientos lleguen al público.

Dicho esto y con un gesto arrogante Poema dirigió su mirada a la muchedumbre y se sentó satisfecho. Su acusación no era nueva pero por fin había llegado a la Gran Asamblea.

El Juez, don Diccionario, hizo algunas anotaciones garabateando en una hoja y, tras interminables minutos, llamó a la defensa de Poesía.

- ¿Qué tienen ustedes para argumentar en favor de su defendida?, dijo.

El joven defensor, señor Verso, se ajustó el nudo de su corbatín. Se puso de pie, carraspeó y comenzó su alegato.

-¿Quién tiene la potestad de juzgar a Poesía? ¿Quién se arroga el derecho de aseverar que un escrito es cursi o no?, dijo. Desde tiempos remotos, desde siempre, el amor y cualquier forma que se utilice para expresarlo ha sido bienvenido. Poesía ha sido maltratada, es cierto. Pero en más de una ocasión se la juzga sin tener en cuenta lo que ella expresa. Escribe en principio para ella. Si la leen es, seguramente, porque alguien se identifica con su forma de acariciar literariamente su sentir.

El señor Vocabulario no pudo impedir que una leve sonrisa apareciera en su hasta ahora pétrea postura.

Verso siguió con su defensa no sin antes mirar sucesivamente a la señorita Poesía y al señor Poema. Mientras alguna lágrima asomaba en los ojos de su defendida, el gesto adusto de Poema indicaba que su alegato iba por buen camino.

- La gran pregunta es, señor Juez, ¿Podemos, cualquiera de nosotros, impedir que Poesía se exprese? ¿Podemos ser lo suficientemente necios como para evitar que sus frases y oraciones lleguen siquiera a un solo lector? Incluso me atrevo a asegurar que si Poesía se siente plena, feliz y desprovista de cualquier intencionalidad en sus escritos la acusación de cursi no cabe ni cabrá nunca.

Verso se sentía cada vez más seguro de su defensa. Él mismo se sintió tocado por la innecesaria acusación que había hecho Poema.

La muchedumbre comenzó a murmurar. Sentimientos de culpa se agolpaban en sus pensamientos y muchos evitaban mirar a Poesía que aún no entendía el porqué de la acusación. Siempre había escrito, nunca tuvo veleidades de ser una “gran pluma”.

Verso volvió a asumir la defensa y dijo: -Para finalizar, señor Juez, baso este alegato en palabras que usted mismo ha pronunciado en más de una ocasión y así está escrito: “Poesía, de ella toma su nombre mi defendida, es la manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra”. En ningún momento usted ha aseverado que estas expresiones deben estar regidas por leyes u órdenes. Quien escribe expresa lo que siente y hay infinitas maneras de hacerlo. Si actuáramos en contrario olvidaríamos las hermosas palabras de Gustavo Adolfo Becker cuando escribió: ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía eres tú. De ninguna manera eso es cursi. No puedo ni pensar que alguien pueda tener el tupé de así calificarlo.

El joven Verso giró sobre sus talones y se dirigió hacia donde estaba Poesía que ya no ocultaba el llanto y apenas podía disimularlo con un pañuelito de seda finamente bordado con el que cubría sus ojos.

El silencio en la gran sala podría tranquilamente haber sido catalogado de espeso.

Don Diccionario levantó su mirada y con voz potente sentenció: -No existe nada que indique que algo es cursi o no lo es. Por lo tanto dejo para esta ocasión y para la posteridad la orden de no tildar de cursi o impropio de ser leído cualquier tipo de escrito que se ajuste a la definición dada por este Juez en más de una oportunidad.

Un cerrado aplauso de la muchedumbre dio por concluido un juicio que jamás tuvo que ser admitido en la Gran Asamblea de Letras, Palabras, Oraciones, Frases y Signos.

Poesía y Verso salieron muy despacito. La señora Prosa esperaba afuera y se lanzó a los brazos de su hija Poesía. Verso, todo un caballero, se alejó unos metros y saludó a Poema que admitió su error y ofreció la mano que fue estrechada con vigor por su antagonista en el juicio a Poesía.

El señor Vocabulario, sin perder su compostura, volvió a ajustar el monóculo y caminó lentamente. Sabía que, más temprano que tarde, tendría que ser partícipe directo de un nuevo juicio. Los atacantes de la lengua siguen al acecho y no paran de cometer atrocidades en nombre del modernismo y la libertad de expresión.

Inédito. Blog del autor: Poedismo

Guillermo Reyna Allan

 

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