Se acerca la ceremonia que será sobria y con una palabra prohibida

Los Juegos Olímpicos siempre se asociaron con lo festivo, con un jolgorio compartido entre atletas y espectadores, pero la pandemia impone ahora un freno implacable al tradicional ritual de los cinco anillos. ¿Hasta qué punto conviene esbozar sonrisas anchas y lanzar una pirotecnia de alegría desde lo más alto del poder político? Por lo pronto, en la ceremonia inaugural de mañana, en el Estadio Olímpico de Tokio (a las 8 de Argentina), se cuidará un detalle clave para no herir susceptibilidades: el emperador japonés Naruhito evitaría usar la palabra “celebrando” o un término similar en su discurso de apertura de los Juegos. Fue la confesión en voz baja de un funcionario del gobierno que prefirió mantenerse en el anonimato a Kyodo News.

Sucede que desde hace unos días, el coronavirus empezó a horadar los corredores de la Villa Olímpica y el fantasma de una cancelación sigue latente, según avancen los casos. Además sucesivas encuestas realizadas en los últimos meses indicaron que la población japonesa se inclina mayoritariamente por dar de baja la gran cita. Así, tanto el gobierno como el Comité Organizador tienen pensado omitir cualquier latiguillo que aluda a un festejo despreocupado y sonara fuera de contexto. Nada ayuda, porque además la asistencia de público será limitadísima -no más de 1.000 personas- y sólo se admitirá gente relacionada de una u otra manera con los Juegos.