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Eveready

“Hay un concierto de palabras en el mundo... tú eres una nota de ese concierto, ¿cómo te llamas?”

domingo 18 de julio de 2021 | 6:00hs.
Eveready

Hay una hermosa creencia, que dice que “tu nombre” es importante, que “nombrarte” es un acto casi religioso, máxime si lo hace tu mamá, cuando aún estás en su vientre... que te acarrea bendiciones y te impregna del significado profundo que el nombre elegido contiene.

Así es, el nombre nos individualiza, nos identifica, y nos acompaña toda la vida. Podemos darle honor, prestigio, fama, o al revés. Pero aquélla es una hermosa creencia que, por eso mismo, se cumple a nuestro pesar.

Antes era una obligación poner al hijo el nombre de un santo, para llevar de por vida su protección. Los almanaques daban cuenta de todo el Santoral, día por día, de modo que ningún padre podía ignorar el santo de su hijo. Era una referencia fundamental. Si por casualidad algún agnóstico o incrédulo o simplemente indiferente no ponía el nombre del Santo que le tocaba, en la Iglesia - si era bautizado- el Cura se encargaba de hacerlo, de ponerle el “nombre de Pila”, y así constaba en la “Fe de Bautismo”.

Pero hoy, ¿qué se puede decir del nombre que se elige para los hijos?.

Primero, que se desacralizó, que se perdió la costumbre de mirar el Santoral, si es que todavía algún almanaque lo consigna porque son cada vez más escuetos.

Segundo, que otras son las pautas que se tienen en cuenta para elegir el nombre del hijo: por ejemplo la fama, la riqueza, de artistas, deportistas, actores, súper modelos, etc.

No importa si es en otro idioma, y menos importa si combina o no con el apellido...

Así hay combinaciones que erizan la piel y van contra toda la armonía que uno siempre buscó entre los nombres. Muchas veces los nombrados no saben ni la grafía, y menos el significado de sus nombres.

Todas estas divagaciones, me las trajo el recordar a don Lucio Ramos, mi vecino.

Lucio trabajaba en su taller mecánico y era muy talentoso para todo lo que fuera arreglo de motores. Autodidacta excepcional, nada tenía que envidiar a los que hacían curso y se recibían en la Universidad del Trabajo. El resolvía problemas que otros no veían. “Vivía” entre hierros y motores, enfundado en su overoll gris, siempre manchado de grasa y aceite.

Estaba casado con Lucía, con quien tuvo tres hijos varones. Cuando nació el mayor, Lucio tuvo una insólita ocurrencia al elegir su nombre...

Hacía algún tiempo de la invención de la pila... y Lucio estaba maravillado por ese adminículo que tanto poder tenía. Muchas cosas se habían vuelto portátiles, como su imprescindible radio, que ahora podía llevarla a todos lados, su linterna y otras cosas muy útiles y sorprendentes para él.

“¡Tanto en tan poco espacio!” decía entusiasmado. Por eso le encantaba el nombre de las pilas: ¡“EVEREADY”!, que era la marca más famosa del momento. El no sabía lo que significaba, pero eso era un detalle sin importancia. Para él, el nombre “sonaba” bien, hasta parecía melodioso: “¡E-V-E-R-I-A-D-Y”!

¿Y por qué no transformarlo en “nombre de pila, de Pila Bautismal?

Justo ahora que había nacido su primer hijo varón...

Todos se opusieron, su esposa, abuelos, amigos. Los argumentos fueron en vano, ni siquiera le importaba lo que iba a decir el cura. El nombre estaba elegido y no se hablaba más.

“Eveready Ramos”.

Pero el abuelo, que estaba muy enojado por lo que creía un absurdo y una irrespetuosidad religiosa, cada vez que miraba al inocente bebé, no lo nombraba, sino que decía –“¡... éste “chijete” ca....!” - Chijete era algo muy despreciativo y la interjección que seguía, ni qué decir. Pero él no iba a aprender a decirle “Eveready”. Jamás. ¡De ninguna manera.! ¡”Chijete “ ca..!

Don Lucio, incomprendido, pero seguro de su gusto y acierto, se daba cuenta del peligro que corría el nombre y de que aquel mote “Chijete”, podía tomar el lugar del nombre y que todos se acostumbraran, por burla o disconformidad, a decirle al bebé “¡Chijete!”...

Entonces tuvo que darle una solución salomónica al problema.

Aceptar un sobrenombre; buscar uno corto, sencillo, fácil de recordar por el abuelo...

Y su pequeño Eveready fue por siempre el “Coco”, “¡el Coco Ramos!”.

 

Quitita Moreyra

Rosa Ema Peruzzo de Moreira, es vicepresidenta de la Feria Provincial del Libro. Reside en Oberá, Misiones.

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