Conspiranoia

domingo 27 de junio de 2021 | 6:00hs.
Conspiranoia
Conspiranoia

No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que la palabra conspiranoia empieza con conspiración y termina con paranoia. Dice la Fundación de Español Urgente que el término es correcto y que se refiere a la tendencia a interpretar determinados acontecimientos como fruto de una conspiración.

En el origen de toda paranoia parece haber un falso concepto de uno mismo, y no es una enfermedad sino una condición, una tendencia, por cierto muy humana, a explicar con facilidad ciertas cosas que pasan, y no siempre se trata de conspiración en el sentido político del término. La conspiranoia no solo intenta explicar asuntos difíciles, sino que llega a cualquiera y a veces a todo. Es que los buenos conspiranoicos suelen tener todo explicado de antemano: ya saben que lo que sea que vaya a ocurrir va a ser por culpa de algo que ellos ya conocen y por tanto no tiene ningún sentido intentar averiguar las causas de nada. Los conspiranoicos saben todo lo que pensamos y además siempre aciertan. Hagamos lo que hagamos, les daremos la razón, porque ellos ya sabían de antemano lo que iba a pasar. Así que no hace falta ni decir lo que pensamos... bueno, ni siquiera hace falta pensar. Y tampoco vale la pena intentar contradecir a un conspiranoico porque siempre tiene razón.

Y la realidad no es así. Intervienen, mucho más que cualquier previsión, la casualidad, la improvisación y la serendipia... Todos tenemos la experiencia de que por más que organicemos el evento más fácil de prever, algo va a fallar, empezando por la megafonía. Mire que estamos bastante avanzados para pronosticar si va o no va a llover, pero igual no la pegamos nunca. Quizá por eso, y para ridiculizar la conspiranoia, los italianos suelen decir piove? governo ladro!

Las inmensa mayoría de las cosas que ocurren en el mundo, ocurren sin que nadie le dedique un segundo de su tiempo a organizarlas. El futuro siempre nos engaña, pasa desde Adán y Eva y va a seguir pasando hasta el fin de los tiempos, sencillamente porque nadie puede conocerlo. Pero, además, las personas no somos de mármol: felizmente podemos cambiar y cambiamos. Acertamos y nos equivocamos. Corregimos nuestros errores y a veces, gracias a Dios, damos viracambotas de 180 grados… Nada de eso considera la conspiranoia, porque cualquier cambio en la conducta del sospechado, es un truco, una estrategia en contra del conspiranoico.

No se crea que están tan lejos o que son tan raros. Es pura conspiranoia etiquetar a la gente, encasillar su pensamiento, ponerles adjetivos, determinar su conducta, decidir por ellos... Saber como piensan no porque piensen como nosotros pensamos que piensan, sino porque lo que nosotros pensamos sobre su pensamiento es lo correcto y no lo que esas personas realmente piensan.

Es también conspiranoia la cancelación, que descalifica el todo de una persona por culpa de una parte: si un buen músico no piensa como yo (como yo creo que piensa) no es un buen músico sino uno malo. Si un médico, un científico, un sabio... no tiene las ideas de los que mandan, no es buen médico, ni gran científico ni sabio. Si no sabe lo que sé yo, no sabe nada. Si no opina como yo, su opinión no me interesa. Si no es de mi religión, que se vaya a freír buñuelos...

Cualquier descalificación por el modo de pensar es injusta. Pero mucho más grave es la imposibilidad de convivir los que piensan distinto, porque precisamente esa es la riqueza de la sociedad democrática.

Supongo que es por culpa de la adolescencia colectiva generalizada que la conspiranoia se ha puesto de moda para explicarlo todo. Sea como sea, no parece una buena idea que nos pongamos ahora conspiranoicos contra los conspiranoicos.

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