En Posadas advierten por baja producción de ladrillos artesanales por no cubrir los costos

Oleros, con demanda sostenida de ladrillos y apuestas a la maquinización

Tras el boom de 2020, la elaboración se mantiene y alcanza las 60.000 unidades por mes. En Terciados Paraíso apuntan a dotar de mayor tecnología para la labor
martes 22 de junio de 2021 | 4:30hs.
Oleros, con demanda sostenida de ladrillos y apuestas a la maquinización
Oleros, con demanda sostenida de ladrillos y apuestas a la maquinización

La construcción fue uno de los rubros con mejor desempeño durante 2020 en Misiones, producto de la gran demanda de insumos en el medio de la pandemia del Covid-19 para realizar refacciones hogareñas o ampliaciones.
A más de un año del boom de los pedidos y fuerte reactivación de la actividad, los pedidos se sostienen en algunos casos.

En Posadas, la actividad olera persiste con un gran caudal de pedidos principalmente en lo que respecta a los ladrillos cerámicos, uno de los productos más solicitados en el último año. Como contracara, disminuyó la demanda de ladrillos artesanales por el factor climático y, sobre todo, por los bajos precios de venta que no llegan a cubrir los costos que demanda la producción.

En tanto, en Terciados Paraíso, en los últimos meses la producción fue creciendo por los pedidos, hecho que llevó a elaborar por mes unos 600.000 ladrillos. Sin embargo, insisten en un mayor proceso de maquinización ya que las lluvias frenan las labores y el trabajo demanda de un gran esfuerzo físico.

Por otra parte, en el afán de reinventarse, en Jardín América un trabajador apostó por la olería con el objetivo de incrementar los ingresos económicos y para abastecer la demanda de ladrillos en el municipio (ver En pandemia montó...). Y como contracara, en otras comunas como el caso de Capioví, el caudal de pedidos mermó comparado con los números de junio de 2020 (ver Baja producción...).

Demanda sostenida

En diálogo con Acá te lo Contamos por Radioactiva 100.7, Zunilda Recalde, de la Cooperativa de Trabajo Ladrilleros Unidos “Nuestra Señora de Itatí”, manifestó que “hay buenas ventas y un buen caudal de demanda, sobre todo en lo que respecta al ladrillo cerámico” que es uno de los principales productos que se elaboran en el Parque Olero de Posadas. En este sentido, indicó que la actividad continúa pese a la situación climática ya que el predio está bajo techo y permite la continuidad de los trabajos, al igual que el horno para la quema de los ladrillos.
Precisó que actualmente son ocho trabajadores en la planta que se encargan de la elaboración de hasta 40.000 ladrillos por mes en el predio ubicado en Nemesio Parma.

Sin embargo, Recalde alertó sobre una baja en la producción de ladrillos artesanales. El bajo valor del insumo por la competencia con otros trabajadores y el factor climático incidieron en la merma en la cantidad de elaboración por mes. “La olería es la única actividad que en la competencia termina perdiendo. Puede haber un olero que esté vendiendo a 11 pesos, y otros quieren bajar para asegurar las ventas y eso hace que los precios sean incluso por debajo de los costos. Se vende, por ejemplo a unos 7 pesos y para cubrir los costos se necesitan 8,20 pesos”, precisó. En la misma línea, también contó que “las últimas lluvias dificultan la producción artesanal ya que eso se hace al aire libre y no bajo techo como ocurre con el ladrillo cerámico. Entonces, en los días de lluvia como el de hoy (por ayer), no hay producción”.

Entre la demanda y los pedidos

Un grupo de siete oleros de Terciados Paraíso, municipio de San Pedro, fabrica de forma manual alrededor de 60.000 ladrillos por mes, que genera un movimiento aproximado de 600.000 pesos en el mismo período. El trabajo no es sencillo ya que son jornadas de trabajo forzado, exponen manos y pies a las bajas temperaturas con el único propósito de subsistir. En los últimos meses, la demanda aumenta. A la par, insisten en recibir asistencia para aumentar la producción y mejorar así las condiciones laborales.

Las siete olerías funcionan de forma independiente. Algunas producen entre 8.000 a 10.000 ladrillos por mes. Sin embargo, dependiendo de la situación climática pueden perder un 30% de la producción por no contar con hornos techados. Además, incide también el faltante de algunas maquinarias que permitirían un mayor crecimiento de la actividad en la zona, dada la gran demanda en la zona.

En este caso, el proceso para fabricar ladrillos de tipo artesanal se fabrican a base de barro ñaú y aserrín. Para obtener esta mezcla, los oleros deben meterse en el lodo y con palas remover el material principal, que luego es cargado con carretilla, donde una carga supera los 200 kilos. El barro o tierra, que no precisamente es tierra colorada, es depositado en otro sector donde se debe lograr una mezcla homogénea al incorporar aserrín. Este trabajo es realizado con la ayuda de un malacate manual o con la fuerza de caballos, en solo un caso una familia pudo implementar un motor para facilitar esa etapa del proceso.

“La tierra es sacada a pala. En mi caso tengo un motor donde se hace la mezcla. Es un avance contar con esta herramienta, pero lo que todos los oleros necesitan es contar con una retro, lo bueno es que tenemos mucha demanda pero no podemos ampliar la producción porque no contamos con las herramientas que agilicen el proceso”, indicó Noemí Hackbartt, quien junto a su esposo Cristian Piñeiro, es una de las oleras que con su familia produce ladrillo común y media luna.

Para mejorar este proceso, necesitan disponer de una máquina retroexcavadora que pueda mover la tierra, ya que pagar este servicio les resulta casi inalcanzable. La diferencia es enorme en cuanto a la inversión de tiempo solo en ese proceso, en una hora una máquina puede remover tierra para todo el mes.

“En mi caso es todo a mano. Es un enorme sacrificio, no tenemos motor, no tenemos los techos, vamos trabajando como se puede con la fuerza de voluntad, por la falta de herramientas es poca la renta, en el invierno es muy difícil, sería ideal que dispongamos de una retro como para el tema de la tierra”, señaló por su parte Andrés Balbuena, cuya familia de seis integrantes hace ocho años depende de la actividad como ingreso económico.

Los oleros ven como solución que por lo menos una vez por mes puedan disponer de una retroexcavadora para dicha tarea. Otro de los puntos tiene que ver con buscar alternativas para seguir produciendo pese a las condiciones del tiempo; en invierno el panorama es complicado por la humedad, las pocas horas de sol y la lluvia. Una vez que el ladrillo está cortado debe permanecer unos días en un sector de apilamiento hasta el momento de ir al horno. En un horno llegan a secar hasta 8.000 ladrillos, secado que dura unas 18 horas. En ese tiempo, de no tener techos y llover, se puede perder desde un 30 por ciento de la producción hasta el total del total.

Esta situación, la de no contar con un techo o galpones donde secar y almacenar los ladrillos, lo padecen casi todas las familias de este grupo, y resulta un inconveniente porque al momento de hacer las cuentas y cubrir los costos para llegar hasta el producto final, la renta resulta menor.

Uno de los ejemplos lo compartió Juan Da Rosa, otro olero del grupo que hace seis años comenzó a producir ladrillos, donde unas doce personas dependen del buen funcionamiento del emprendimiento
“Acá las personas que ven trabajando son mi hija, mi hijo, yerno, mi señora y yo, con enorme sacrificio sacamos para vivir. Necesitamos que se mire nuestra realidad y nos asistan con algún préstamo, con herramientas. Nosotros no tenemos techo para el horno, no tenemos lonas para cubrir los ladrillos, si llueve se pierde más del 30 por ciento de los ladrillos”.

En este caso, algunas de las personas que realizan trabajos en la olería de Da Rosa son obrajeros que antes de la pandemia estaban trabajando en otra provincia, por lo que no sólo es una actividad que produce un material que presenta escasez sino que resulta el sustento para familias que pasan una situación económica difícil.

En San Pedro este sería uno de los únicos grupos de oleros que dan continuidad a la actividad de forma artesanal, justamente por lo forzado que resulta realizar este producto sin disponer de herramientas mecánicas. Además de materiales como chapas de zinc para realizar los techos donde están los hornos, concordaron en la necesidad de asistencia con carretillas, palas, mangueras, bomba para agua y lona.

“Para hacer estos trabajos tenemos que adquirir herramientas de buena calidad, hoy una pala cuesta cuatro mil pesos, un pequeño productor como nosotros no puede comprar varias palas. No es fácil seguir, pero estamos orgullosos de ser los productores de ladrillos de esta zona y traer el pan a nuestra mesa con honestidad y aportar al sector productivo local, pero para ampliar nuestra capacidad de producir, necesitamos que el gobierno nos ayude”, finalizó Da Rosa.

Baja producción de ladrillos en Capioví

En Capioví, la actividad olera disminuyó un 50 por ciento en comparación con el año pasado. Según comentó Juan Alfonso Heck, olero que tiene su fábrica desde 1992,
“hay un 50 por ciento menos de demanda y actualmente la producción es de aproximadamente 50.000 ladrillos”.
Pese a la caída en la elaboración, Heck adelantó que “se busca ampliar la infraestructura para así de a poco subir también nuestra producción generando mayor alcance y mano de obra”.

Luego, recordó en diálogo con El Territorio que en las últimas tres décadas hubo un fuerte salto tecnológico. “Eran tiempos complicados, ya que en aquella época las actividades se hacían de manera manual desde la extracción de la arcilla hasta el cargado de los hornos y transporte, siendo un trabajo muy sacrificado pero hecho de manera satisfactoria con mano de obra local. Actualmente la mayoría de estas actividades son hechas de manera mecánica, buscando alivianar el trabajo de los empleados y requiere incluso pensar en el futuro, modernizando maquinarias para mayor crecimiento y producción”, destacó el olero.

Corresponsalía Capioví

 En pandemia montó una olería y apuesta a mantenerse en pie

La pandemia del coronavirus modificó el esquema laboral. En muchos casos, cambiaron de rubros y se animaron a incursionar en nuevos caminos. En Jardín América está el caso de Orlando Rubén “Kelo” Quaglia, quien en noviembre arrancó con la olería y decidió apostar de lleno a su emprendimiento, con el objetivo de mantener en pie el rubro de la construcción y abastecer así la demanda que fue en ascenso en medio del marco de la pandemia.
“Desde que comenzamos, la demanda es irregular. Hay veces que se vende bien y otras que no, sí depende también de un factor clave, el tiempo, porque cuando te toca días seguidos con mucha lluvia se te atrasa todo”, comentó.
Mencionó también que otro factor que condiciona la producción tiene que ver con la maquinaria que se dispone. “De un cortador bueno podés tener 1.500 a 2.500 ladrillos, sino 1.000 a 1.500. Además hay personas que preparan y amasan el barro para colocar en el cortador”, indicó.

Otros de los factores a tener en cuenta es la ubicación porque eso determina el tiempo de secado de un ladrillo y la intensidad de sol que haya en el momento. “El trabajo que hacemos diariamente es de ocho a diez horas y el tiempo de elaboración desde el inicio hasta la culminación es de 15 días aproximadamente”, comentó Quaglia, quien inició el trabajo en noviembre y empleó a ocho personas.

Mantener la actividad en pie

En Ruiz de Montoya, Gustavo sigue los pasos de su padre Matías Barbian, quien instaló una empresa ladrillera.
“Mi papá arrancó en 1972, y a pesar que hubo momentos difíciles seguimos de pie. Además cuesta sostener hoy en día por la situación económica”, reflejó Gustavo.

Sobre la demanda de ladrillos comentó que “por el momento es buena en relación al mismo mes del año pasado, porque hacemos alrededor de 21.000 ladrillos en dos meses”. Actualmente están en la olería ocho horas, cinco días de la semana.

Padre e hijo proyectan en un futuro mejorar la infraestructura en general del comercio. En el caso de no ser posible, Gustavo dijo: “Por lo menos de mi parte quiero mantener todo lo que inició mi papá en el 72, porque es un legado suyo con muchas horas de esfuerzo y dedicación”.

Corresponsalía Jardín América y Ruíz de Montoya

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