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Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)

Nada es verdad, nada es mentira

viernes 18 de junio de 2021 | 6:00hs.
Nada es verdad, nada es mentira

En 1881, el presidente Julio A. Roca envió al Congreso Nacional un Proyecto de Ley para territorializar Misiones; llevaba un año de gestión y su currículum incluía -por citar algunas- la Guerra de Triple Alianza, varias “rebeliones internas” y la Campaña al Desierto; apodado el Zorro, el lema de su primera presidencia fue “paz y administración” … en su “particular” concepto de paz.

En el primer artículo de ese proyecto se proponía la creación del Territorio Nacional de Misiones, estableciendo el límite Oeste “(…) por el cauce principal del río Aguapey, desde su desembocadura en el río Uruguay hasta el Paralelo 28 de latitud sur y luego por la línea meridiana hasta el río Paraná (…)”; tratando de no complicar más la disputa de límites con Brasil pero disponiendo –de alguna manera– de áreas hasta ese momento, correntinas, según el Decreto Posadas de 1814 y la ley provincial de 1832.

Como es de suponer, los legisladores del Taragüí pusieron el grito en el cielo, la prensa tituló “La cuestión Misiones” y los debates poblaron el Congreso Nacional. Ante la gran repercusión alcanzada, se negoció otro proyecto, en realidad se reescribieron algunos artículos, y en agosto de aquel año se propuso que los límites del Territorio Nacional a conformarse fueran los ríos Uruguay, Paraná, los arroyos Chimiray y Pindapoy y la frontera con Brasil.

El nuevo planteo respetaba la jurisdicción de los departamentos de La Cruz, Santo Tomé y parte de Candelaria. Los argumentos principales hacían referencia a la seguridad, poblamiento y presencia estatal en el área misionera y aclaraban, una y otra vez, la intención de respetar los derechos correntinos y evitar cualquier hostilidad.

La reformulación de los límites geográficos de Corrientes fue apoyada por los senadores A. Villanueva, Manuel Navarro, Rafael Igarzábal y Domingo Dávila, y tuvo la férrea oposición de Carlos Pellegrini. La redacción decía: “(…) Artículo 1°. Quedan fijados los límites de la provincia de Corrientes: Al Norte por el Alto Paraná, al este por los arroyos Pindapoy y Chimiray por los brazos y la línea que más directamente los une, y el Río Uruguay; por el Sud por el Río Mocoretá hasta el arroyo Las Tunas, por éste hasta sus nacientes y una línea que corte la cuchilla de Basualdo hasta las nacientes del arroyo del mismo nombre, por esta corriente hasta su confluencia con el Río Guaquiraró, y por el Guaquiraró hasta el desagüe en el Paraná; y al oeste por el Río Paraná.(…)”.

Mientras se sucedían los debates en el Congreso, los voceros del Ejecutivo Nacional pregonaban y machacaban sobre el aislamiento y falta de desarrollo de la zona –actual Misiones– y un informe cuidadosamente escrito los habilitó para afirmar que “(…) Las antiguas y florecientes poblaciones de Misiones, no son hoy sino ruinas y desiertos. Sólo la Naturaleza bruta impera allí en todo su esplendor con sus bosques impenetrables, sus numerosos ríos y arroyos y los dos ríos caudalosos que reciben sus aguas, pero falta el trabajo y el capital, bajo el amparo de una autoridad real, que le ofrezca garantía y seguridad (…)”.

De más está aclarar que en todas las ocasiones se ponía de manifiesto el “derecho de la Nación” sobre ese territorio, la evolución histórica, la importancia geopolítica del área y la ausencia de títulos “fidedignos” para reclamarlos que tenía la provincia de Corrientes; del Uti Possidetis ni una mención por ese lado.

Por entonces el espacio geográfico en discusión o Misiones tenía unos 3.000 habitantes y unas 1.800 leguas cuadradas. Rico en yerba mate y madera de ley, era la “joyita de la abuela” y despertaba la codicia de empresarios y aventureros; los argumentos oficialistas giraron por estos ejes y son más conocidos en la historiografía; no tuvieron la misma suerte las manifestaciones opositoras al proyecto encabezadas por Carlos Pellegrini. Este legislador dejó en claro que aprobarlo sería un acto inconstitucional ya que el Legislativo no tenía atribuciones para federalizar territorio provincial alguno, se violaban los derechos de los habitantes misioneros como ciudadanos de un Estado Provincial –sea cual fuere su denominación– ya que ni siquiera tenían representación parlamentaria, y lo calificó de inmoral.

Para colmo, durante la campaña electoral que llevó al triunfo al presidente Roca, la provincia de Corrientes había jugado en contra; el resultado de la votación del proyecto de territorialización, en ambas Cámaras, era predecible y no hubo sorpresas; se convirtió en ley el 22 de diciembre de 1881; la ciudad capital de la nueva unidad administrativa fue el pueblo de Corpus con el nuevo nombre de “Ciudad de San Martín” y el primer gobernador designado fue Rudecindo Roca –hermano del presidente en ejercicio-.

Cuando Roca llegó a Misiones, proveniente de la ciudad de Corrientes y con la mitad del Regimiento 3 de Línea -a sus órdenes- acompañándolo a tomar posesión del cargo, se encontró que la capital del novel Territorio Nacional era… poco más que una aldea. Ante esa realidad, escribió una conceptuosa carta a su hermano presidente, detallando el maravilloso paisaje de la zona, el potencial económico y las carencias en infraestructura y vías de comunicación del área. La misiva incluyó un singular pedido: incorporar al pueblo de Posadas al nuevo territorio y declararlo sede de las autoridades, es decir, capital.

Fue el principio de otro round con la vilipendiada provincia de Corrientes, Posadas estaba en esa jurisdicción y era la ciudad más moderna y poblada del antiguo territorio misionero, implícitamente significaba el corrimiento del límite sur y la posibilidad de sumarles a los 46.739 kilómetros cuadrados “perdidos” por esa provincia, 632,40 kilómetros cuadrados más correspondientes al área posadeña.

Y sí, una vez más Buenos Aires o el poder central o los Roca, consiguieron lo buscado y Posadas fue “cedida” en medio de otro escándalo, pero eso es otra historia.

¡Hasta el próximo viernes!

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