Quién es la doctora Denise Najmanovich

jueves 10 de junio de 2021 | 6:00hs.

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enise Najmanovich es una destacada estudiosa argentina social y bióloga, de cuestiones problemáticas humanas –como la actual pandemia– que tiene hasta un espacio virtual disponible para lectores curiosos, con conferencias, charlas, videos y cursos afines. Además, es la vicepresidenta de Fundared (una fundación para la promoción de las redes sociales).

Ha escrito que la concepción aristotélica dominó nuestra civilización entre los siglos XII y XVI y se derrumbó con gran estrépito mediante un traumático proceso que cambió radicalmente nuestra manera de concebir el mundo. Esta gran modificación conceptual se denominó Revolución Copernicana y marcó un hito en la historia del pensamiento occidental. Copérnico apenas dio un puntapié inicial a esta revolución; Galileo y Kepler la encauzaron y Descartes la encarriló dentro de una concepción mecanicista que recién llegaría a su madurez con Newton.

Tomando letra del sabio Ilya Prigogine, también afirma que “el sorprendente éxito de la ciencia moderna, en cambio, llevó a una transformación irreversible de nuestra relación con la naturaleza (…) reveló al hombre una naturaleza muerta y pasiva, una naturaleza que se comportaría como un autómata, que una vez programada funcionaría eternamente siguiendo las reglas escritas en su programa “.

En la Modernidad se ha roto la vieja alianza entre el conocimiento científico y filosófico, entre el alma y el cuerpo, entre el arte y la ciencia. La cultura humanística se dedica a la literatura, la pintura, la filosofía, el sufrimiento, pero también el goce; todos separados del que en adelante se denominará “conocimiento objetivo del Universo”.

Najmanovich reflexiona que la ciencia moderna ha dado grandes cosas a la humanidad, desde los automóviles a las naves espaciales, los antibióticos y los plásticos, pero nos ha separado, escindido en dos culturas que no se yuxtaponen ni intercambian entre sí. No solo Dios ha sido expulsado del universo newtoniano sino también la ética y la estética, la metafísica y el alma han quedado fuera de este universo geométrico, regido por leyes matemáticas ajenas a nuestro dolor y nuestro deseo.

En el universo científico el destino está fijado por leyes mecánicas; el azar no tiene lugar, todo acontecimiento está determinado, el mundo se rige por una dinámica de causa-efecto. El siglo XX –e inicios del XXI– cambiaron radicalmente la forma de ver el mundo, las concepciones estáticas fueron cediendo el paso a las evolutivas.

El mismo Prigogine afirmó hace años que “el crecimiento de entropía muestra una evolución espontánea de los sistemas. La entropía llega a ser así un indicador de evolución, y traduce la existencia en física de una flecha del tiempo: para todo sistema aislado el futuro está en la dirección en la cual la entropía aumenta”, preanunciando –por ejemplo– que después de la actual pandemia, algunas cosas cambiarán en forma irreversible; pero aún no sabemos cuáles ni cuánto…

Y sobre la pandemia, hace pocos meses escribía Najmanovich: “No estamos aislados. Nunca lo estaremos. Por el contrario, si algo nos ha mostrado esta pandemia es lo ligados que estamos, lo profundamente entramados y no sólo entre humanos sino con todas las criaturas y entidades de la naturaleza. Estamos unidos, tal vez más unidos que nunca, aunque no podamos movernos como antes. Lo que estamos viviendo no es aislamiento, sino la ‘geolocalización (es’ fácil, cada uno en su casa, si la tiene). El fenómeno, que ha tenido la denominación ‘asilamiento social’, nos muestra la fuerza que aún tienen el pensamiento moderno y sus ilusiones individualistas y antropocéntricas que nos hacen creer que trascendimos la naturaleza, que estamos enfrentados a ella y que podemos, e incluso debemos, dominarla”.

Y sigue reflexionando que nosotros, los humanos, nos movemos menos, pero esto ha hecho que muchas otras especies ganaran movilidad, ya que los ecosistemas viven en un equilibrio dinámico que expresa una paradójica armonía tensa, generativa, robusta y vulnerable a la vez, siempre creativa y por lo tanto parcialmente destructiva.

Lo más importante que podemos aprender de esta pandemia es que no vivimos aislados –ni ahora ni nunca–, porque la vida es siempre convivencia, influencia y afectación mutua. No hay aislamiento alguno: han variado los modos de la presencia, la expresión de los afectos, los medios de interactuar, las formas de circular.

Nosotros estamos más quietos pero los ecosistemas siguen fluyendo, y si somos capaces de entender lo que está sucediendo, podremos utilizar este doloroso aprendizaje para no volver a ese modo de vida que nos quieren hacer creer que es la “normalidad” cuando se trata una “normalización” impuesta por las élites que son las únicas que se benefician del modo de existencia extractivo y depredador de la modernidad y de estos tiempos convulsos, que el sociólogo polaco Zygmunt Bauman bautizó como “modernidad líquida”.

Entonces, la genial capacidad intelectual de la doctora Najmanovich le permite reflexionar sobre la actualidad con gran profundidad y objetividad, al afirmar que esta pandemia está siendo una de muchas nefastas consecuencias, pues está genéticamente ligada a un modelo productivo (basado en la devastación de los bosques, la fractura y agotamiento de los suelos, el emponzoñamiento de los ríos, los incendios indiscriminados), que en nombre de un supuesto (y falaz) progreso económico está hiriendo de muerte al planeta y a nosotros en él.

Recomiendo a los lectores leer –por Google– el trabajo de esta profesional argentina, ‘Pensar en tiempos de pandemia’, elaborado hace pocos meses como orientación para tomar con mayor profundidad y objetividad estos negativos tiempos de pandemia. Si algún lector curioso lo desea, el email de la doctora. Najmanovich es: najmanov@mail.retina.ar.

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