Pinceladas de historia

La biblioteca jesuítica de Candelaria

domingo 06 de junio de 2021 | 6:00hs.

Los treinta pueblos guaraníes de las Misiones Jesuíticas conformaban una red dinámica afianzada en un sistema vial que permitía comunicaciones sociales y económicas muy fluidas. No obstante, ese dinamismo no debilitaba las características peculiares de cada uno de los pueblos, conseguidas a lo largo de la historia del proceso de evangelización de los jesuitas entre los guaraníes. En ese contexto, si bien no era estrictamente una capital política, sede de un estado, como lo entendemos en nuestros días, Candelaria cumplía de algún modo esa función por ser el asiento del Padre Superior de las Misiones. Por otro lado, se constituía en el núcleo de la cultura escrita y libresca de las reducciones, concentrándose allí, por ejemplo, un archivo que contenía la documentación general de la historia de la Provincia Jesuítica del Paraguay y una importante biblioteca. Su diferencia con el resto de los pueblos de guaraníes puede notarse por ejemplo en la cantidad de sacerdotes que allí residían. Mientras que en las otras comunidades vivían sólo dos sacerdotes, en Candelaria, por lo menos al momento de la expulsión de los jesuitas, había seis.

Es sabido que la orden de expulsión de los Jesuitas de todas partes del mundo fue a través de una Providencia Real de Carlos III en abril de 1767. Pero esa decisión monárquica, en las Misiones de guaraníes se hizo efectiva más de un año después, en agosto de 1768, por diferentes circunstancias. Ese tiempo, entre que fueron informados y efectivamente expulsados, permitió a los curas de las Misiones Jesuíticas, organizar minuciosos inventarios que informaban sobre los objetos, propiedades, medios de producción e incluso deudas existentes de cada uno de los pueblos, el estado general en lo edilicio, aspectos demográficos, etcétera, en que dejaban cada uno de los pueblos. Cada comunidad entregó a los nuevos administradores civiles una copia de su inventario. Los originales de cada uno de ellos existen en el Archivo General de la Nación, en Buenos Aires, aunque han sido compilados y editados por un español de Pontevedra que residió algunos años en Buenos Aires y allí se contactó con esta documentación, Francisco Javier Brabo. Estos documentos, en tres volúmenes, se publicaron en 1872.

En esos inventarios podemos inferir, a partir de las bibliotecas generales y las particulares de los aposentos de los sacerdotes, que los jesuitas dedicaron gran parte de su producción escrita a desplegar conocimientos novedosos en el plano de lo que hoy en día se considerarían disciplinas muy dispares: geografía, cartografía, etnografía, botánica, lingüística y gramática, historia.

La biblioteca del pueblo de Candelaria, según el inventario de ese pueblo, fue, por lejos, la más rica en volúmenes de toda la Provincia Jesuítica. Sumaba 3216 volúmenes. Si se contabilizan los libros que existían en las moradas de los sacerdotes, superaban los 3700. Como los inventarios detallan los autores y los títulos de esas obras, se puede inferir a partir de ellos que los temas generales eran tres, los saberes científicos, asociados a la idea de historia natural; los saberes lingüísticos, es decir, todo el acervo de libros en guaraní u otras lenguas indígenas y los libros de contenido teológico–moral y pastoral.

Si comparamos el número de volúmenes existente en la biblioteca de Candelaria, con las otras reducciones del Paraná y el Uruguay, la diferencia es notoria. En número de libros le seguía a Candelaria, el pueblo de Itapúa, cuya biblioteca contaba con 530 volúmenes. Obviamente, la biblioteca de Candelaria era inferior a otras de la Provincia, como las de los Colegios de Córdoba y Asunción. La primera contabilizaba al menos seis mil volúmenes, mientras que en la de Asunción había 4500. No obstante y a pesar de estar localizada en un espacio que se podría considerar periférico dentro del territorio rioplatense, Candelaria tenía la misma cantidad de libros que Buenos Aires, que poseía unos 3000 volúmenes.

En el caso puntual de la biblioteca general de Candelaria, los inventarios indican la existencia de una serie de objetos curiosos, que revelan el contacto de los jesuitas con ciertos saberes científicos y geográficos. Allí por ejemplo se conservaban tres “globos de madera” — seguramente globos terráqueos-, un “anillo solar grande con su aguja y nivel”, un objeto utilizado para obtener la hora solar local—y, por último, un “anteojo o tubo bueno”, seguramente un pequeño telescopio.

La mayor parte de la biblioteca era ocupada por libros relacionados con el fin principal del proyecto evangelizador, es decir aquellos relacionados con la Teología, Vidas de Santos, Historias eclesiásticas, etcétera. Estos sumaban cerca del 90% del total de la biblioteca. En los títulos relacionados con los saberes científicos se incluían libros de matemáticas, astronomía, geografía física, cartografía, medicina y botánica. No obstante, en líneas generales no ocupaban un lugar importante en el contexto general de la biblioteca. Los volúmenes “Matemáticos” y “Médicos” eran 102 y 70 respectivamente, y por lo tanto representaban un 5% y un 3% del total.

El contacto que el proyecto misional implicaba con el pueblo guaraní determinó el desarrollo de una comunicación eficiente para el proceso evangelizador. Para ello se estableció desde el siglo XVII la necesidad de aprender la lengua guaraní por parte de los jesuitas y la exclusión del idioma castellano como el utilizado para las comunicaciones con los indígenas. Esto convirtió en la vida rutinaria al guaraní como “lengua general”. Por ello una sección de la biblioteca estaba orientada a libros escritos en ese idioma. La funcionalidad de la biblioteca entonces, aunque ofrecía diferentes posibilidades temáticas estuvo íntimamente ligada al proceso misional que los convocaba.

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