Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)

Patronato de Menores de Misiones

viernes 07 de mayo de 2021 | 6:00hs.

En enero de 1931 se creó en nuestro país -por decreto- el Patronato Nacional de Menores comprendido en una ley que, para entonces, tenía más de veinte años de vigencia; un par de años después se llevó a cabo la Primera Conferencia sobre Infancia Abandonada y Delincuente en Buenos Aires; empezaba a cambiar el paradigma que regía en esos tiempos sobre la situación de la población infantil argentina, especialmente la más vulnerable que crecía en los Territorios Nacionales de la época.

En estos “nuevos vientos para el bienestar infantil”, como se lo calificaba en aquellos días, el 10 de marzo de  1938 se creó en Posadas el Patronato de Menores de Misiones para ambos sexos; en dos establecimientos se llevó adelante la tarea de proteger a la “niñez desvalida”. A los niños se los alojó -al principio- en una modesta vivienda de madera ubicada en el Parque Paraguayo, poco tiempo después la familia Poujade donó un predio de quince hectáreas al sur de la ciudad -actual barrio Miguel Lanús- y pasó a denominarse Colonia Hogar Jorge Eduardo Coll; en tanto, el de niñas estaba en Catamarca Nº 40 –esquina Jujuy- y se lo bautizó inicialmente Paula Albarracín de Sarmiento.

Los nombres no fueron elegidos al azar, Jorge Eduardo Coll fue un profesional del Derecho de nuestro país, docente, precursor e incansable impulsor de legislación específica destinada a la protección y salvaguarda de la minoridad argentina, especialmente de los más desprotegidos, pregonando la responsabilidad del Estado en su resguardo y en la prevención del delito juvenil; en tanto Paula Albarracín –más conocida con el apellido de su marido– fue una sanjuanina, hija menor de una tradicional familia venida a menos, madre de más de una docena de criaturas –uno de ellos llamado Domingo Faustino Sarmiento– y de las pocas vidas femeninas conocidas por hacerse cargo económicamente de sus hijos y hogar en el siglo XIX.

Por entonces, Villa Lanús parecía estar a mayor distancia del casco urbano de la ciudad capital… casi, casi se consideraba parte del “interior de Misiones”. La Colonia-Hogar de Varones estuvo a cargo del matrimonio de Enrique y Angélica Martín durante muchos años; en la década de 1960 sus instalaciones constaban de amplios pabellones dormitorios, jardines floridos y parquizados, cultivos atendidos por los niños y jóvenes, unas cinco hectáreas forestadas con ejemplares de pino elliotis, paraísos y eucaliptus y el asesoramiento de las áreas de Asuntos Agrarios y de Bosques del gobierno provincial; también funcionaban allí una fábrica de mosaicos –bajo la atenta mirada del señor Méndez- y otra de caños de cemento, donde los niños aprendían un oficio y la “cultura del trabajo”.

Dentro de la institución recibían educación formal hasta el sexto grado de entonces, los alumnos más destacados eran becados para continuar la educación secundaria en el novedoso Bachillerato Agrario de Eldorado o en alguna de las escuelas de enseñanza media de la ciudad.

Llegar hasta las instalaciones del Patronato de Varones no era fácil, por aquellos días sólo la línea 5 del transporte urbano de pasajeros hacía el trayecto hasta inmediaciones del arroyo Zaimán. Después de muchos reclamos, el recorrido se extendió hasta la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima; la zona era desolada y más solitario era el tramo desde la ruta nacional 12 hasta el hogar. El establecimiento más cercano era el Hospital Neuropsiquiátrico, que funcionaba donde actualmente se encuentra la Unidad Geriátrica de Miguel Lanús, y el ícono para orientarse era la estafeta de correos y central telefónica de la zona.

Por su parte, el Hogar de Niñas, ubicado “más en el centro”, tenía varios pabellones, patios y salones, jardines, una gran huerta para varias decenas de niñas y jovencitas que –generalmente- cursaban sus estudios primarios en la Escuela Nº 110 Hipólito Bouchard, y algunas de ellas continuaban el nivel medio en la Escuela Normal Mixta Estados Unidos de Brasil; se destacaba un amplio taller de costura, donde se impartían clases de corte y confección de carácter obligatorio.

Una de las pioneras de esta institución fue Isabel Llamosas de Alvarenga, paraguaya, docente y feminista, preocupada y ocupada en la educación de las mujeres especialmente, durante décadas el Hogar fue su norte; a su muerte, en el año 1983, la institución pasó a llevar su nombre.

Muchas vecinos y vecinas posadeños trabajaron en estos dos establecimientos; rescato dos nombres, dos mujeres que por muchos años se dedicaron a cuidar y velar por estas criaturas, la recordada y apreciada directora, Mary Raftopolo, y la celadora Celia Almeida –viuda de Rettori Lovera–, una multifacética y versátil trabajadora que supo desempeñarse en ambos hogares de menores y que nos dejara físicamente el pasado 10 de abril.

Las dos entidades estaban bajo la administración de una comisión directiva y contaban con la colaboración de numerosas familias que, a veces, anónimamente hacían llegar sus donaciones mensuales: no siempre fue fácil afrontar la manutención o sortear los días cuando la despensa estaba vacía y el pan no era suficiente para acompañar al mate cocido

El tiempo -como siempre- marcó nuevos rumbos, el predio de Villa Lanús fue adquirido en los primeros años de la década de 1980 por el club de golf Tacurú y una parte del Hogar de Niñas también fue vendido.

Si bien el Patronato de Menores de Misiones nació bajo el fragor de la Declaración de los Derechos del Niño por parte de la Organización de Naciones Unidas en el año 1957, la realidad necesitó más veinte años para darles voz y otro tanto para la implementación de protocolos en pos de su cumplimiento efectivo; en nuestro país tardó un poco más…

Faltan muchos eslabones en la historia de estas dos instituciones misioneras, pioneras en el cuidado de niños y niñas en estado de vulnerabilidad; ojalá podamos conocer más de ellas en un futuro cercano.

¡Hasta el próximo viernes!

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