Realizan parquizado y tienen un taller textil

La cooperativa de la resiliencia

Hace más de cuatro años crearon la Cooperativa Misioneritas, que contiene a más de 300 mujeres que buscan independencia económica para poder alejarse de sus agresores
miércoles 28 de abril de 2021 | 6:08hs.
La cooperativa  de la resiliencia
La cooperativa de la resiliencia

La violencia de género tiene mil caras. Hoy se sabe que no es necesario un golpe para vivirla, sino que el agresor puede otorgarla de forma psicológica, económica o sexual, entre las más comunes. También se sabe que este flagelo no distingue clases sociales, pero la realidad es que cuando sucede en ámbitos de extrema pobreza y vulnerabilidad, todo se vuelve aún más complejo.

Bajo esta premisa se creó Misioneritas, una cooperativa de trabajo ubicada en el barrio A 3-2 de la ciudad de Posadas, integrada por víctimas de violencia de género, hace ya más de cuatro años.

Las trabajadoras se dedican a brindar servicios de parquizado, desmalezamiento, poda y además integran un consorcio textil -donde también colaboran sus hijos- y hoy están abocadas a la confección de ambos.

El Territorio dialogó con Victoria Vázquez, quien oficia de secretaria pero es además una enorme contención para quienes llegan en busca de ayuda. Su realidad no escapa al resto, ya que en su momento vivió en carne propia la violencia económica, pero buscó independizarse y hoy su misión es ayudar a otras.

“Fuimos buscando la manera de generar trabajo e independencia económica, que es una gran herramienta que podemos darle hoy por hoy a una compañera que está pasando por una situación de violencia. Primero éramos 35 y hoy estamos cerca de 300”, contó.

“La mayoría son sostenes de hogar. Trabajamos con mujeres muy humildes que viven en asentamientos, abarcamos varios barrios, también tenemos compañeras de Garupá y Candelaria. Hoy por hoy nos llaman mujeres del interior de la provincia y nos piden orientación, o que las ayudemos a conseguir máquinas de cortar pasto para organizarse y salir de su círculo de violencia”, detalló.

En este sentido, comentó que durante la pandemia surgió el taller textil, sobre todo teniendo en cuenta que muchas de ellas aún conviven con sus agresores y el confinamiento las obligó a estar las 24 horas con ellos.

“Yo vengo de movimientos feministas y entendí que está bueno visibilizar y salir a marchar, pero la realidad es que la que sufre violencia de género ni siquiera puede ir a una marcha. Ahí es donde creo que tenemos que buscar herramientas”, reflexionó.

A pesar de ser una cooperativa independiente, reciben ayuda por parte de diferentes instituciones del gobierno provincial y sectores privados. Actualmente trabajan en la creación de una casa de contención a partir de un espacio cedido por la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) que comenzará a funcionar a mitad de año, donde contarán con diferentes profesionales de salud, abogados y capacitación laboral.

Sobreviviente del dolor

Este medio dialogó con algunas de las integrantes de la cooperativa, quienes accedieron a contar su historia y cómo llegaron hasta aquí. Algunas -todavía- no pueden poner en palabras lo que vivieron. Otras, con lágrimas en los ojos y la voz quebrada, recuerdan el calvario pero firmes en su decisión de no volver atrás y de poner pecho y corazón para ayudar a otras.

Tamara Giménez tiene 29 años. Es madre de tres hijos de 12, 6 y 2 años. Su vida está marcada por la violencia. “Yo llegué a la cooperativa porque sufrí abusos desde chica. Conté todo lo que me había pasado hasta mis 21 años, cuando pude salir de donde estaba. Mi madre me había vendido y además sufrí abusos por parte de mi padrastro desde los 12 años”, comenzó relatando.

Y detalló: “Cuando tenía 8 años mi madre me vendió a un viejo, él siempre llevaba bebidas a la casa de mi mamá, ellos tomaban mucho y me hacían tomar a mi. Este hombre me acosó toda la vida, le pagó en aquel entonces 3.000 pesos a mi mamá y le dijo que cuando cumpliera 15 tenía que estar con él”.

Era apenas una niña y quienes se suponía que debían cuidarla eran justamente quienes vulneraban todos sus derechos. Incluso, en una ocasión, su padrastro llegó a decirle frente a su madre que no la veía como a una hija sino como a una mujer. Pese a las denuncias, ambos están en libertad.

Para Tamara no había salida. En aquel momento, la única forma viable de poder salir del calvario era formar su propia familia. “A los 16 años busqué quedarme embarazada para poder irme de mi casa, cuando me quedé embarazada el papá de mi hija me abandonó”, recordó.

Poco tiempo después conoció al hombre que más tarde se convertiría en el padre de sus dos hijos más pequeños, pero la suerte fue la misma. “Cuando mi nena más grande tenía dos meses él me pegó, me tiró arriba de los adobes de ladrillos, vivíamos en una olería. Ahí levanté una denuncia en la Comisaría de la Mujer. Nos separamos pero tuvimos otros encuentros y me volvió a pegar, fueron reiteradas veces”, aseguró en la charla con este medio.

En una marcha feminista, Tamara conoció a una joven que le contó de la cooperativa y decidió unirse; primero ingresó como reemplazo hasta que logró ganarse un cupo. Aunque pudo salir de ese círculo de violencia, aún sigue en contacto con su agresor, con quien comparte dos hijos. “Me trabaja mucho psicológicamente, él no ve más a los chicos, pero me dice que cuando él quiera me va a pasar la plata para ellos, además ahora tiene otra mujer”, comentó.

“A veces tengo días que siento que no puedo más, que no voy a poder luchar más, pero tengo a mis tres hijos y no quiero que pasen por lo mismo que yo pasé”, cerró.

Líneas de ayuda
Línea 137
Contra la violencia de género
Línea 911
Para emergencias de todo tipo
3764-249224
Whatsapp para pedir auxilio

 

Nota relacinada

“Nos ayudamos entre nosotras, a todas nos pasó algo similar”

En el taller textil trabajan también algunos de sus hijos. Fotos. Marcelo Rodríguez
El taller funciona en el barrio A3-2 de Posadas.
Actualmente realizan ambos para médicos y enfermeros.
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