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Tributo al Diego

lunes 26 de abril de 2021 | 16:15hs.
Tributo al Diego

Los seres humanos atesoramos recuerdos de hechos pasados en nuestras vidas, a veces tristes, a veces alegres, a veces inolvidables.

En un vuelo de Aerolíneas Argentinas cuyo recorrido era Buenos Aires, México, Miami, en el año 1986, emprendí con mi compadre Nicolás la odisea el ir a ver el Mundial de Fútbol “México 86”.

La Embajada americana no me concedió la visa para ingresar al país, por lo que no utilicé una parte del trayecto del vuelo y me instalé definitivamente en los pagos del Chavo del 8.

Como todos nuestros pensamientos sobre el resultado positivo de la Selección eran plenos de escepticismo. El vuelo hizo escala en Lima, y en una conversación que tuve con el periodista Néstor Ibarra me comentó:

– ¡Nosotros venimos de paseo!

El pueblo mexicano es un pueblo hospitalario, pero en lo futbolístico ellos eran hinchas de Brasil, enamorados aún del Brasil 1970 de Pelé, Gerson y Jairzinho.

Me llamó la atención que para la prensa nuestra selección estuviese entre los cuatro candidatos a ganar el título con Alemania, Inglaterra y Brasil.

 En la tierra azteca nos encontramos con muchos argentinos y finalmente recalamos con Pepe, Silvio, Juan, Jorge Eduardo, Juan Carlos y Roberto en el Hotel Compostela; un alojamiento sencillo, pero con seguridad, porque el país anfitrión esta obsesionado con organizar el mejor Mundial.

Empecé a comprender quién era Maradona en el primer partido de Argentina contra Corea del Sur. Los asiáticos, especialistas en artes marciales, le tiraron miles de patadas tratando de encontrarlo, con la idea de que el jugador zurdo sale habitualmente para un lago. Diego salía para ambos lados.

 La cadena de televisión Televisa realizó un programa de dos horas con este partido y un seguimiento especial a nuestro capitán mostrando los movimientos artísticos con tomas desde la cintura a sus pies. Una joya.

Si bien es cierto el Narigón Bilardo armó un equipo disciplinado, el director de la orquesta era el jugador que tenía la 10 en la espalda y así se vio en Puebla cuando “desafiando las leyes de la física” le hizo prácticamente con un guante el gol al arquero italiano Giovanni Galli.

Se venía lo más bravo, pero comenzamos a creer, a tener confianza en el equipo, que empezó a ser respetado.

En Puebla con Uruguay estuvo duro, nos bancamos la lluvia torrencial, el tiro a rastrón de Rubén Paz, pero el Diego pedía la pelota y la escondía bajo sus botines.

El partido con los ingleses fue algo especial, por todo lo que lo rodeaba, la historia reciente de Malvinas, la rivalidad existente, el poderío futbolístico de los piratas.

Maradona se vistió de “galera y bastón” para definir el partido con ese gol que fue considerado “el mejor de todos los mundiales”.

Se dice que después de ese gol la Argentina estuvo en silencio durante un mes para recuperarse de la “afonía del festejo”

En el partido con Bélgica “el mago” desplegó todo su repertorio, le hizo dos goles al mejor arquero del mundial Jean Marie Pfaff, uno prácticamente cayéndose al césped. El mismo portero reconoció que en las dos jugadas hizo lo que debe hacer cualquier arquero; pero Maradona lo sorprendió cambiándole el palo casi desde el suelo.

En los siete encuentros Diego ingresó a la cancha con los cordones de los botines desatados, el precalentamiento lo realizaba separado del resto del equipo, con la pelota en los pies, en el pecho, en los hombros, la rodilla o la cabeza; la gente no paraba de aplaudir, y cualquier espectador que pagó la entrada se daba por hecho con semejante “show”.

Llegó el 29 de junio, la final con Alemania, la ilusión intacta para lograr el segundo título mundial y una fiesta impresionante con el triunfo y esa corrida espectacular de Burruchaga para ganar el partido y el Mundial.

Por haber vivido como “hincha” la consagración de nuestra selección enfrentando a equipos que tenían a los mejores jugadores del mundo, entendí con el tiempo el privilegio que tuve de haber visto al mejor Diego Armando Maradona en toda su carrera deportiva. Lo valoro hoy aún más, porque la Albiceleste no pudo lograr otro título.

Durante un año después de México 86 no fui a ver ningún partido profesional, tampoco miraba por televisión.

Coincido con Enrique Pichón-Riviere cuando dice que el fútbol tiene “algo de magia y algo de catarsis”; en ese elemento mágico en los deseos de la masa, Maradona representa “uno de sus mesías y su redentor”.

Si alguien me pregunta si murió Diego Armando Maradona, le voy a responder que no, que está jugando con las cebollitas en Villa Fiorito, que lo sacó campeón al Nápoles, que esta haciendo jueguitos con una pelota de tenis sin que se caiga al suelo, o que está festejando con todos nosotros ese gol inmenso mágico y maravilloso que le metió a los ingleses en el estadio Azteca, con baile incluido.

 

Publicado en ideasdelnorte.com.ar.

 

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