Pinceladas de historia

Bonpland, un científico francés en Misiones

domingo 25 de abril de 2021 | 6:00hs.

La figura de Amado (o Aimé) Bonpland ha sido estudiada en ciertos círculos de historiadores y naturalistas por su desempeño como singular botánico integrante de importantes instituciones científicas, pero fundamentalmente por haber sido protegido de la Emperatriz Josefina, esposa de Napoleón Bonaparte, quien le confió la organización del más importante vivero y jardines de Malvaison en la París napoleónica.

Caído Napoleón, Bonpland decide aceptar la invitación a Venezuela de su amigo Simón Bolívar a quien había conocido en Europa y a quien ya había visitado en Caracas donde se interesó por futuras investigaciones en las selvas venezolanas.

A fines de 1816 se lanza hacia América, pero las circunstancias políticas graves que atravesaba Venezuela lo obligan a torcer su rumbo hacia Buenos Aires donde también había sido invitado por Bernardino Rivadavia. Sin dudas su viaje a América no fue con un objetivo turístico. Guillermo Furlong indica que “no fue un viajero más, fue una verdadera embajada, pues traía consigo lo más selecto de su biblioteca, sus colecciones botánicas y aún plantas vivas”. Reside tres años en Buenos Aires donde fue uno de los principales organizadores del Jardín Botánico. Pero desde un primer momento le interesó la comercialización de la yerba mate. Por ello decide organizar un viaje hacia estas tierras en 1820.

Misiones en ese momento se hallaba en una grave situación de decadencia después de la derrota del artiguismo. Muchos de sus pueblos habían sido destruidos y abandonados. Algunos apenas subsistían con mínima población. Y el territorio, fragmentado, administrativamente formaba parte de la República Entrerriana, creada ese año 1820 por Francisco Ramírez, vencedor de José Artigas.

En junio de 1821, después de haber permanecido un tiempo en Corrientes y Caá Catí , se dirige a Misiones. Como prolijo científico viajero, ha dejado descripciones muy ricas de su travesía por estos lares. Menciona el buen estado de ciertas capillas como San Borjita que en pocos años se constituiría en una de las postas fundamentales de la ruta desde Trinchera de San José hasta Santo Tomé. El 22 de junio pasa el Garupá y llega a Candelaria a la que describe como “uno de los pueblos más considerables de Misiones….aunque no queda ni una sola habitación disponible…todo ha sido quemado por los paraguayos y todo se reduce a escombros.” Recordemos que estos pueblos habían sido incendiados por orden de Rodríguez de Francia en 1817 y su población trasladada al Paraguay.

Pero será Santa Ana el pueblo elegido por Bonpland para iniciar sus investigaciones sobre la yerba mate. Considera este lugar “ideal para la construcción de un pueblo”. Ordena limpiar la huerta de la antigua reducción y planta allí tabaco, entre los naranjales, higueras y bananos que ya existían. Del cerro de Santa Ana indica que había sido el último campamento de José Artigas antes de pasar al Paraguay a su exilio, el 5 de septiembre del año 1820.

Con el triunfo de Ramírez sobre Artigas, Misiones no sólo había perdido su autonomía, sino también al sucesor de Andresito, Francisco Javier Sití, obligado a radicarse en Rio Grande do Sul. En su reemplazo, quedó Nicolás Aripí a quien le había sido ordenado el cuidado de los yerbales misioneros. Este, desde un destacamento muy pobre cerca de San Ignacio controlaba lo que quedaba de Misiones. El 27 de junio, según narra el historiador misionero Jorge Machón, se produjo el encuentro entre el comandante misionero Aripí y el científico francés Bonpland.

Según el francés, el indio misionero lo trató con gran dignidad y describe el escenario del encuentro: “El Capitán nos recibe con la más alta distinción, la tropa presentando armas (eran 8 hombres), la bandera desplegada (la artigueña) y una virgen nuevamente pintada había sido vestida a nuevo y adornada con guirnaldas”. Este texto nos revela claramente la continuidad de los sentimientos religiosos de los guaraní-misioneros, como así el respeto al símbolo federal de la bandera de Artigas.

Las circunstancias políticas críticas que comienza a vivir el Litoral después de la muerte de Ramírez en 1821 y la presencia de Bonpland en Santa Ana van a provocar ciertas suspicacias del gobernante paraguayo, Rodríguez de Francia quien ordena a su subdelegado de Itapúa, Norberto Ortellado que “es necesario que los traigamos todos de este lado para repartirlos en los pueblos, como se hizo con los demás indios” (se refiere a la invasión de 1817). El 2 de diciembre instruía a aquel comandante “que se apoderen de cuanto animal se pueda y de las familias… persiguiéndolas hasta donde se pueda y pegando fuego y destruyendo los ranchos, chacras y cuanto hayan hecho”. El 7 de diciembre de 1821, 400 paraguayos cruzaron por Candelaria. El parte de guerra indicaba que, “los pueblos de San Ignacio, Capilla y Loreto los he hecho quemar porque existían bastantes hileras de casas… de chacras nada, sólo una del Indio Nicolás (Aripí) y otra del francés (Bonpland)…las mismas ya están desoladas”.

Bonpland fue destinado a una chacra cerca de Asunción. Muchos gobernantes ilustres de la época rogaron a Francia que lo libere, pedidos desoídos por el mandatario paraguayo. Hasta hubo un intento de liberar por la fuerza al sabio francés por parte del propio Simón Bolívar.

Lo cierto es que, liberado, muchos años después, este prominente hombre de ciencia francés terminó sus días en 1858 en el sur de Corrientes, cerca de Paso de los Libres, en un lugar que hoy recuerda su nombre.

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