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Fueron imputados trece policías de la UR II de Oberá

Se cumplen diez años del homicidio de Wasyluk y la impunidad persiste

Desde la querella volvieron a pedir fecha para debate oral. “Exigimos que este año se realice el juicio”, subrayó el abogado Rafael Pereyra Pigerl. El recuerdo del único hijo de la víctima

domingo 25 de abril de 2021 | 0:15hs.
Se cumplen diez años del homicidio de Wasyluk y la impunidad persiste
Wasyluk, su padre y su único hijo, hoy de 20 años. Foto: Daniel Villamea
Wasyluk, su padre y su único hijo, hoy de 20 años. Foto: Daniel Villamea

La autopsia practicada sobre el cadáver de Hugo Miguel Wasyluk (38) graficó un castigo y una agonía indescriptibles. Los detalles son horrendos. El 26 de abril de 2011 -hace diez años- su cadáver fue hallado en una celda de la Seccional Primera de Oberá.

La instrucción probó que la víctima fue torturada por algunos policías y después otros encubrieron el crimen, lo que derivó en el deceso.

Por el hecho -ya icónico de la brutalidad institucional en Misiones- fueron imputados trece policías, aunque transcurrida una década varios fueron dados de baja y otros se acogieron al retiro. Tanto es así, que actualmente sólo quedan en actividad cinco de los trece.

Al mismo tiempo, según alertó el abogado Rafael Pereyra Pigerl, querellante particular en de la familia de la víctima, el paso del tiempo implica la prescripción, lo que beneficia a los acusados.

“Exigimos que este año se realice el juicio por el homicidio de Hugo Wasyluk, no se puede seguir esperando”, remarcó el letrado en diálogo con El Territorio.

En ese sentido, el pasado 5 de abril presentó un pronto despacho solicitando fecha para el debate oral en el Tribunal Penal Uno de Oberá.

“Atento al tiempo transcurrido -años- sin fijarse fecha de debate, sin perjuicio de entender la situación actual de pandemia de Covid-19 y los decretos de Emergencia Sanitaria, se hace necesario fijar fecha de debate oral. Ello con todos los recaudos y herramientas necesarias, incluso los sistemas digitales, teniendo en cuenta la gravedad de los delitos imputados y elevados a juicio, y la grave demora. Por lo que solicito pronto y urgente debate”, se cita en el escrito de Pereyra Pigerl.

Previsiones
Con relación a las restricciones vigentes, el debate por el homicidio de Wasyluk deberá programarse en un espacio físico amplio por la cantidad de imputados y otros actores que intervendrán durante varias jornadas. Se estima la presencia de 40 testigos.

Pero dicha cuestión ya fue mencionada incluso antes de la pandemia y los requerimientos para mantener el distanciamiento social, habida cuenta las acotadas dimensiones de la sala de debates del Tribunal Penal de Oberá.

Por ello tiempo atrás se barajaron opciones como la Casa de la Historia y la Cultura del Bicentenario, de calle Larrea y avenida José Ingenieros; el polideportivo municipal Ian Barney y hasta el predio del Escuadrón 9 Oberá de Gendarmería Nacional Argentina (GNA) para albergar el juicio.

Los acusados
Con relación a los imputados, los más complicados son el sargento Pedro De Mattos, el cabo Carlos Antonio Gómez y el agente Ricardo Javier Rodríguez, sobre quienes pesa la carátula de “tortura seguida de muerte” y podrían ser condenados a prisión perpetua.

Los tres citados cumplían funciones en la comisaría de Villa Bonita y fueron quienes redujeron y detuvieron a la víctima, la noche del 25 de abril del 2011.

Para la Justicia, De Mattos, Gómez y Rodríguez fueron los responsables de propinarle el mayor castigo a Wasyluk, por lo que permanecieron más de tres años detenidos. Fueron liberados en mayo del 2015 tras pagar una caución de 50 mil pesos cada uno, por lo que esperan el juicio en libertad, como los otros diez implicados.

Según consta en el expediente, luego de varios meses detenido, el agente Rodríguez decidió romper el silencio y contó con detalles de cómo golpearon a Wasyluk. Incluso, argumentó que estaba amenazado por sus propios camaradas.

Por la gravedad de la imputación, los tres citados fueron dados de baja por la Jefatura de la Policía de Misiones y ya no pertenecen a la fuerza.

Por el mismo hecho están procesados Jorge Antonio Heijo y Wilson Ricardo González, acusados del delito de “omisión de denuncia de torturas e incumplimiento de los deberes de funcionario público”. González también fue dado de baja.

Cinco de trece
Asimismo, Miguel Ángel Espíndola, Hugo Ariel Basaraba, Carlos Ariel Lentini, Andrea Rosana Harasimezuk, Alejandro Fabián Núñez, Luis Alberto Silva, Gustavo Javier Fontana y el médico policial José Orlando Morales fueron imputados por el delito de “incumplimiento de los deberes de funcionario público”.

Según precisaron desde la Unidad Regional II, Espíndola y Silva pasaron a retiro a fin del año pasado, situación que ya revisten Núñez y Morales.

En tanto, Heijo, Basaraba, Harasimezuk, Fontana y Lentini serían los cinco que lleguen a juicio siendo parte de la fuerza.

La salvedad podría darse en el caso de Lentini, quien actualmente se halla en situación de disponibilidad por el escándalo de la desaparición de un kilo de cocaína del depósito de la División Toxicomanía, de la cual era jefe al momento del hecho.

También Basaraba está imputado por el mismo caso, aunque fue ubicado en otra dependencia de la UR II.

Por ello, la situación administrativa de Lentini y Basaraba queda supeditada al avance del expediente por el faltante de droga que se tramita en el Juzgado Federal de Obéra.

“Pedía por la mamá”
El homicidio de Wasyluk se constituyó en un caso paradigmático de la violencia institucional en Misiones. Su cadáver fue hallado el 26 de abril del 2011 en una celda de la Seccional Primera de Oberá.

La autopsia determinó que sufrió una hemorragia masiva que impidió que su corazón pueda bombear suficiente sangre al cuerpo y sus órganos dejaron de funcionar. A consecuencia de ello aspiró su propia materia fecal.

El cadáver presentaba “múltiples lesiones traumáticas a nivel torácico de tipo compresivas, producidas con gran peso”, se cita en el expediente, como también que uno o más uniformaron lo atacaron a rodillazos estando tendido.

En tanto, las marcas que se observaron en sus muñecas explicitaron que fue agredido estando esposado, por lo que tampoco tuvo la mínima posibilidad de defensa, lo que desactivó el argumento policial de que el detenido opuso resistencia a la autoridad.

Según determinó la Justicia de instrucción, Wasyluk fue reducido a golpes, detenido y trasladado a la comisaría de Villa Bonita y, ya esposado, siguió sufriendo un duro castigo.

Ante el evidente malestar que presentaba, horas después de su detención -el 25 de abril del 2011 por la noche- se decidió su traslado a la Seccional Segunda de Oberá, donde no lo recibieron porque estaba muy golpeado.

Tampoco en la Seccional Primera quisieron alojarlo, ya que al observar el estado del detenido, el responsable de la guardia solicitó que fuera revisado por el médico policial en turno, José Orlando Morales, quien rubricó que padecía lesiones “superficiales”.

Por su parte, uno de los efectivos de la Primera reconoció que al entregar la guardia dejó constancia en el libro de que “el informe médico no coincidía con lo que presentaba el detenido. Estaba muy mal, como que deliraba. Pedía por la mamá y una frazada”, declaró.

 

El dolor del hijo

En diálogo con El Territorio, Lucas Wasyluk (20), el único hijo de la víctima, insistió con el pedido de justicia. “Yo compartía mucho con él, era muy bueno conmigo, muy cariñoso. Lo extraño, me hace mucha falta. Yo tenía diez años cuando la Policía mató a mi papá y eso me afectó mucho, no entendía por qué hicieron eso, si están para cuidarnos. Ahora entiendo un poco más las cosas y quiero justicia. Que los culpables paguen”, reflexionó el joven.

Y agregó: “Me sacaron a mí papá de la peor forma y lo único que quiero es que los culpables paguen. No quiero venganza, quiero justicia”.

Fanático de los deportes, comentó que “el fútbol me ayudó mucho a canalizar mi tristeza; me ayudó a creer que podía lograr mis metas. Una de las cosas que más me hubiera gustado es que mi papá viera mis goles”.

Y recordó como si fuera hoy el momento en que se enteró del hecho. “Estaba en la escuela y mi mamá me fue a buscar más temprano, entonces le pregunté por qué y ella me contó lo que la Policía le hizo a mi papá. Me acuerdo que me largué a llorar. Después la gente comentaba cómo le pegaron y eso me afectó mucho. Por eso me tuvieron que llevar a un psicólogo”, reconoció.

Al momento del hecho sus padres estaban separados, pero el joven aseguró que tenía una relación fluida con su papá, quien vivía en la casa paterna.

También mostró una foto con su padre y su abuelo, un recuerdo que atesora y lleva consigo a todos lados. Una síntesis del amor que perdura.

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