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Cinco historias contadas por sus protagonistas

Misioneros en Buenos Aires: ante el colapso sanitario y la incertidumbre

La experiencia de vivir lejos de sus seres queridos sumada al miedo de no encontrar camas y las guardias explotadas, una realidad que atraviesan los que se fueron

domingo 25 de abril de 2021 | 0:15hs.
Daniela junto a Marcelo, su marido.

La misionera Daniela Cortés vivió toda su infancia y adolescencia en el barrio Villa Urquiza de Posadas. Tomó vuelo cuando fue a estudiar a La Plata y actualmente vive en la Ciudad de Buenos Aires (Caba), donde se desempeña como periodista.

En una charla con El Territorio, contó cómo vivió la pandemia desde sus inicios hasta llegar a la segunda ola, que recientemente golpeó la puerta de su casa. Confesó que el año pasado, al principio, veía la realidad a través de las noticias, lo que salía en televisión pero aún era impalpable para muchos.

“Vos veías que los hospitales se estaban preparando, que los médicos anunciaban lo que se venía, la clase política se ponía de acuerdo para ver cómo nos preparabamos de la mejor manera. Pero todo era a través de lo que te contaban, era algo muy lejano”, recordó.

Este año, cuando se creía que la historia ya sería casi una anécdota, las cosas se pusieron mucho peor. “Sentí que la segunda ola se metió en las casas, ya no lo vemos por la tele sino que inundó las casas porque en este momento no tengo a nadie de mis amistades, compañeros, vecinos, colegas que no hayan tenido el virus y en casos peores que llegaron a la terapia intensiva o fallecieron”, aseguró.

Aunque ya lo venía viendo de cerca, afirmó que la segunda ola llegó a su casa el 12 de abril, cuando su marido, Marcelo, comenzó a sentirse mal. Al finalizar sus jornadas laborales, ambos realizan ejercicios juntos, pero ese día, él manifestó que no lo iba a hacer.

“Le insistía para que vayamos (al gimnasio), le decía que le iba a hacer bien y él me repetía que estaba cansado. A mí no me llamó la atención y me fui. A la noche comimos, nos acostamos y empezó con fiebre”, rememoró.

Ante esta situación, al día siguiente llamaron a su prepaga y esa misma noche se hisopó. El resultado fue Covid-19 positivo. Daniela recuerda que los primeros días se sintió bien hasta que el día siete manifestó dificultad para respirar.

“Nosotros ya nos habíamos comprado un oxímetro que te marca la saturación de oxígeno. Eso quiero destacar que la gente tiene que tener mucho cuidado porque no somos médicos y no sabemos usar esas cosas. Entonces, le puse el oxímetro en el dedo y le marcó 92. Me asusté porque nos habían dicho que debía marcar siempre de 95 para arriba y la temperatura no más de 37,5º”, detalló.

Entonces entró en pánico. Rápidamente salieron camino a una guardia de emergencias y Daniela aseguró que pudo evidenciar en carne propia lo que antes veía por la televisión. “Antes te ibas a una guardia y había un montón de gente que se accidentó o por un dolor de panza. Pero ahora si te vas a una guardia no ves nada de eso. Toda la gente que va es por Covid-19”, aseguró.

Daniela y Marcelo tenían a quince personas en la fila antes que ellos. Cuando llegó su turno, le tomaron la saturación y les dijeron que estaba respirando bien. “Esa fue la primera lección aprendida, que muchas veces no hay que guiarse por estos aparatitos que uno compra porque a veces uno no lo sabe manejar y los médicos ven otras variables en el paciente”, admitió.

“Me transformé en enfermera”
Afortunadamente, Marcelo cursó la enfermedad sin riesgos, aunque con algunos síntomas propios del virus. Pero cuando creían que todo había terminado, llegó la segunda parte.

“En el medio le dio positivo a mi hijo de 18 años que amaneció con fiebre y dio positivo al test. Ahí me transformé en enfermera, médica, mamá, periodista”, dijo Daniela.

Entre otras cosas, confesó que se encontró desbordada por la situación y se sacó licencia para dedicarse a su familia. “Lo que noté es que la cuestión de la cabeza y el ánimo influyen mucho porque yo me sentía bárbara”, comentó.

Como si fuera poco, días después se contagió ella misma. “En ese momento mi cabeza se disparó y pensé de todo. Por eso digo que la cabeza trabaja a mil. Acá hay un miedo muy grande en la gente, que si necesitás una cama no haya”, afirmó.

Aunque en su caso no fue necesaria la internación ni tampoco para los demás miembros de su familia, sostuvo que el miedo es constante y que “eso te trabaja mucho la cabeza y te angustia”. Hoy se encuentra estable, aunque estará aislada hasta el 2 de mayo.

“Lo que siento es que hay mucha confusión en la gente por las peleas políticas. Entonces todos los días es una incertidumbre donde no sabés si van a haber clases o no, por ejemplo. Y eso no suma y genera confusión social”, observó. Además analizó que muchas veces se utilizan palabras como “colapso” o “tsunami” que generan temor y angustian a la población.

“Lo que deseo es que esto se termine, siento que estamos en una película de terror. Lo que quiero es que toda la gente que necesita asistencia realmente la tenga, que todos tengamos a un médico o alguien que nos ayude”, reflexionó.

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