Bajo la sombra de los árboles

domingo 04 de abril de 2021 | 6:00hs.
Bajo la sombra de los árboles
Bajo la sombra de los árboles

Como era su costumbre, Eusebio, comenzó la conversación con Pedro, el hijo mayor, mientras iban por el camino de polvo rojo.

- Ojalá la suerte nos acompañe. Las nubes que están allá, me acobardan un poco, pero según mi pronóstico, aguantará hasta que estemos de vuelta. Para la tardecita, seguro llega la lluvia.

Atrás los cajones con mandioca y lechuga, en fila, los acompañaban.

- Si vos decís, seguro será así, nunca le errás con el tiempo… papá.

- No te olvides de la esquela que me dio tu mamá para el almacén.

El monte bordeaba el pasar. Conocían de memoria ese recorrido de cuatro veces a la semana, hacia el pueblo. La bajada producía un cosquilleo especial. La tierra colorada se presentaba más definida que nunca. A las nueve, el calor húmedo comenzó a subir, soportable porque el sol permanecía tapado todavía.

Debían hacer todavía los yerbales de los Monzón , Lachewski y el pinar de los Ojeda, un kilómetro más, doblar hacia la derecha y en la esquina siguiente, luego de 90 minutos, desde la partida, ya estaban.

- Cuando venimos así, con el carro, aunque para ahorrar también un poco combustible, me hace acordar a cuando yo acompañaba a tu abuelo, igualito. Es como una herencia, continuar con lo que me dejó mi padre; aunque los tiempos cambiaron mucho. Antes ni los tutéabamos, nada que vos, todo era “usted”. Tampoco luz eléctrica, ahora gracias a la Cooperativa, tenemos otras comodidades, también la camioneta, aunque tiene sus años.

- No sé qué pasó pero anoche no pudimos mirar la tele papá. Parece que el ventarrón de la mañana movió el cable.

- A la vuelta, voy a ver qué pasó; tenés que ayudarme con la escalera gurí…

Un Senda azul pasó y Pedro devolvió el saludo entusiasmado, mientras un río de polvo inundaba el camino.

- Quiénes son, preguntó Eusebio

- Compañeras de curso y el hermano mayor de Tomás es el que maneja.

- Cómo vas con las materias estos últimos meses. Mirá que sólo faltan tres meses.

- Bastante bien. Creo que no rendiré ninguna papá. Eso sí, cinco, raspando nomás, apenitas; pero Matemática y Física, 9 y 8; ya sabés, me gustan mucho las dos.

En eso, ya estaban en el mercadito.

El joven, pegó un salto y sin que su padre le dijera algo, se dispuso a bajar los pedidos.

Los dueños los recibieron con alegría.

- Estábamos preocupados, nos quedamos completamente sin raíces y lechuga! La vecindad pide.

- Todo fresco, como siempre, Doña Sara. Ah, la notita y pedido de la patrona.

- A ver….sí ¡ Termino de atender a estos dos señores y ya preparo!

- Eusebio miró todo nuevamente, mecánicamente, ya que conocía de memoria cada sitio.

- Se acercó a la puerta, su hijo lo siguió.

- Necesitás algo hijo?

- No papá. Por ahora nada. La próxima, hojas de carpeta. Ah, bajo el termo y pido agua caliente.

- Aquí tiene lo suyo. Sara tomó la calculadora viejita, hizo la suma y restó los gastos del pedido. De todas formas hizo el cálculo también con el lápiz, no se acostumbraba.

- Esto es lo que le tengo que pagar Eusebio. Mire… y le mostró el importe que figuraba en la máquina.

- No hay problema, cuentas claras conservan la clientela.

- Asimismo Don Eusebio. Para la próxima me trae también un poco de zapallo, además de lo de siempre.

- Yo anoto papá, dijo Pedro.

A Eusebio le complacían mucho esas actitudes de su hijo, todo echaba de ver…

La mujer le pasó cinco billetes y el termo cargado.

- Con agua a punto, calentada sobre la plancha de la cocina a leña, más rico saldrán los mates.

Al salir, los almaceneros los acompañaron hasta afuera. Aunque todavía nublado, el sol se mostraba pálidamente, allá lejos.

El regreso siempre era más placentero.

Al pasar por un arroyo, el padre acercó el carro bajo un árbol, donde el caballo también pudiera descansar. Recordaba que la lluvia llegaría; pero no les preocupó mucho, ya habían cumplido con uno de sus clientes de la chacra.

Se sentaron sobre unas rocas grandes. El agua pasaba tan transparente, que las ramas se reflejaban en la misma y se podía ver parte del fondo. La tranquilidad del paisaje llegó a los dos como una caricia.

- Por acá cerca hay una vertiente. Antes de que te vayas a estudiar, me gustaría tomar unos tereré con esa agua, tan sana y pura. Cuando comience el calor, acordate de traer una jarra.

- Tomemos unos mates tranquilos. Falta bastante para que oscurezca.

- Vos preparás papá y yo cebo.

El más viejo, se concentraba para hacerlo, sin embargo era tan placentero compartir de esa manera “los amargos”, que el tiempo pasaba sin que fuera un martirio.

- Mirá papá. Pedro sacó su celular, que ya tenía dos años de uso. Buscó en “Anotaciones”. Y leyó en voz alta. “Las inscripciones para las Carreras de la Facultad se extienden de…..”

- Bueno, mi hijo, respondió suspirando fuerte. Me dijeron que ahora podés estudiar más cerca, pero si vos elegiste ir hasta Posadas, nosotros te apoyamos porque confiamos en que vas a salir adelante.

Como si se hubiera acordado de algo Eusebio sacó un monedero pequeño .

- Esto es lo que te corresponde de la venta de hoy y le pasó dos de los cinco billetes recibidos. Los otros son para tu mamá. Pedro se miró en los ojos de su padre.

- No , no…

- Sí, así fue también mi padre conmigo. Es bueno que el trabajo se valore, hay esfuerzo tuyo en todo lo que se cosecha, te merecés.

- Gracias papá, sumo a mis ahorros para estudiar, entonces.

- Claro, me gusta así, me siento orgulloso de tu forma de ser, responsabilidad y amor a la familia; nos alegra porque de la casa sale la educación más importante.

- Como me enseñaron ustedes con el ejemplo.

Un vientito de lluvia comenzó a soplar.

- Vamos , dijo Eusebio

- Sí, vamos.

Las hojas de los árboles se movían. También el caballo se puso en listo e irguió las orejas.

Los nubarrones ganaron el cielo, mientras que desandaban el regreso con cierto apuro.

- Creo que ganaremos a la lluvia; por las dudas tapá la mercadería.

El camino rojo se mostraba en zigzag. El verde era más fuerte a esa hora, con el movimiento que les producía el viento y el temporal que se acercaba.

Algunos polvorines se posaban en los brazos, molestando también al equino que cuando podía, abanicaba sus orejas.

- Cuando cobre la plata de la yerba, la mayor parte va a ser para tu mudanza.

- Estuve hablando papá con un chico que se recibió el año anterior. Me dio algunos consejos.

Me recomendó un lugar económico para alquilar cerca de la Facultad, para ahorrar en gastos y tiempo. Yo pienso aguantar el primer año así, porque cuando ya esté ambientado, para el segundo, veré alguna beca o sino alguna changa para que no sea tanto para ustedes.

- Dios mediante, que tus ideas se cumplan.

- Ojalá, yo me siento muy seguro de mi vocación, como dice la profe de Comunicación; que nos alienta a continuar estudiando siempre, pero nos alerta que… ahora vamos a entender bien de qué se trata la interculturalidad.

La entrada ya estaba enfrente. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Eusebio, porque las primeras gotas iniciaron su caída.

Al llegar, Sara estaba esperando

- Gracias a Dios, no quería que la lluvia les agarre

En el galpón, el joven separó al animal del carro, lo palmeó con cariño y .éste dio un relincho como respuesta.

Cruzó corriendo los cinco metros hasta la casa y la lluvia llegó torrencialmente.

En la galería el aroma a pan casero recién horneado lo recibió, mientras colocaba la bolsa con las mercaderías sobre la mesa. Esto también voy a extrañar mucho, pero hay que seguir y ser fuerte, así elegí, pensó.



Mientras lo pensaba, su hermanito desde la cocina, le decía

- Pedro se mojó, jaja ; Pedro se mojó, ahora se tiene que bañar, la la, se tiene que bañar, jaja

Mabel Yonamine

¿Que opinión tenés sobre esta nota?