Seres de cables de colores

Cuando lo que desechamos cobra vida de la mano del arte

César Cuevas es diseñador gráfico, ilustrador, animador. Lo rodea el arte, pero uno de sus primeros y más duraderos amores son estas criaturas que tejió a mano
domingo 28 de marzo de 2021 | 6:06hs.
Cuando lo que desechamos cobra vida de la mano del arte
Cuando lo que desechamos cobra vida de la mano del arte

César Cuevas es una especie de Geppeto misionero del cable, construye seres que parecen cobrar vida y cuya esencia es el cable del teléfono.

Si bien hoy la vida se volvió prácticamente wireless (inalámbrica) y el teléfono se convirtió en una extensión del cuerpo humano, insoportablemente esencial en tiempos de trabajo y socialización pandémica, los cables de ese aparato inamovible de otros tiempos, con líneas también tangibles y conectadas por cables, persistieron. Poco a poco los hogares dejan de tener conexión telefónica fija, pero los cablecitos de colores que se encuentran detrás de la pared se fueron acumulando durante años en la casa de Cuevas para crear personajes palpables, divertidos y únicos.

Diseñador gráfico, ilustrador, inquieto y siempre creativo, el posadeño vio, ya de niño, un potencial en ese desperdicio que dejaba la instalación de la red telefónica en distintas construcciones (donde casualmente su padre trabajaba).

Ese potencial se convirtió en materia prima, en objetos entrañables, en monstruos épicos, en ingreso económico por qué no, durante la juventud.

‘‘El material siempre estuvo, en el 2000 hice un proyecto y en el 2002 gané mi primera beca para perfeccionamiento artístico e hice mi primera exposición. Dos años después gané la beca de arte en Misiones (Beca Alto Paraná) y fui seleccionado para representar a la provincia’’, contó quien con Andrés Paredes y Mauro Koliva, entre otros incipientes artistas, fue parte de la comitiva misionera en la aclamada muestra ArteBa.

La labor es caprichosa, según describe él, porque cada personalidad detrás de esos seres, cada detalle, responde al impulso de creación personal, a sus gustos, sus ‘necesidades’. ‘‘Quiero un ET articulado, una planta carnívora’’, pensaba el joven Cuevas, ‘‘quiero crear mi propio muñeco’’, decía mientras colaboraba con la elaboración de los personajes más conocidos de los Kossa Nostra en el galpón de la Murga del Monte.

Sin embargo, el impulso estuvo desde los 10 años prácticamente. En la adolescencia, el contacto con esos cablecitos indicaba que podían ser útiles para hacer pulseras,por ejemplo. Así fue que hizo una y no convenció, no enamoró. Le puso ojos, la retorció y la conexión fue inmediata. Ahí comenzó la real historia.

Resulta casi imposible no querer sumergirse en el universo lúdico que se gesta alrededor de los muñecos, interactuar con ellos. Por eso quizás es que de la mano de imaginativos y artistas amigos recorrieron todo tipo de lugares, bizarros, inesperados, cotidianos, irreverentes. Series de fotos los muestran en posturas consideradas indecorosas, en espacios de trabajo convencionales, en la naturaleza, en el baño y más.

El cine siempre estuvo como compañero, en esas noches de amigos y VHS y como fuente de inspiración. Monster inc, Mad Max, ET son algunas de las referencias de este creador que dice haber visto ‘todo lo referente a monstruos’.

A pesar de tener un halo cuasi extraterrestre, la ternura que transmiten hacen que todo adulto se tiente a jugar como niño nuevamente. Interpelan e invitan a imaginar mundos. De esa manera, también inspiraron libros de cuentos con historias que imaginó  y editó Cuevas, ubicando por ejemplo a Kenko o Lobito como protagonistas en distintos escenarios.

A su vez, entre los amigos creativos que se sumergieron de lleno en este zoocable están Luján Oliveira y Andrés Mayol, con los que se armaron dos divertidas series que engalanaron el Yaparí.

Seres de sangre fría, nómades que cual parásitos habitan utensilios domésticos, con predilección por la cerámica, surgieron de la mezcla de la ceramista Luján y los coloridos cables de Cuevas, Protozoos los denominaron. En tanto, los Protoguerreros, que derivaron de los Protozoos, se sumaron con una actitud grupal, conquistadora y armada hasta los dientes con la ayuda del ‘cuchillero’ Mayol, en otra serie con detalladas características que imaginaron y expusieron sus creadores.

La tarea de tejer a estos particulares muñecos ocupaba gran parte del día de la vida del joven Cuevas. Estudiante en la Facultad de Diseño de Oberá, cada viaje de vuelta a Posadas significaba horas y la cajita llena de cables se animaba. Una juntada con amigos,  sentarse a mirar una peli también eran una oportunidad de tejer. Sus mayores compradores, más allá de los cercanos, fueron clientes internacionales que se veían atraídos por la rareza de esta manufactura. Suecos y alemanes de visita por Oberá hacían sus correspondientes encargos.

‘’Soy el único en el mundo que hace esto y saqué la patente, por lo que los vendía con un certificado de autenticidad’’, detalló Cuevas. Con la venta podría cubrir los gastos de la costosa patente y la manutención de la página web. Pero con la suba de precios, las horas de trabajo formal obligadas, la familia, la labor del cable fue quedando un poco resguardada.  El lado creativo también se explotaba con su profesión, el dibujo siempre presente, el trabajo como VJ y en animación y en el Parque del Conocimiento (allí colaboró incluso con Late en la creación de los instrumentos con elementos reciclados que se detalla más adelante en la página 6).

Hoy, en el horizonte, se avizora una próxima muestra, de la mano de Luján, que insiste en volver a poner el protagonismo sobre los muñecos, y el anhelo de que algún paciente joven pueda heredar la técnica.

La conexión, sin dudas, va más allá de lo artístico, hay un cierto apego con la creación que hace que el lazo continúe incluso después de terminarla, de venderla. Un deseo de querer saber qué hace ese muñeco en su nuevo hogar. ¿Qué hacen los muñecos cuando nos vamos de casa?, imagina Cuevas, cual guionista de un primigenio estudio Pixar.

Siempre conectado con el arte, sostiene que es un trabajo al que le dedicaba horas y bien podría vivir de él, como tantos colegas cercanos.

‘‘Empezó como capricho y terminó siendo un proyecto en serio’’, explicó al considerar también que hoy las redes son aliados en la comercialización, que antes no había. 

Bajo un cuenco cerámico, cerca de una mini lanza o algún universo paralelo, aguardan estos mágicos seres poder volver a cobrar vida en museos, en un living o donde los lleve la imaginación.

 

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