Pinceladas de historia

El uso de la moneda en el período hispánico

domingo 21 de marzo de 2021 | 6:00hs.

En los tiempos de la conquista española de América, la Corona estableció un sistema único de monedas a partir de la creación de “cecas” o casas de acuñación de monedas, las que estaban sujetas a un estricto sistema de control. La ceca más cercana al litoral rioplatense fue la de Potosí, por contar con vetas de metales preciosos en su entorno. Las vetas de plata del cerro de Potosí se habían descubierto en 1545. La producción de este metal precioso dinamizó el comercio y generó recursos importantes, tanto para la corona como para los mineros. El fisco se reservaba el quinto de esa producción, así como el control de la misma, al tiempo que los productores privados obtenían el resto, que cubría los gastos de explotación y las ganancias.
La magnitud de esa riqueza aumentó durante varias décadas y atrajo a Potosí a mucha gente. La Villa Imperial como se llamó a esa ciudad, fue en aumento y en 1573 su población sumaba 120.000 almas, atraídos por las faenas mineras. 

Inicialmente la ceca de Potosí fue imperfecta. Las monedas se labraban a martillo, procedimiento que subsistió hasta el último tercio del siglo XVIII cuando se introdujo maquinaria más moderna y se labraron las monedas de forma
circular y bordes bien definidos. Las monedas labradas a martillo se las conocía como “macuquina”. Estas eran menos estimadas que las nuevas pues la forma irregular producto del fraguado y martilleo las llevaba a perder calidad y peso. Las mejoradas con máquinas, se las denominaba “de cordoncillo”. El sistema fue bimetalista, en oro y plata. Los valores de las monedas diferían de acuerdo al metal con las que eran confeccionadas. Las de oro, de muy poca circulación en el Plata se las denominaba escudos. Existían además de la unidad, el doblón de dos escudos, el doblón de cuatro escudos y el doblón de ocho escudos, denominado también onza. El oro de esas monedas era de 22 quilates.
Las monedas de mayor circulación eran las confeccionadas con plata. La unidad era el real. Sus múltiplos eran el real de a dos, el real de a cuatro y el real de a ocho, conocido popularmente como peso. No circularon en América, durante el período hispánico las monedas de bronce, como el maravedí que se utilizaba en la península ibérica.
Las monedas salían de Potosí y eran transportadas por los distintos proveedores de bienes que abastecían a la ciudad.
La vía regular de la circulación monetaria nacía en Potosí y se derivaba a los distintos proveedores de bienes que abastecían la ciudad. De ese modo la moneda llegaba a Salta y Córdoba para el pago de los arreos de
mulas y efectos de la tierra; a Buenos Aires para el pago de esclavos, herramientas y efectos de Castillas y más escasamente a Asunción, para el abono de la yerba. Otra parte se canalizaba a través de la vía fiscal para el pago de
sueldos de la guarnición y administración de Buenos Aires. Otra parte, de difícil contabilidad se escapaba a través de
los pagos que se hacían por mercadería de contrabando.
Lo cierto es que en toda la etapa hispánica se mantuvo una escasez de circulante e incluso en algunas provincias, sobre todo las cercanas a nuestra región faltó completamente hasta fines del siglo XVIII.

En Corrientes y Paraguay la escasez de moneda de plata se sustituyó por las denominadas “monedas de la tierra”. Estas existieron desde el momento mismo de las fundaciones de pueblos sobre el Paraná y Paraguay. El propio Domingo de Irala, quien oficializara la existencia de Asunción, el 3 de octubre de 1541 estableció una tabla de valores exclusivas de allí. Por ejemplo, un anzuelo de malla equivalía a un maravedí, un cuchillo, 25 maravedíes, una cuña de hierro, 30 maravedíes, una cuña de yunque, 100 maravedíes, y así sucesivamente. Una serie de bienes durables reemplazaban la falta de moneda circulante para los intercambios comerciales.

En Corrientes durante todo el siglo XVII y la mayor parte del XVIII, el cabildo de la ciudad estableció una lista de valores de referencia para los bienes que se negociaban. En 1685 un cuero vacuno equivalía a 3 pesos, una arroba de yerba, cuatro pesos, una arroba de algodón, 3 pesos.
En síntesis, durante todo el período hispánico en el territorio rioplatense circularon monedas buenas y malas, o sea de cordoncillos y macuquinas, y también monedas de la tierra, particularmente en lugares más alejados de los centros comerciales. Ello complejizaba enormemente las transacciones que pretendían convertir en moneda circulante los bienes usados como medio de pago con el fin de prosperar en sus negocios interregionales.

En el caso de las Misiones Jesuíticas es sabido que no existió moneda circulante. Pero la Provincia Jesuítica del Paraguay poseía Procuradurías en Buenos Aires y Santa Fe hacia donde eran derivadas las cargas de frutos, maderas, yerba, lienzo, etcétera. Allí esas cargas eran vendidas por estas oficinas que a su vez compraban los bienes que necesitaban en cada pueblo.

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