Pinceladas de historia

La herencia paterna del Libertador

domingo 28 de febrero de 2021 | 6:00hs.

El recuerdo en estos días de un nuevo aniversario del nacimiento de don José de San Martín permite volver nuestros ojos al hogar sanmartiniano. Allí recibió el Padre de la Patria la más preciosa herencia: su formación moral, su concepción de la vida como servicio en pos de los valores más altos, en beneficio de la comunidad.

San Martín ha sido un fenómeno excepcional en nuestra historia. De su vida, obra y pensamiento emana un magisterio permanente para todas las generaciones argentinas y americanas. Y para ello tuvo modelos en el hogar donde se formó. En la vida y obra de don Juan de San Martín, su padre, podemos encontrar claros antecedentes del estilo de vida del Libertador. Don Juan de San Martín explica a don José.

Había nacido don Juan en la villa de Cervatos de la Cueza, en la meseta castellana el 3 de febrero de 1728. Era hijo de Andrés de San Martín e Isidora Gómez, labriegos afincados en esa pequeña villa. Su futura esposa y madre del Libertador, doña Gregoria Matorras nació diez años después a escasos kilómetros de allí, en Paredes de Nava, del matrimonio constituido por Domingo Matorras y María del Ser. Ambos formaban parte de una clase media campesina. Los parientes de don Juan habían ocupado cargos concejiles y eran familia de respeto y arraigo en la villa. Don Juan abandonó ese lugar a los 18 años para formarse en el mundo militar en el Regimiento de Infantería de Lisboa, del ejército hispano, en 1746. Después de 18 años de reconocidos servicios fue incorporado a la planta de oficiales. Antes había actuado como Cabo, Sargento y Sargento 1°. Casi inmediatamente fue trasladado a Buenos Aires al servicio del Gobernador don Pedro de Cevallos. Entre 1767 y 1774 don Juan fue destinado a administrar una importante estancia que había pertenecido a los Jesuitas, recientemente expulsados, en la Banda Oriental, la Estancia y Calera de las Huérfanas o de las Vacas, en cercanías de la actual ciudad de Carmelo. En una visita pastoral que hiciera a la Banda Oriental el Obispo de Buenos Aires, Monseñor Manuel Antonio de la Torre, informaba acerca de la labor de don Juan que…

“perseveran los hornos de cal y ladrillo en la dicha estancia de las Vacas mediante la especial económica aplicación de un tal don Juan de San Martín, oficial de la Asamblea, campesino de cuatro suelas, de quien se dice haber excedido a los Padres Jesuitas en la economía….este hombre ha fabricado mucha cal para las obras de Montevideo…”.  El apelativo de “campesino de cuatro suelas” nada tiene de despectivo, sino más bien de admiración, si atendemos el contexto del informe.

En menos de siete años la estancia y calera habían producido una renta bruta de 197.000 pesos plata, enorme suma para la época si vemos a modo de ejemplo que en el mismo período la Administración General de los Treinta Pueblos guaraníes sumó un excedente de 102.500 pesos.

Mientras se desempeñaba en la Banda Oriental, don Juan conoció en sus viajes a Buenos Aires a doña Gregoria Matorras. Había llegado en la comitiva del nuevo Gobernador del Tucumán, don Jerónimo Luis de Matorras, su primo. Pronto los unió el amor y los casó el Obispo de la Torre en la Catedral porteña. El novio debió ser representado en la ceremonia pues sus funciones administrativas le impidieron estar presente en su propio casamiento.

Tres hijos nacieron en la Estancia de las Vacas. Primero María Elena, nacida el 18 de agosto de 1771; luego Manuel Tadeo, el 28 de octubre de 1772; y Juan Fermín Rafael, el 5 de octubre de 1774. Un año después el gobernador de Buenos Aires, don Juan José de Vértiz designa a don Juan, en mérito de su excelente administración en la calera de las Vacas, como Teniente de Gobernador de Yapeyú, departamento que incluía a La Cruz, Santo Tomé y San Borja, además de su sede. Allí nacieron Justo Rufino, en febrero de 1776 y dos años después, José Francisco el 25 de febrero de 1778.

Yapeyú se hallaba demolida por una terrible epidemia de viruela ocurrida entre 1770 y 1772 que había matado más de 5000 personas en una población de 8000 habitantes. Este pueblo, que era la llave de ingreso a todas las Misiones guaraníticas se hallaba en profunda postración y decadencia al momento del arribo de don Juan de San Martín como principal autoridad del departamento. Sin embargo, cinco años después, al entregar su mando al nuevo gobernador de Yapeyú, don Francisco de Ulibarri, había cumplido una labor que ningún otro gobernante pudo equiparar. Levantó la moral de la comunidad, la que floreció nuevamente en el aspecto económico, fortaleció la frontera hispano-portuguesa en tiempos de graves conflictos entre ambas coronas, incrementó enormemente las existencias ganaderas de las estancias yapeyuanas y, quizás lo más importante, fue un fundador de pueblos hoy importantes en el sur correntino y nordeste entrerriano, como Monte Caseros, Mocoretá, Federación y Concordia, en oportunidad de la creación de una red comercial entre las Misiones y Buenos Aires. La propia ciudad de Paysandú, segunda en importancia en Uruguay fue fundada por don Juan de San Martín.

Cuando en su retiro hispánico don Juan se dedicaba a la educación de sus hijos seguramente el recuerdo de Yapeyú saldría reiteradamente de sus labios. Fue el principal motivo de orgullo de sus 38 años de servicios militares y administrativos. Seguramente ello habrá servido como herencia moral para la decisión tomada por don José de atender el llamado de América.

En épocas y escenarios diversos don Juan y don José recorrieron senderos paralelos. El padre, tuvo 38 años de prolija labor administrativa, aunque no tuvo la oportunidad de mostrar sus virtudes militares en combate. Su hijo, en cambio, luchó en cien combates que le permitieron ascender por el camino de la gloria.

Ambos, sin embargo, cumplidas sus respectivas misiones pudieron refugiarse en el seno de su hogar con la satisfacción del deber cumplido. Cada uno supo cumplir, con excelencia. El mandato que el destino les confiara.

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