Pinceladas de historia

El mate y sus leyendas negras

domingo 24 de enero de 2021 | 6:00hs.

En tiempos de pandemia, en los que el tradicional hábito de matear en grupos prácticamente ha desaparecido, creemos oportuno repasar cómo esta saludable rutina se incorporó a la cultura de varios pueblos americanos. Para ello vamos a basarnos en un libro de gran calidad editorial y científica, ‘Caá-porá. El espíritu de la yerba mate’, de Pau Navajas. La originalidad de esta obra consiste en el análisis de una historia rioplatense a partir de la propia historia de la producción y comercio de la yerba. Desde los tiempos guaraníticos hasta el siglo XX.

Uno de los temas interesantes del libro es aquel referido a las leyendas negras que se crearon alrededor del consumo de yerba mate.  El español se había contactado con el mate desde el momento mismo de la conquista del Plata, sobre todo en la segunda mitad del siglo XVI. Las fundaciones de Buenos Aires, Santa Fe, Asunción, Corrientes, incorporaron varias decenas de familias guaraníes. A través de ellos los ibéricos conocieron el mate. Es decir que a la par del mestizaje también se dio la incorporación de esta costumbre cultural que los guaraníes poseían desde tiempos ancestrales. Y, ante el fracaso del objetivo de la obtención de minas de oro, los españoles valoraron la yerba como el principal producto de comercialización, dada la rápida difusión y adopción del hábito de matear por las nobles familias españolas de Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima y Quito, como del vulgo rioplatense. Así, los yerbales reemplazaron a las frustradas minas de metales. Y en las encomiendas la yerba representó el producto fundamental de enriquecimiento de sus propietarios. La vida en los yerbales silvestres estuvo plagada de acciones inhumanas contra la población guaraní afectada a este sistema esclavista. Este hecho de maltrato, sumado al propio consumo del mate, dieron lugar a la invención de “leyendas negras” alrededor de esta infusión. Y los primeros en difundirla fueron los propios sacerdotes.

A fines del siglo XVI el consumo del mate comenzó a ser considerado un “vicio repugnante”. Se lo comparó con las tentaciones del Demonio. Hasta algún fraile consideró sus efectos como afrodisíacos y vigorizantes, lo que no hizo más que impulsar el consumo. Hernandarias, aquel gran gobernante criollo, principal propulsor de la venida de los Jesuitas a estas tierras, fue un tenaz opositor al consumo de yerba. “Se hacen viciosos, abominables y haraganes”, decía esta autoridad asuncena.

Sin embargo, a partir de la fundación de las Misiones Jesuíticas, los curas, al descubrir la germinación del “caá” pasaron a ser los mejores yerbateros, obteniendo inmensas plantaciones en las estancias de cada uno de los pueblos septentrionales. Por ello se convirtieron en los principales competidores del comercio de la yerba mate, hasta entonces exclusivo de los encomenderos. Fueron una competencia implacable de aquellos. Los jesuitas no sólo les quitaron gran parte de su fuerza laboral, al fundar las Misiones con la población guaraní, sino también les complicaron su gran negocio, lo que engendró un odio visceral hacia aquellos.

Los curas habían logrado domesticar el “caá” descubriendo la participación de las aves que consumían la fruta de la yerba, eliminándola en el proceso digestivo. Con el tiempo lograron desarrollar almácigos y viveros sin necesidad de las aves. Esto ha quedado muy bien documentado en las Memorias de los Padres jesuitas Sánchez Labrador y Cardiel.

Cuando los jesuitas son expulsados, en 1768, en sólo ocho pueblos había 200.000 árboles de yerba plantados en sus estancias, lo que demuestra el nivel de su producción. Gran parte del mantenimiento económico de los pueblos provenía del comercio yerbatero.

Pero quienes sucedieron a los Jesuitas no se interesaron ni tampoco supieron producir la yerba, lo que trajo un largo período de declinación e incluso de olvido de su proceso de germinación. Es por ello que a finales del siglo XVIII se pierde el hábito del consumo de este producto en Santiago de Chile, Quito y Lima.

A la falta de interés por la producción yerbatera posterior a la expulsión de los Jesuitas se sumaron los conflictos históricos y políticos del Plata, después de la Revolución de Mayo. Ello perjudicó enormemente el comercio en el Plata, en particular desde el Paraguay. Prácticamente se dejó de consumir yerba en Buenos Aires y el comercio yerbatero fue monopolizado por los brasileños que se habían interesado por este producto ya desde los tiempos de la Guerra Guaranítica en 1750. Brasil afianzó el monopolio del comercio yerbatero después de la Guerra de la Triple Alianza cuando, merced al Tratado de Paz entre el Paraguay y los países de la Triple Alianza incorpora las regiones del Matto Grosso y el Alto Paraná. Fue justamente la actividad yerbatera la que impulsó la ocupación de esas zonas.

La producción yerbatera argentina y paraguaya, en tanto, agravó su crisis a fines del siglo XIX, cuando una epidemia de fiebre amarilla llevó a una nueva campaña de descrédito contra la infusión de yerba mate. La costumbre de matear fue desapareciendo también en la urbe porteña, reemplazándosela por el café. Tan alejados estaban los porteños del consumo del mate que los extranjeros que visitaron la engalanada Buenos Aires, vestida de fiesta para la celebración del Centenario en 1910, se preguntaban porqué la gente en el país del mate no lo consumía.

Recién se revitaliza la producción argentina del producto con el surgimiento de empresas yerbateras en el nordeste correntino y en Misiones a partir del primer cuarto del siglo XX superando el monopolio brasileño hacia mediados del siglo.

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