La vigencia de los monólogos de Tato Bores, a 25 años de su partida

martes 12 de enero de 2021 | 6:00hs.
La vigencia de los monólogos de Tato Bores, a 25 años de su partida
La vigencia de los monólogos de Tato Bores, a 25 años de su partida

“Por eso, mis queridos orejones del tarro, a seguir laburando, la neurona atenta, vermouth con papas fritas… y ¡Good Show!”, nos diría hoy Tato Bores, hablando de una realidad siempre vigente, que le dolía pero que denunciaba con humor maestro.

Ayer se cumplieron 25 años de la muerte de Tato Bores, el cómico que mejor describió la idiosincrasia de la sociedad argentina. Pasa el tiempo y sus monólogos sobre la actualidad del país siguen teniendo vigencia: qué decía del dólar, la inflación, la corrupción y los tiempos de elecciones. Muchos lo llamaron “el mejor analista político, económico y social de la Argentina”. Pero él no se engrupía y prefería definirse, simplemente, como un “artista cómico”.

Era Mauricio Borensztein, pero todos lo conocían como Tato Bores, vivió en la época dorada de la televisión, cuando la información no estaba a un clic de internet aunque tampoco había la distracción de las redes sociales con tuireros, youtuberos e instagramers. Pasaba horas leyendo todos los diarios. Murió el 11 de enero de 1996, a los 70, luego de una larga lucha contra el cáncer. Tres años después de su muerte, bajo el nombre de La Argentina de Tato, se emitió en El Trece una recopilación de sus mejores monólogos. Por entonces, no habían perdido vigencia. Y hoy, en el 2021, tampoco.

“Desde que era chiquitito que vengo escuchando que hay que sacrificarse en aras del futuro. El lema nacional siempre ha sido ‘jódanse hoy para disfrutar mañana’. Y uno pone el hombro, pero el futuro por definición se pianta y uno jamás lo puede alcanzar”, decía en 1989 -cómo podría saber que fue ese el latiguillo del gobierno de Mauricio Macri.

Nacido el 27 de abril de 1927, Borensztein se había criado en el seno de una familia judía de bajos recursos de la Capital Federal. Alguna vez contó que no finalizó el colegio secundario y que en cambio se metió a trabajar como plomo en la orquesta de Luis Rolero y René Cóspito.

Así fue como, en la despedida de soltero del músico Santos Lipesker, se subió al escenario a contar algunos chistes. Y, al verlo, Pepe Iglesias ‘El Zorro’ lo convocó para que fuera su partenaire en su programa de Radio Splendid y el guionista Julio Porter lo rebautizó con su nombre artístico. Así empezó todo.

Lo cierto es que, más allá de su extensa carrera como cómico en radio, teatro e incluso cine, Tato será recordado por siempre por sus inolvidables monólogos de televisión. Arrancó en 1957, en el antiguo Canal 7, con un ciclo que se llamaba Caras y morisquetas. Y, aunque el programa fue cambiando de nombre y de emisora hasta su despedida, que fue en 1993 con Good Show por Telefe, siempre mantuvo intacta su esencia.

“Ahora entramos en época electoral y todos salen con los dientes nuevos y bien peinados, y sacan afiches prometiendo, como gran mérito, la honestidad… Con lo cual, no robar pasa a ser una especie de….opcional. Vea: ningún coche hace propaganda diciendo que tiene ruedas o parabrisas, eso es estándar; te ponen lo distinto, lo novedoso. Y hoy parece ser que si sos honesto, sos una especie de GTX súper de lujo full equipo de la política”, decía en 1991.

El tema del precio del dólar fue tan recurrente en la historia argentina como en los monólogos de Tato. Por eso, si algún desprevenido viera sus videos hoy en día sin conocer de él, pensaría que los mismos fueron escritos en base a la coyuntura económica actual del país.

“A ver si entendí bien: ¿ustedes con los impuestos a las tarifas, los tarifazos, guadañan toda la ‘mosca’, la gente se queda sin guita, no compran dólares y así el dólar baja? ¡Sí la gente está más seca que galleta de campo, no sólo no pueden comprar dólares, sino que no pueden comprar morfi, no pueden comprar remedios, no pueden comprar pilchas!”, decía también en 1991 -a hacer memoria y sacar cuentas-.

Entre otros, han colaborado en los monólogos de Tato escritores de la talla de Landrú, César Bruto, Jordán de la Cazuela, Aldo Cammarotta, Juan Carlos Meza, Jorge Guinzburg, Carlos Abrevaya y sus hijos Alejandro y Sebastián Borenztein. Pero, sin duda, sólo él podía recitarlos de la manera en que lo hacía, con su humor, su picardía y su enorme conocimiento de la realidad social.

“De pelotudos que tienen la precisa sobre las virtudes y los males argentinos, el país está hasta el cuello. En esa no me anoto. No soy ni gracioso, ni visionario. Soy un actor cómico de la nación. Cuando no tengo libreto, me callo la boca”, había dicho, modesto, en una entrevista de 1980. Casado con Berta Szplinder, su mujer de toda la vida a quien siempre mencionaba en sus monólogos, abordó todo tema que le parecía problemático desde el discurso de los medios. En sus programas mezclaban, además, sketch, musicales y un bloque de invitados.

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