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Se cayó un mito

domingo 10 de enero de 2021 | 6:00hs.
Se cayó un mito

Durante décadas hemos visto películas en las que el planeta entero es atacado por ejércitos interespaciales, con armas láser de gran potencia que destruyen todo a su paso. Todo menos el centro del poder mundial, o al menos eso es lo que dicen desde Hollywood. Todo excepto la Casa Blanca y el Capitolio. Dos centros de poder que intentaron hacernos creer que eran inexpugnables. Ese mito se creó y se fomentó durante décadas.

Y para muchos lo eran, al menos hasta esta semana, cuando una horda antidemocrática, encabezada por un fanático vestido con pieles de bisonte, con un sobrero de cuernos y la cara pintada con los colores de los Estados Unidos interrumpió en el Capitolio intentando impedir que el Congreso de los Estados Unidos certifique la elección de Joe Biden como nuevo presidente. Irrupción que terminó con muertos, heridos y destrozos dentro del edificio del Congreso de los Estados Unidos.

Pero todo se vuelve más irónico aún si al comparar un poco más lo que nos intentaba vender Hollywood notamos que quien encabeza la salvación del mundo, e impide que esos centros de poder sean destruidos, es siempre quien encarna la figura del presidente de los Estados Unidos. Pues bien, el grupo violento era encabezado por un pseudo bisonte cornudo pero había sido agitada e invitada a las puertas del Capitolio por el propio presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

Un hombre que no toleró la derrota electoral, que comenzó a denunciar un fraude insostenible desde el día posterior a la elección, que incitó a los grupos radicalizados de antidemocráticos a atacar al sistema que decía ser “la mejor democracia del mundo” (puro marketing que intentaron vender por décadas), que en medio de los disturbios no trató de poner paños fríos y se dedicó a anunciar su candidatura presidencial para el 2024 (algo que con todo lo sucedido parece lejos de poder concretarse) y que por último se quedó sin una de sus principales armas de propaganda, su cuenta de la red social Twitter, que fue eliminada por la red social por considerar que el presidente de los Estados Unidos incumplía las reglas de convivencia e incitaba a la violencia. Facebook e Instagram suspendieron las cuentas hasta el final de su mandato, que sumando a las acciones de la red del pajarito dejaron sin voz en las redes a Trump y potenció el debate sobre el poder de los gigantes de la comunicación mundial.

Quien fue durante cuatro años uno de los hombres más poderosos del mundo, en un par de días se quedó solo, políticamente hablando, sin su principal arma de propaganda y al borde de ser acusado penalmente por insurrección y traición a la patria. Hoy más que nunca se entiende la frase que soltó ante la prensa mundial aquel 3 de noviembre, cuando los resultados electorales comenzaban a ser adversos: “Winning is easy, losing is never easy. Not for me (Ganar es fácil, perder nunca es fácil. No para mí)”. Lo dejó clarísimo esta semana.

La que se decía ser la mejor democracia del mundo demostró sus falencias. Falencias que las había demostrado años atrás, porque con un sistema electoral como el argentino, donde cada ciudadano vale su voto, Donald Trump nunca se hubiera sentado en la Casa Blanca, porque en aquella elección del 2016 donde terminó siendo presidente, Hillary Clinton había obtenido tres millones más de votos que él, que finalmente consiguió los números necesarios para ser presidente a través del Colegio Electoral. 

El próximo 20 de enero, si no se adelanta porque prosperan los pedidos de destitución que varios legisladores presentaron ante el Congreso, Donald Trump dejará la presidencia y Joe Biden asumirá el cargo. Terminará la payasesco paso de Trump por la Casa Blanca, y comenzará una nueva era en los Estados Unidos. Una en la que seguramente se revisará el sistema electoral, o al menos deberían plantearse hacerlo. Detalle no menor para el final, como si a Trump le faltara algo para cerrar un bochornoso cierre de gestión, el presidente saliente ya anunció que no estará presente en el cambio de mando. Joe Biden tomaría el cargo de manos del vicepresidente. La “mejor democracia del mundo”, no puede concretar un cambio de mando de presidente a presidente.

Mientras tanto en Argentina

Mientras todo esto pasaba en el norte del continente, en Argentina tuvimos una semana en la que los medios de comunicación porteños, esos que tienen una pelea encarnizada con la Casa Rosada, continuaron imponiéndole la agenda de temas a una oposición política algo desorientada. Se instaló desde los medios capitalinos, desde el inicio de la semana, que el gobierno nacional instauraría un toque de queda nocturno para evitar el aumento de contagios de coronavirus. Desde todos los ángulos de la oposición se subieron a esa agenda, que al cierre de la semana cayó en saco roto ya que Alberto Fernández terminó modificando los criterios que deben revisar los gobernadores para definir medidas en cada uno de sus distritos.

Si bien es cierto que en algún momento se barajó la posibilidad de imponer medidas restrictivas similares a la de varios países desarrollados del mundo, para las noches y madrugadas, también es cierto que esto se analizó con los gobernadores, entre los que figuran referentes de la oposición como Gerardo Morales, Gustavo Valdés, Horacio Rodríguez Larreta y Rodolfo Suárez. Cuatro gobernantes, referentes de la oposición que lejos de subirse a las agendas que les quieren imponer desde afuera, se dedican a gobernar una situación tan compleja como la del resto del país.

Esto, que los cuatro hombres con más poder electoral de la oposición estén alejados de la disputa propagandística y estén dedicados a gobernar, hace que el resto de la dirigencia opositora parezca perdida, sin agenda propia, y que se esté subiendo a la agenda impuesta por un grupo de poder que está en guerra con el modelo de gobierno actual, desde hace décadas. Agenda que además de incorporar críticas a las medidas sanitarias en análisis también incluyen operaciones ideológicas contra las vacunas para prevenir el Covid según su nacionalidad. Como si la batalla contra una enfermedad que paraliza al mundo desde hace un año fuera una batalla ideológica y no científica.  

Otro de los temas que se instaló en las últimas semanas, fue el de una nueva guerra del campo con el gobierno nacional. Una guerra en la que el lado del campo perdió dos aliados de mucho peso, Coninagro y la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre). Por un lado la representación nacional de las Cooperativas agrícolas, con ello la representación de los pequeños y medianos productores que son la mayoría en este país. Por el otro lado la representación de los trabajadores. Por primera vez, desde aquel primer enfrentamiento del 2008 por “la 125”, los productores cooperativistas y los trabajadores se alejan de las otras organizaciones y deciden no sumarse a una medida de fuerza. Medida de fuerza impulsada por el cierre de las exportaciones del maíz. Medida de fuerza que llega en uno de los momentos en que al campo mejor le puede ir, ya que la soja vuelve a oscilar en valores récords en el mundo.

Esta pelea iniciada con el campo esta semana, con la medida del cierre de las exportaciones de maíz, nace como una batería de herramientas a partir de la necesidad del gobierno nacional de frenar la inflación. Un problema que en la Argentina lleva décadas y que todo gobierno se esmera en resolver, pero que casi ninguno logra siquiera contener. Para explicar el cierre de las exportaciones hay revisar el problema inflacionario. La Casa Rosada intenta con esto frenar la salida de maíz del país para asegurar el abastecimiento interno a un precio que considera justo y razonable. En ese marco le envió esta semana un mensaje al mundo frigorífico, al asegurar que está en busca de la explicación de por qué “un argentino paga el kilo de carne al mismo precio que un alemán o un chino, si el productor produce esa carne en pesos”. Frenar el precio de los alimentos es uno de los objetivos de la Casa Rosada para este año electoral.

Pero quien trabajará más a fondo en el tema inflación es el ministro de Economía, Martín Guzmán, que esta semana hizo modificaciones en su gabinete. En un movimiento inesperado, Guzmán hizo una serie de cambios que en una lectura profunda dejan varios mensajes. En primer lugar sacó de la Secretaría de Finanzas de su Ministerio a su mano derecha, Diego Bastourre, para mandarlo a la cúpula del Banco Central. E incorporó a su gabinete, como viceministro, a Fernando Morra, un especialista en procesos inflacionarios.  Cambios que por un lado muestran la decisión del ministro de tomar partido directamente en el mercado de billetes, desde el Banco Central, y por otro que el objetivo central será salir a contener la inflación. Ojalá, por el bien de los argentinos, esto segundo se logre más temprano que tarde. Con estos cambios que los analistas consideran que Guzman salió fortalecido, se reinician esta semana las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional. A diferencia con los acreedores privados, que se debía acelerar el acuerdo, la estrategia de la Argentina con el FMI es diferente, al considerarlos parte de gigante endeudamiento durante el gobierno de Cambiemos.

Mas allá de que la oposición esté sin ideas, tampoco el gobierno de los Fernández la tienen fácil. Los problemas heredados y potenciados por la pandemia siguen preocupando a los argentinos, donde la pobreza golpea muy fuerte.

Mientras tanto en Misiones

En Misiones las cosas están bastante diferentes. La tierra colorada, desde hace meses, parece un oasis en medio del desierto económico que provocó la pandemia en buena parte del país. Desde que el gobierno provincial decidió que combatir la pandemia no era sólo una cuestión de salud, si no también económica, esto fue allá por abril o mayo, la parálisis terminó y el crecimiento comenzó a proyectarse.

Esta semana se conocieron los números de esa estrategia que tanto el gobernador Oscar Herrera Ahuad como el titular de la Legislatura, Carlos Rovira, denominaron como “binaria”. Economía y salud caminando juntas. Así, Misiones cerró el 2020 con un incremento de la recaudación propia del 80% en comparación con 2019. Descontando inflación el crecimiento real fue del 28,6. Con estos números terminó el año siendo la provincia con el mayor incremento propio de su recaudación de todo el país. Y algunos rubros como la construcción y la foresto industria cerraron el año condemandas que llegan hasta abril de este nuevo año.

El empuje dado a la forestación, a la agricultura y el efecto que generó el cierre de las fronteras con los países vecinos en el comercio de Posadas, Iguazú o Bernardo de Irigoyen explican parte de este aumento de la recaudación que transforma a Misiones en un caso de análisis.

Pero el crecimiento comercial no sólo se explica por el cierre de fronteras, ya que en localidades que no limitan con Brasil y Paraguay también se vivió el boom económico, como en Apóstoles, Oberá o San Vicente.

Esta situación fue advertida y destacada por el presidente Alberto Fernández y por otros gobernadores en la reunión por zoom que hubo a mitad de semana y donde el misionero Herrera Ahuad fue consultado en varias oportunidades por la estrategia “binaria” instrumentada en Misiones y los buenos resultados logrados en materia sanitaria y económica.

Ahora los esfuerzos están destinados en bajar los contagios para que el sistema sanitario no corra riesgos, y con ello evitar más muertes en la provincia. Además de solicitar que se extremen los cuidados y el buen comportamiento social, la provincia empezó a aplicar una triple estrategia para atacar la prevención y el tratamiento de los contagiados mediante Ivermectina producida en laboratorio propio, suero equino hiperinmune y con la vacunación.  Depende de todos los ciudadanos lograr parar la escalada de casos para bien de todos los misioneros.

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