Pinceladas de historia

La educación rioplatense en tiempos de la dependencia española

domingo 27 de diciembre de 2020 | 6:04hs.

Los niveles de enseñanza impartidos en la Argentina colonial fueron significativamente diferentes a lo que hoy caracteriza la educación pública. En los tiempos presentes, el Estado tiene un papel protagónico en el planeamiento y la financiación del sistema educativo, desde la formación docente de los distintos niveles de enseñanza, como en la formulación de planes y contenidos de los diferentes niveles de la escolaridad.

En los siglos XVI, XVII y gran parte del XVIII, cuando el territorio rioplatense dependía de la Corona española, la Monarquía sólo ejercía un papel regulador, casi limitado al ámbito universitario, sin involucrarse en los otros niveles de enseñanza.

La educación descansaba principalmente en los maestros particulares y en las instituciones religiosas. El Estado, repetimos, no participaba en la actividad. Recién a finales del siglo XVIII, cuando ya no estaban por estas tierras los jesuitas, quienes habían sido los principales gestores de la educación rioplatense, el Estado empezó a tomar cierta intervención amparado en las nuevas ideas, básicamente anticlericales, que empezaban a tomar fuerza entonces.

La cultura hispanoamericana durante la dominación española estuvo decididamente influenciada por la Iglesia Católica. Por ello los contenidos de la enseñanza estuvieron vinculados al conocimiento de las teorías de la fe y la práctica religiosa.

El primer nivel de enseñanza estaba dedicado a las primeras letras. El espacio físico era diverso. Podían tomarse las clases en las propias casas particulares, en los conventos o parroquias. Y era una educación destinada exclusivamente a las familias pudientes de las ciudades. La excepción a esta regla la constituían las Misiones Jesuíticas de guaraníes, donde la formación inicial era para todos los niños guaraníes y los contenidos de enseñanza eran más amplios que en las sociedades hispánicas de blancos y criollos.

Los maestros solían ofrecer sus servicios a los cabildos de las ciudades, quienes se comprometían a interceder ante los padres para el abono del estipendio para la enseñanza de sus hijos. En general, los maestros no poseían una formación pedagógica, pues no existían las instituciones de formación docente. Así, su enseñanza se limitaba a la enseñanza del abecedario, lectura, escritura, las cuatro reglas de la aritmética y, por supuesto, la doctrina cristiana.

El año escolar solía comenzar el Miércoles de Cenizas, cuando se iniciaba la Cuaresma, y el ciclo lectivo se prolongaba por siete meses. Los niños asistían tres horas a la mañana y tres horas a la tarde.

Los métodos eran absolutamente opuestos a los del presente. La repetición, la ejercitación permanente y hasta los castigos eran práctica constante. Una actividad periódica consistía en el rayado de los papeles donde escribían y el corte de las plumas para escribir.

Con posterioridad al aprendizaje de las primeras letras se pasaba a los cursos de Gramática y Latinidad. Consistían en un aprendizaje profundo de la lengua latina, especialmente la lectura y traducción de sus clásicos. En muchos casos estos cursos eran preparatorios para el ingreso a los estudios universitarios. El método de enseñanza era el que dictaban los jesuitas en todas partes de América, la Ratio Studiorum, que poseía diferentes grados del saber. Se iniciaban con el Studia Inferiora, que comprendía cinco grados: Gramática elemental, media y suprema, Humanidades y Retórica. Básicamente se leían los clásicos latinos. En un nivel más elevado se situaba la formación en la Studia Superiora, que comprendía otros tres grados: Lógica y Matemática, Física y Metafísica.

Los recursos pedagógicos iban desde la revisión cotidiana de las lecciones a partir de un pasante hasta la emulación o competencia de saberes entre alumnos agrupados en partidos rivales que debatían y concursaban ante la coordinación del profesor sobre profundos saberes. Ello implicaba también el ejercicio de un estilo oral y escrito obtenido a partir de la memorización y repetición oral de los contenidos.

Recién a mediados del siglo XIX, cuando la educación se subordinó al positivismo científico, este tipo de educación entró en decadencia, comenzando el Estado a involucrarse definitivamente en la educación pública, coronándose este movimiento con la Ley 1420 de Educación Común, Universal, Obligatoria y Gratuita, en 1884.

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