Una inusitada navidad

domingo 27 de diciembre de 2020 | 6:00hs.
Una inusitada navidad
Una inusitada navidad

Me llamo Oscar, pero todos me dicen Mbopi (murciélago), y no me enoja, ya que ese apodo me lo puse yo en mi adolescencia, cuando empecé con el vicio del pucho.

Tengo treinta y siete años y soy sereno. ¿Coincidencias? Mbopi y ando de noche, cuidando cosas de otros.

Todas las Navidades de mi vida, aún en mis peores momentos, fueron en familia. Primero con mis viejos y mis hermanos en Capioví, después con mi mujer y mis suegros en Puerto Rico, otras con mi vieja y mi padrastro en Fachinal. Obvio que las Navidades fueron más lindas desde que nació Lorenzo, mi hijo, un ángel con capa azul, mi rey, mi amor, mi vida entera.

Este año, viene complicada la Navidad. Después de quince años de casados, mi mujer me pidió el divorcio y me fui de casa. El aserradero donde trabajaba, se prendió fuego y me quedé sin trabajo. Anduve sin rumbo fijo casi ocho meses, hasta que conseguí trabajo en una empresa de seguridad en Posadas.

Más allá de todo este enredo, la Navidad viene complicada. Mi jefe ya me avisó que entro a laburar el 24 a las 22hs. O sea, que voy a pasar la Nochebuena y recibir la Navidad en “La Tablada”.

“La Tablada” es una estación generadora de Emsa, de ahí se alimenta la mayor parte de Posadas, cruzando el arroyo Zaimán, se divisan a la izquierda los grandes tanques de combustible. Está ubicada en lo que se conoce como Barrio San Jorge. Y ese es mi lugar de trabajo. Tengo varios compañeros de ronda, cinco perros y varios teros, que yo los llamo mis perros del aire, porque me alertan si hay algún extraño en el lugar.

No soy el único que estará trabajando en Nochebuena. Algunos se enojarán, mi vieja, seguro que va a llorar –más que nunca-, porque siempre llora en Navidad, pienso en eso y me sonrío, porque ella llora y yo le hago chistes y le saco una sonrisa llena de lágrimas y un “te amo mi chico”. La mamá de mi hijo, ya estiró la jeta porque no voy a ir a buscar a Lorenzo. A mi viejo, le va a subir el azúcar, porque se hace problema por todo.

Y yo, en esta jugosa combinación de soledades, sin mi hijo, sin mi pareja, sin poder estar con mi viejo, o mi vieja, o mis hermanos.

En otra etapa de mi vida estaría chinchudo y enojado porque las cosas se dan así y no como yo hubiese planeado. Pero ahora… Ahora acepto lo que viene y estoy dispuesto a vivir la Nochebuena, en “La Tablada”, allá en el Barrio San Jorge, solo y haciendo guardia.

Hoy es 24, almorcé con mi viejo y dos de mis hermanos y me vine a mi casita del Barrio Jardín a dormir una siesta y a preparar mi “equipo de guardia”.

Mi equipo de guardia: un termo, un mate, un poco de yerba, una linterna y un buen libro. Y por supuesto en el bolsillo de mi camisa, una crucecita de madera que me dieron en la iglesia.

Hechos los preparativos y por ser Nochebuena, me fui hasta el chino de la cuadra y me compré un budín sin frutas.

Marqué mi tarjeta a las 22:00 hs. Y comencé mi habitual tarea. Ordené los libros, acomodé algunas cosas y me encomendé a Dios y a los ángeles que mi vieja manda en legiones cada noche para que me cuiden.

Mi noche comenzó a transcurrir tranquila y sin sobresaltos. Mis amigos perrunos, empezaron a sentarse a mi alrededor, tranquilos a pesar de los 38ºC. Los veranos no son fáciles en Posadas.

Preparé mi mate y de pronto los perros se alborotaron, escuché unos gritos. Un muchacho de unos veinte años sin camisa y transpirado llegó al portón. Me alerté. Me asusté, nunca había pasado nada. Un chorro pensé. O uno medio averiado por los festejos que viene a molestar. Despacio y cauteloso me acerqué al portón, con él y donde no alumbra la farola había una chica llorando, asustada, gimiendo. Pensé lo peor, ¡mi cabeza volaba! Entonces el flaco me pregunta si tenía auto, justo a mí que ni bicicleta tengo.

-¡Tenés que ayudarme loco! Ella está por tener el bebé y no hay nadie en la villa que nos ayude, y encima no tengo crédito en el celu. Flaco ayúdame. Hacé algo!

De pronto me sentí como los dueños de los alojamientos de Belén, en la época de Jesús. Yo tenía que decirle que no. No podía ayudarlos. No podía dejarlos entrar. Es la política de la empresa.

Ella gemía más fuerte. Empecé a asustarme. Vi muchas cosas en mi vida, pero ver nacer un bebé y ahí en La Tablada, me dio tanto miedo. Pero, me armé de coraje, abrí el portón y los llevé hasta el puesto. Ella se recostó en el piso, le puse mi mochila con el libro de almohada y llamé al 911, alguien tenía que venir. Las contracciones eran cada vez más fuertes y seguidas, yo transpiraba y temblaba más que el padre de la criatura, que entre el calor y la sidra que había tomado, también tembloroso y transpirado, le agarraba la mano sin decir palabra. Al rato llegó un patrullero, entraron tres policías y ella empezó el trabajo de parto y nació un hermoso varón. Ahí nació, en mi puesto de La Tablada. Tenía un nudo en la garganta, lágrimas a borbotones, y miré la hora, eran las 00:05. Ya era Navidad.

Si era mi hijo, les juro que le hubiese puesto Jesús. Ellos, con una mirada que jamás olvidaré, al subirse al patrullero para ir al Hospital, me preguntaron mi nombre, tartamudeando les dije Os-Os-car y con una sonrisa cómplice me dijeron “-Así se va llamar”.

Sin dudas, una inusitada Navidad.

 

1° Premio del Concurso Nacional de Cuentos Navideños 2019 de la Fiesta Nacional de la Navidad del Litoral. La autora reside en Leandro N. Alem.

Maria Isabel Silveira De Andrade

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