Una Navidad singular

jueves 24 de diciembre de 2020 | 6:00hs.

Creo que ningún ser humano esperaba pasar una Navidad tan singular como esta. El marco social general es una mezcla de temor, incertidumbre, soledad, escaso carácter religioso, bajísimo nivel de ceremonias de todo tipo, escasas perspectivas de vacaciones normales (obviamente para quienes vivimos lejos de los centros masivos de turismo), una seria escasez de recursos monetarios, una seria inflación -especialmente en los alimentos– y por otro lado, con moderadas esperanzas, principalmente en las próximas aplicaciones masivas de alguna, o algunas de las vacunas anticovid.

Absolutamente todos los especialistas en ciencias sociales han emitido opiniones sobre este fenómeno: psicólogos, sociólogos, politólogos, analistas de todo tipo, y por supuesto los sectores más afectados por la pandemia: turismo, esparcimiento, eventos, excursiones, natatorios, clubes, deportes masivos como fútbol, básquet, carreras o tenis, etcétera.

También estimo que el impacto de la pandemia es inverso a la pirámide de riqueza: cuanto más rica es una familia menor ha sido el impacto en soledad, salidas, recursos de entretenimiento, comida, en tanto que a medida que bajamos en la pirámide de recursos, los más desfavorecidos han sufrido en ingresos, viajes, alimentación, esparcimiento, estudio, trabajo, relaciones sociales y familiares. Sin embargo, es destacable que –llamativamente– en el peor año social y económico de nuestro país, no ha habido un solo caso de saqueos.

Risueñamente, tampoco nunca escuché tantas palabras soeces para despedir al año que se iba… Y en Argentina, con la desdichada pérdida del Diego Maradona. Impera aun cierta incertidumbre sobre el futuro desarrollo de numerosas actividades como los estudios, el uso de salones de diverso tipo (gimnasios, guarderías, peloteros, salas de bailes, fiestas y ceremonias, grandes bares y restaurantes, teatros, templos). Políticamente, afortunadamente las próximas elecciones de medio término serán hacia el fin de 2021.

Creo que una mayoría de la población nacional tiene expectativas sobre una cierta recuperación laboral, productiva, comercial y social, mientras que una minoría reniega de estas posibilidades, sobre todo por razones políticas (con un cierto pensamiento de que “cuanto peor nos vaya, mejor para nosotros”).

Le digo al menor de mis hijos que dentro de veinte o treinta años podrá contar a sus hijos que vivió una de las mayores pestes que asoló a la humanidad, cuestión que ya tiene varias famosas novelas.

Finalmente, presenciaremos la cuestión de si el anterior sistema económico financiero neoliberal sobrevivirá, y de qué modo lo hará, si manteniendo intactas sus formas y modalidades políticas o habrá innovaciones “humanistas” para favorecer a los sectores sociales más postergados, incluyendo medidas de morigeración del impacto ambiental de numerosas actividades humanas.

En síntesis, podremos apreciar si con esta pandemia hemos avanzado en nuestra toma de conciencia –individual y socialmente–sobre la relación entre Estado y población, mercado y consumo, rol de lo virtual en nuestra vida cotidiana, solidaridad y seguridad pública, rol de la familia en la formación de los jóvenes, apreciar el peligro de la ideologización de las ideas y un mayor acatamiento a las normas cívicas.

Siento que esta es una apretada y contradictoria síntesis del sentimiento –mío y quizás de muchos lectores– sobre esta Navidad, inédita en nuestra historia. Incluso alguien podría pensar: “Navidad para coleccionar”.

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