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Superpeatones y micromovilidad

martes 22 de diciembre de 2020 | 6:00hs.
Superpeatones y micromovilidad

Cuando vemos, en documentales o en revistas, una solución que funciona muy bien en alguna comunidad, lo primero que solemos pensar es cómo funcionaría eso mismo en nuestra ciudad. Esto es un primer impulso que todos tenemos y muchas veces nos lleva a caer en el error de querer copiar para nosotros lo que les sirve a otros. Esto que el arquitecto Marcelo Corti llama el Urbanismo de franquicias, se trata de ir llevando soluciones por los municipios como si poner un sistema de bicicletas públicas fuera lo mismo que abrir un nuevo local de comidas rápidas.

En el caso de ciudades, como Posadas, donde tenemos grandes desniveles a lo largo de toda una arteria, la idea de pensar en ir pedaleando cuesta arriba cinco cuadras hace que sea imposible convertir esta alternativa de movilidad en algo atractivo. Las ciudades donde vemos que esto funciona muy bien están en la llanura, y en nuestro caso nos obliga a limitar el uso de la bicicleta sólo a circuitos reducidos como puede ser para pasear por una costanera.

Ciudades como nuestra capital no necesitan otra franquicia de bicisendas, necesitamos una solución de movilidad urbana que les permita a los biciusuarios tomar las ciclovías como una opción para ir a estudiar, al médico, a comprar a la panadería.

¿Qué puede hacer un vecino para lograr moverse por las calles sin que las subidas y bajadas sean un problema? La respuesta está en los superpeatones. Pequeñas ayudas con motores eléctricos que nos permitan salvar esos momentos donde pedalear se vuelve ingrato. 

Según informes oficiales, se estima que en Posadas ya circulan cerca de 2.400 monopatines con motor eléctrico, y un tercio de quienes los usan son personas adultas yendo a trabajar. En muchos lugares ya los hay público/privados, con una app uno lo retira de una esquina y lo deja en las esquina del lugar a donde va, para que otro lo siga usando.

El término superpeatones nos orienta en cómo debemos tratar a estar personas en el espacio publico, no son motos, no son autos, debemos pensarlos como peatones, pero que no se cansan en una cuesta arriba ni haciendo 50 cuadras para ir de un lado al otro. Pero son eso, peatones igual que un muchachito andando en rollers o una jovencita en skate.

La micromovilidad -los transportes para un solo usuario- nos abre puertas para encontrar la solución que nosotros realmente necesitamos, para nuestro clima, nuestra geografía. En muchos lugares del mundo pueden verse vigiladores patrullando grandes extensiones que antes tenían que caminar y ahora lo hacen en un hoverboard, esas patinetas electricas donde uno va parado y el mismo aparato te ayuda a hacer el equilibrio.

En el caso de las bicicletas, en los sitios de compras online podemos encontrar los kits para instalar en cualquier bicicleta y contar con esta ayuda extra. Se trata de motores eléctricos pequeños, la batería mide lo mismo que una botella de medio litro de agua y hasta puede encastrarse debajo del asiento en el mismo lugar que van las botellas deportivas. Para no ser considerados un vehículo convencional, no alcanzan mas de 25 kilómetros por hora como velocidad máxima y su autonomía ronda los 30 kilómetros. Siempre aclarando esto, no nos va a llevar, va a pedalear por nosotros en algunos tramos.

Sería muy oportuno que desde las municipalidades o desde el gobierno provincial coordinando diferente municipios interesados en esto, se organice la compra en grandes cantidades esos motores al fabricante. Permitiendo abaratar los costos para el ciudadano común que quiere conseguirlos. No se trata de subsidiar una opción sustentable, que sería lo ideal, con sólo ayudar a los vecinos a conseguir estos kits a menor precio ya se estaría haciendo mucho por el cuidado ambiental y la calidad de vida de la gente.

Son equipos que pueden colocarlos uno mismo y no lleva más de diez minutos.

Volviendo a la movilidad activa, es importante que sigamos el camino de adaptar los casos de éxito que vemos a nuestra realidad, sin copiar por copiar, porque eso es algo que no le va a servir a nadie. Pensemos cómo habría que modificarlo, qué le haría falta para que funcione a nivel local, y recién ahí sabremos si es viable o no para nuestra ciudad. El futuro puede ser distinto y si es amable con el ecosistema siempre es mejor.

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