Entrevista a Chango Spasiuk

Sincretismo de diversidad

El músico misionero, referente de la sonoridad del Litoral, destacó la puesta en valor del ritmo, su plena vigencia y las posibilidades de expansión
domingo 13 de diciembre de 2020 | 6:00hs.
Sincretismo de diversidad
Sincretismo de diversidad

Lenguaje sonoro que se canta, se baila y se grita. Manifestación genuina de pertenencia a una tierra y su historia es el chamamé.

Diacronía de voces y saberes, costumbres y existencias, constituyen esta música ritual identitaria que va por los surcos de la hermana región grande despreocupada de convenciones y arbitrios.

El músico y compositor Chango Spasiuk, que ha llevado con su acordeón el chamamé más allá de sus fronteras geográficas y de sentido, celebró que el ritmo esté cercano a la declaración de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

En diálogo telefónico con El Territorio, el apostoleño que recientemente lanzó en el país Hielo Azul Tierra Roja, un disco grabado en Oslo en colaboración con el guitarrista noruego Per Einar Watle, reconoció la gran labor del Instituto de Cultura de Corrientes en el proceso de lograr el reconocimiento de la Unesco.

Refirió que el hecho de que el chamamé integre la lista representativa como patrimonio cultural por Argentina es un logro y confió que la declaración “sin dudas llegará”.

A partir de allí -planteó- se abrirá un desafío a los músicos y a toda la sociedad acerca de cómo mostrar al chamamé y cómo cuidar cada uno de sus componentes.

¿Qué significa para los chamameseros estar tan cerca de la declaración del chamamé como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad?
Siempre he estado muy cerca de todo el proceso para la candidatura, el Instituto de Cultura de Corrientes ha encarado un gran trabajo articulando y cohesionando partes que estaban separadas durante mucho tiempo. Más allá de lo que es el chamamé para uno y comunitariamente, esta candidatura fue posible por este trabajo institucional, y por eso hay que reconocerlo”.

¿Qué tiene el chamamé en su personalidad que debe ser resguardado, puesto en valor y protegido para que no se pierda?
Que sea declarado patrimonio, que es algo que va a suceder sin dudas, creo yo, más allá de ponerme contento me lleva a poner la mirada también un poco más allá. Le pongo la atención a esta responsabilidad que conlleva y que es necesario preguntarnos ¿por qué deberíamos cuidar tanto este mundo sonoro o esta tradición o este lenguaje? Esta pregunta hay que pensarla y no quedarse con la primera respuesta. Me ha pasado mucho en el largo proceso de acompañar esta nominación de escuchar decir -¡está bueno que cuiden nuestro modo de ser!- pero modos de ser hay en todo el mundo y no todos los modos de ser que hay en el mundo son patrimonio de la humanidad. Entonces hay que reflexionar cual esa característica que merezca un cuidado institucional que conlleva un montón de otras articulaciones institucionales”.

¿Cual sería para vos esa característica?
Para mí el chamamé se nutre de toda una diversidad de elementos. Elementos de los pueblos originarios, mestizos, criollos, inmigrantes, fronterizos. En ese sincretismo hay una armonía de la diversidad. Y la diversidad más que un problema es un tesoro. El chamamé se nutre armoniosamente y con el paso del tiempo, del opyguá guaraní y del barroco jesuítico, y también del inmigrante que trae su acordeón. Estos elementos distintos convergen en una tradición que hay que cuidar, proteger el patrimonio es cuidar la diversidad.

Una reflexión necesaria en un momento donde lo diferente es a veces visto como un problema...
En otros lugares del mundo la diversidad, el otro, se ve como un problema, es un otro desconocido y se levantan barreras. Bueno, la música y el arte -en este caso el chamamé- demuestran que la diversidad nutre y vive en armonía. Es una expresión bella y poderosa el chamamé, tanto desde lo sonoro, lo cultural como esta manera de ver el mundo muy constructiva de la riqueza de lo diverso, al menos yo creo eso.

Cuidar este patrimonio entonces es también cuidar a todas estas personas que viven el chamamé, muchos sectores están hoy relegados como los pueblos indígenas…
Más allá de cuidar la danza y la música, de cuidar esa expresión sonora espontánea poderosa y de una expansión y tradición oral tan contundente, tiene que ver con cuidar todo. En el caso de esta música tan bella está por un lado la voluntad institucional y luego lo que hagamos cada uno. Puede haber un gran margen de entretenimiento pero no limitarnos allí. Quedarnos ahí sería limitar la expresión sonora.

¿Este reconocimiento cambiará en algo al momento de producir música?
En muchísima gente seguramente no cambia en nada, porque el amor y la conexión viene de antes de este nombramiento. Sí es una gran herramienta de comunicación y una oportunidad de mostrar al mundo estas músicas hermosas que nacen en nuestro país. Y con este mención no dejo de pensar en los grandes maestros: Cocomarola, Don Isaco, Blas Martínez Riera y muchos comunicadores y difusores del chamamé que años atrás fueron sometidos a una gran subestimación y marginalidad. De alguna manera poner en valor esta música es resignificarlos y visitar y revistar sus obras, para nutrirse y nutrir este espacio. Es maravilloso lo que sucede hoy por ejemplo, en el conurbano bonaerense, donde los hijos y nietos de los provincianos que llegaron a la capital siguen escuchando el chamamé y viviendo esta tradición.

¿Con este reconocimiento internacional del valor del chamamé, se podrá lograr dejar atrás algunas escaramuzas de localía y hasta de teoría, por ejemplo entre Corrientes y Misiones?
Esa es una rivalidad mediocre, que yo no quisiera decir nada acerca de ello. Pienso sí que los misioneros nos debemos un debate acerca de nuestra identidad. Sería bueno mover un poco el avispero en ese sentido, y poder pensarnos a nosotros y no dejar que piensen por nosotros. En algún momento en la provincia pensaron por nosotros y nos dijeron lo que somos -con argumentos muy pobres-. Esta cuestión de correntinos o misioneros es algo mínimo cuando estamos viendo que el chamamé es algo inmenso que se expande. Si excluimos negamos toda esta diversidad que es justamente lo que se quiere proteger y legar.

Hace poco sacamos el disco con músicos de Noruega Hielo Azul Tierra Roja, estos músicos sintieron el chamamé. Per Einar Watle compuso chamamé y Anne Gravir Klykken tradujo y canta en español. Entonces el encuentro en la música sucede. A algunos les puede gustar y a otros no, pero el puente ocurre, eso es real, el chamamé y el arte se alimentan y crecen en la diversidad.

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