Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)

Las elecciones presidenciales de 1951 en Misiones

viernes 11 de diciembre de 2020 | 6:00hs.

De acuerdo a la Constitución Nacional de 1853, en nuestro país, la elección del presidente de la República era indirecta; la Reforma Constitucional de 1949 -artículo 82º- estableció ese sufragio en forma directa por el pueblo, por simple mayoría de votos y tres meses antes de la finalización del período del presidente en ejercicio. Un par de años antes se había sancionado la Ley Nº 13.010 de Sufragio Femenino o Ley Evita, el 23 de setiembre de 1947.

Para dar cumplimiento a estas disposiciones se creó el Registro Nacional de las Personas, mediante el cual se inscribió y documentó a las personas para elaborar el padrón electoral necesario. Desde 1911 y hasta finales de la década de 1940, en Argentina solo votaban los varones, a través de la Libreta de Enrolamiento -documento surgido de los Registros Militares de Enrolamiento para el Servicio Militar Obligatorio que cumplían los hombres a partir de cierta edad, desde el año 1904-; las mujeres carecían de documentos de identidad hasta entonces, y el Registro les proporcionó la Libreta Cívica, acreditando la “reciente” condición de ciudadanas.

En julio de 1951 se sancionó la Ley Electoral Nº 14.032, un nuevo régimen electivo que incorporó la representación de los Territorios Nacionales, creó un Tribunal Electoral, sistema de penas para infractores, reincorporó el escrutinio provisional de mesa y la simultaneidad de elecciones nacionales y provinciales para unificar los mandatos de presidente, senadores y diputados según la Constitución y reducir el número de elecciones, fijó tiempos electorales -cierre de registro, listas provisionales, depuración, confección padrón definitivo-, también estableció mesas para varones y mujeres y la fecha de la siguiente elección presidencial, el 11 de noviembre de ese año.

Dentro de los preparativos para esas elecciones de 1951, se creó el Partido Peronista Femenino -más conocido como la Rama Femenina -. Dentro de sus atribuciones se destacaba el derecho de acceso a un tercio de las bancas en cada elección. La primera sede que abrieron estaba en la calle Ayacucho 327/31 de Posadas y las delegadas censistas Elena Fernícola y Amena Paula Carubín de Di Nallo trabajaron incansablemente, enseñando los derechos cívicos a las misioneras. Con igual objetivo se organizó a nivel nacional la Rama Gremial y la Juventud Obrera Peronista, ambas con representación en Misiones. Surgen de la memoria colectiva los nombres de Octavio Agustín Ríos, del gremio docente, y Arnulfo Montenegro, ferroviario.

En tanto, la Unión Cívica Radical modificó su estatuto para permitir la afiliación de mujeres, aunque en las elecciones que nos ocupan no presentó candidatas.

Por su parte, el Partido Socialista mayormente y el Comunista en menor proporción tenían estructuras internas femeninas con años de experiencia.

En un clima político, económico y social difícil, los candidatos llevaron adelante la campaña electoral. El 28 de septiembre de 1951 se produjo un  intento de golpe de estado, encabezado por el general retirado Benjamín Menéndez. Los ánimos se enardecieron y la violencia en la calles ganaba terreno.

Para el acto eleccionario del 11 de noviembre fueron habilitados a sufragar 8.613.998 personas en todo el país. El porcentaje de mujeres que cumplieron con la obligación cívica fue superior al 90%, a nivel nacional, 23 bancas en la Cámara de Diputados y 6 en la de Senadores quedaron en manos femeninas.

En el Territorio Nacional de Misiones sólo votaban, a nivel municipal, los varones mayores de edad; aquel noviembre el 78,6% de los empadronados y el 83,8 % de mujeres en iguales condiciones acudieron a las urnas, por primera vez y juntos, , como ciudadanos y ciudadanas, participaron a nivel nacional.

El resultado fue de 47.081 votos, equivalente al 70,15% para el Peronismo, y 18.485 votos, es decir un 27,5%, para la Unión Cívica Radical. En ese acto también se incluyó la elección de concejales para algunas ciudades misioneras. En Posadas resultaron electos Roberto Losada, Jorge Fedorischak, Arnulfo Montenegro, Máximo Gallardo y Cayetano Castelli.

Casi 40 años después que los varones conquistaron sus derechos políticos, las mujeres alcanzaron la misma meta pero con un derrotero marcado por el machismo y los preceptos religiosos recalcitrantes. Imposible dejar de recordar a apasionadas como Julieta Lanteri, Angélica Barreda, Alicia Moreau de Justo, Elvira Rawson y nuestra Elena Fernícola, y en ellas a miles de mujeres que soportaron argumentos como “el cerebro de la mujer es más chico que el del hombre” poniendo en duda la capacidad intelectual femenina. Otros repetían “el voto femenino debería ser optativo, pero obligar a la mujer a votar sería atentar contra la integridad de la familia argentina”

Hoy nos parece increíble que pensamientos como “cuando veamos a la mujer parada sobre una mesa o en la murga ruidosa de las manifestaciones, habrá perdido todo su encanto. El día que la señora sea conservadora; la cocinera, socialista, y la mucama, socialista independiente, habremos creado el caos en el hogar”, se hayan expresado a viva voz en el Congreso Nacional, cosechando aplausos de los presentes… y algunas de las presentes.

Los derechos cívicos y políticos que gozamos y detentamos actualmente son el resultado de un proceso de maduración social que, lejos de detenerse o finalizar, está en concordancia con la dinámica de la evolución personal, pero nada es para siempre; nuestra historia da cuenta que se pueden perder en un instante, bajo la cubierta de golpe de estado militar o civil, por un D.N.U. y hasta por la moralina de algunos sectores, ocasionalmente, autodenominados “éticos”… ponele. Ojo al piojo.

Hasta el próximo viernes.

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