Racionalidad misionera

miércoles 09 de diciembre de 2020 | 5:00hs.

Definía Friedrich Nietzsche en Ética de la amistad que la irracionalidad de una cosa no es un argumento en contra de su existencia, sino una condición de ésta. Y extrae de Aristóteles la capacidad de la naturaleza propia del ser humano en tanto animal político; y como animal social dotado de lenguaje y razón. Soslayando tal concepto, León Tolstoi expresó: “La razón no me ha enseñado nada. Todo lo que yo sé me ha sido dado por el corazón”. Contradictorio concepto, pues del corazón proviene la sensibilidad del espíritu, y de la razón la conducta consciente del hombre.

Se cuenta en el Antiguo Testamento bíblico, libro sagrado de las religiones cristianas, que al ser arrojados Adán y Eva del paraíso junto a otras especies de animales tras comer el fruto del bien y del mal, cada especie tuvo su propio sino, pero con una gran diferencia: Dios le dio al hombre la razón y le metió el diablo en el cuerpo. Los otros perdieron la capacidad de razonar, pero sin el diablo en su anatomía. De ahí ambos tienen el mismo principio universal de subsistencia: matar para alimentarse, nada más que el hombre, además, destroza a los de su misma especie por alguna mala sin razón.

Este introito sobre lo racional se relaciona con la muerte de Diego Armando Maradona, ya que al despedirse de esta vida conmocionó a todos en el mundo. Y los argentinos lo lloramos mucho más porque, henchidos de vanidad por ser argentino, lo hemos disfrutado y gozado como nadie debido a su enorme maestría, donde combinaba habilidad y viveza de potrero que lo habilitó para ser considerado el mejor jugador de fútbol de la historia. Admiramos también, al humilde muchachito que creció en Villa Fiorito y surgió en la cantera del club Argentinos Juniors, haya podido llegar tan lejos en base a la virtud de su talento.

Luego de su muerte sobrevinieron sentimientos de enorme tristeza, como si al pueblo argentino los uniera cierta aglutinación de hermandad, algo que se vio con las primeras fotos de hinchas de River y de Boca abrazados, tal escribiera un periodista en clara demostración de sentimiento racional. 

Pero no todo fue así, porque después de lo que siguió en el velatorio de Diego Armando Maradona trastrocó el momento de luto en escenario irracional por los disturbios provocados de barrabravas invadiendo la Casa Rosada, y el presidente de la Nación tratando de calmar el desmadre de estos incorregibles.

¿Podía el velorio terminar en tragedia producto de la sin razón? Sí, podía. Entonces bien cabe el aserto de Nietzsche: “La irracionalidad es la certeza de la confirmación”. Y bien se presta, también, para exponer un viejo poema hallado en el frontispicio de uno de los treinta pueblos de las Misiones Jesuitas allá por 1690, en el cual expresa en forma muy sencilla que el raciocinio debe primar en la vida de los seres humanos. ¡Poema escrito en el medio de la selva por racionales misioneros en 1690!

 

Más bien que para mal

Dios nos dio la inteligencia

y depende de nosotros

emplearla con sapiencia.

 

Nos dio el alma inmortal

eterno etéreo esencial

que sutil en nuestro ser 

nos escolta silencioso.

 

Es depositario inflexible

de todas nuestras acciones

y después que la muerte llegue

puntual se presentará ante Dios.

También nos dotó de espíritu

que es nuestro yo interior

guiando todos los actos

cedido al mundo exterior.

 

Es un costal que convive

el rencor y la ecuanimidad,

la envidia y la modestia,

la frivolidad y la austeridad,

la avaricia y la generosidad

el genial fuego sagrado

y las ascuas irrelevantes.

 

Dos alternativas contienen

dominadas por la conciencia:

aquí la fortaleza, allá la debilidad.

y ambas sometidas, a la sinceridad

 

El espíritu de débil textura

comporta humanas miserias,

y la aplicación de injusticias

sobre indefensos y parias

 

Al contrario, el espíritu fuerte

se apoya en la imparcialidad 

del sentimiento y la razón

de la justa ecuanimidad

                

He aquí los valores expuestos

del espíritu del hombre correcto:

la cordura del saber, por un lado

y aplicación de justicia por otro.

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