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Será reconocida por su trayectoria por el Centro Internacional de Conservación

“En Misiones hay muchísimo por descubrir”

Chiqui Poujade es referente en materia arqueológica y su aporte a la cultura de Misiones es valiosísima. Una acérrima defensora del pueblo aborigen y de la historia

martes 08 de diciembre de 2020 | 5:04hs.
“En Misiones hay muchísimo por descubrir”
La arqueóloga Chiqui Poujade será reconocida a nivel internacional. Defensora del pueblo aborigen, recordó sus inicios y valoró el presente. Foto: Marcelo Rodríguez
La arqueóloga Chiqui Poujade será reconocida a nivel internacional. Defensora del pueblo aborigen, recordó sus inicios y valoró el presente. Foto: Marcelo Rodríguez

Atravesar el portal de la casa de Ruth Adela ‘Chiqui’ Poujade es trasladarse a principios del siglo XX. La historia está viva dentro de las paredes de la antigua vivienda de la calle Buenos Aires -casi Sarmiento-, que permanece intacta. Allí, donde primero vivieron sus abuelos, reside actualmente la arqueóloga misionera entre tesoros familiares de más de 200 años, enciclopedias y algunas piezas arqueológicas que esperan ser trasladadas a algún museo de la provincia.

A sus 82 años, Chiqui es una de las personalidades más destacadas de la tierra colorada por su aporte a la cultura y a la arqueología de la región. Fue pionera en esta profesión en la provincia y una guía para los nuevos profesionales que llegaron, fue docente e investigadora de la carrera de Antropología de la Universidad Nacional de Misiones y trabajó de cerca con las comunidades aborígenes. Además, tiene en su haber la fundación del Museo Provincial, Histórico y Arqueológico Andrés Guacurarí en Posadas y el San Ignacio de Loyola, en San José.

El sábado será reconocida en una ceremonia virtual por su trayectoria por el Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio (Cicop Argentina) junto al documentalista Sergio Raczko. Cicop son asociaciones civiles nacionales, ONGs, cuyo objetivo primordial es la cooperación internacional en torno a la protección del patrimonio cultural material e inmaterial de los pueblos.

En ese contexto, aunque siempre es una buena oportunidad para reconocer su trabajo, El Territorio la visitó en su hogar para rememorar su trayectoria y sus inicios.

¿Qué representan los reconocimientos para vos?

Para empezar, todo lo que me galardona le tengo que dedicar a la Universidad de La Plata que es mi universidad de origen, también a mis compañeros de estudio. Fui a estudiar historia a esa universidad y cuando llego al final del primer año de la carrera me doy cuenta que no me gustaba, que lo que a mí me gustaba era la arqueología y dentro del campo de las Ciencias Sociales. Cuando me di cuenta de esas cosas me cambié de facultad y me fui a estudiar al Museo de Ciencias Naturales de La Plata porque allí están de alguna manera reflejadas todas las actividades socioculturales que se hicieron en el país; eso me atrajo.

Cuando me cambié de carrera no dije nada, volví a mi casa y les mostré todas las materias del primer año rendidas y les dije que me cambié de carrera.

¿Cómo se fue desarrollando tu carrera a partir de allí?

Empecé a estudiar con 20 años la carrera. Con 17 me recibía de maestra y acá no había ninguna universidad, no había nada, entonces hablé con amigos míos que estaban en La Plata y el día que me fui mi papá me dijo ‘si no te recibís, trabajá’. A mi padre y a mi madre les debo la libertad de hacer lo que quería cuando tenía apenas 20 años.

Pero antes cuando me recibí de maestra de grado al mismo tiempo me recibí de profesora superior de música, entonces salió un concurso de la Nación, lo gané y enseñaba música en toda la primaria del colegio Santa María, pero eso a mí no me gustaba.

La llamita de la arqueología estaba ya en tu niñez…

Creo que no me di cuenta de lo que era mi casa porque acá vivía mi abuela, nosotros vivíamos acá a la vuelta pero venía mucho e iba a la casa de mi otra abuela que vivía en Villa Lanús.

Tuve padres y abuelos que fueron bastante libres para el momento que estaba viviendo.

¿Cómo era la cuestión de la libertad de elegir en las mujeres de tu época?

Terrible era. Tuve unos padres que eran libres, mi papá un poco más que mi mamá, ella era muy miedosa pero él le calmaba los miedos y decía que los seres son personas libres, hombre y mujer por igual.

Por muchos años en Misiones fuiste la referente en la arqueología, ¿cómo fue trabajar en ese tiempo?

Fue relativamente terrible. El intendente de Corpus vino a verme una vez y me abrió las puertas para que se conozcan las casas donde la gente vivía, me permitió relevar las casas del núcleo urbano. Ellos guardaban todo lo vinculado a los jesuitas, lo otro no les interesaba entonces me pareció que mi función era que a la gente le gustara no sólo la arqueología sino también su propia cultura.

Los vecinos me empezaron a abrir sus casas y para mí fue un placer entrar en cada una porque ellos estaban usando la casa de los indios en pleno siglo XX. Para mí fue una experiencia única porque yo también recién estaba empezando. Era cuestión de despertar su pasado sin que perdieran su presente pero era una cosa dificilísima.

Donde en realidad tropecé fue en San Ignacio porque nació con gente muy europeizada y ellos lo que pretendían era tener una nueva ciudad pero a la usanza antigua y eso es imposible. Paraba en la escuela de San Ignacio, me dieron un aula para que sea mi habitación.

No me acuerdo cuánto tiempo me quedé en todos los lugares donde trabajé porque me quedaba el tiempo que fuera necesario para que la gente entendiera, a lo mejor hice menos arqueología que la que debería haber hecho, pero me parecía importante que la gente tuviera conciencia de las cosas que tenía y no sólo lo jesuítico.

¿Cómo ves el desarrollo de la profesión en Misiones?

Excelente. Lo que pasa es que el presente arqueológico está ya imbuido con una Universidad de Misiones que es abierta, entonces la gente con la que trabajé después eran abiertas al cambio pero respetando el pasado, que es sumamente importante.

¿Sigue habiendo mucho por descubrir y por investigar en la provincia?

Muchísimo, por donde caminás encontrás sitios. Tengo unas cosas guardadas acá que las tengo que pasar al museo, son artefactos líticos precolombinos que son de San José. En esa ciudad tuve el apoyo de Virgilio Chavannes que se interesaba por la cultura del pasado y me ayudó a fundar los museos Juan Yaparí y Andrés Guacurarí, en Posadas y el San Ignacio de Loyola, en San José.

¿En tus años de experiencia cómo fue el apoyo de los gobernantes en la conservación de este pasado?

Hubo muy poco, aunque parezca mentira el que más me facilitó fue Bayón (Juan Manuel, gobernador de facto de Misiones entre 1981 y 1983). Él me abrió las puertas, hacía cartas de recomendación para que me reciban los intendentes sino nadie me miraba porque no querían saber nada con los indios.

Nuestro problema es la cultura antiindígena, que es lo más nefasto para la provincia. Yo era un ser solitario, mujer y que fuera mujer también les molestaba. Después nos entendimos porque me permitieron entrar a trabajar y no me cerraron nunca más las puertas.

¿Sigue habiendo hoy ese rechazo por los pueblos originarios?

En general el rechazo está presente, dicen que lo superaron pero en lo profundo sigue. Los que son proespañoles nunca son proindios, lo son de la boca para afuera. Una cosa distinta es la formación que dio nuestra universidad a sus alumnos porque los que salen de ahí, ninguno está en contra de los indios. Cuando yo llegué todos estaban contra ellos porque eran haraganes y no hacían esto o aquello.

¿Qué significó para vos la Universidad Nacional de Misiones?

Creo que fue fabulosa la llegada de la Universidad Nacional de Misiones porque si bien trajo antropólogos que eran clasistas, en su mayoría eran no clasistas, lo cual facilitó la relación con los guaraníes.

En cierta manera la única que entraba a conversar con los indios era yo, era bravísimo porque ellos tenían razón en lo que me decían pero les expliqué que era necesario que aprendieran a leer y escribir en castellano porque sino no iban a poder defender sus propios derechos. Logré que muchos fueran a la escuela, logré la escuela de Fracrán, la de 25 de Mayo. Eso fue el mayor logro que hice en mi vida.

¿Qué valor tiene el pasado para la construcción del presente y el futuro?

Tengo un conflicto siempre con el presente, pero yo soy conflictiva. Cuando era más chica me quería ir a Alemania, a todos lados y mis padres siempre me decían que para conocer lo de afuera primero hay que conocer lo de uno. Entonces siempre recorríamos la provincia y de chica nuestras vacaciones nunca fueron fuera de la provincia. Me decían que nadie puede valorar lo que tiene si no lo conoce. Me di cuenta de que lo que me interesaba eran las personas más que los objetos.

 

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