Bomberos de El Soberbio y otras dotaciones unieron sus fuerzas

Selva adentro, la planificación de los ataques frente a las llamas

Uno de los incendios más grandes se desató en la Reserva Yabotí. Cómo se dividen para trabajar, qué es enfriamiento y cómo se hacen las líneas cortacombustibles
domingo 29 de noviembre de 2020 | 5:00hs.
Selva adentro, la planificación de los ataques frente a las llamas
Selva adentro, la planificación de los ataques frente a las llamas

Son las dos de la mañana y llegan los operarios al corazón de la Reserva de la Biósfera Yabotí -221.155 hectáreas de selva paranaense-, para con sus máquinas abrir camino en la espesura virgen y poder hacer menos dificultoso el paso de los bomberos voluntarios hasta los focos de incendio. El trabajo empezaba temprano y era arduo.

“Sofocado este foco ¿me copia, jefe?”, se escucha en el radio de la camioneta de Julián Kruzelniki, jefe de los Bomberos Voluntarios de El Soberbio, a cargo de la logística y la operación en los combates en la reserva. No hay señal para los celulares, solo esas radios sirven para la comunicación entre los que están trabajando selva adentro.

El fuego comenzó la noche del viernes 20 de noviembre en el lote 8 de Colonia Pepirí, dentro de la reserva, y el equipo recibió el llamado el sábado. El inicio fue por una actividad  que se conoce como rozado, la quema de un terreno para después plantar, que está prohibida en el contexto de sequía.

“Fue bastante complicado porque es una selva virgen, monte cerrado, no podíamos acceder fácil. Tuvimos que hacer unos 1.200 metros al acceso y además había una quebrada muy brava, no había forma de llegar. Cuando el personal llegaba a la cima donde estaba el incendio ya estaba cansado”, contó Julián en diálogo con El Territorio.

Hasta el jueves, el día de la bendecida lluvia que aplacó el 90% de los focos de incendio de la provincia, fueron 400 las hectáreas que quedaron devastadas y el personal tuvo que hacerle frente a más de 100 focos activos.

El jefe relató que cuando se dieron cuenta de la magnitud de la situación pidieron apoyo a la Federación Misionera de Bomberos Voluntarios que se encargó de movilizar a los demás cuarteles de la provincia que tenían personal y móvil disponible para dar una mano a la reserva. Es así que desde ese sábado 21 contaron con la ayuda de personal de San Vicente, Andresito, Dos de Mayo, San Pedro, bomberos de la Policía de Posadas y Jardín América y cinco personas del Plan Nacional de Manejo del Fuego con un vehículo.

También llegó un avión hidrante pero desafortunadamente no cumplió con su cometido. “Tuvimos la promesa del avión porque si lo hubiéramos tenido como debería ser íbamos a tener más control sobre la situación. Lamentablemente no se dio”, lamentó Julián.

Si el avión hubiera estado operativo podría haber arrojado 2.200 litros de agua sobre la zona afectada entre quince y 20 minutos entre las descargas. Éste, que ahora está inactivo en la pista de aterrizaje de El Soberbio, hizo dos descargas cuando estaba operando desde Oberá y una tercera ya en la localidad pero luego de eso tuvo un desperfecto mecánico. “Las condiciones del clima hicieron que la primera descarga los muchachos que estaban trabajando no la sintieran ni como una brisa porque era mucha la temperatura y el avión no estaba operando correctamente”, contó.

Por todos los flancos

Durante esos días, las tareas comenzaban por la madrugada y se extendían hasta la noche. Es un trabajo casi sin descanso, no hay que darle la posibilidad a las brasas de que vuelvan a encenderse ni tampoco a las llamas para que se descontrolen.

Es por ello que se diseñan distintas líneas de acción. Se armaron cuadrillas de brigadistas de más o menos 50 personas que fueron las que le hacían frente directamente al fuego, a su vez se dividían en grupos dependiendo de la actividad del día.

“Lo que se puede apagar en el lugar se hace, se lo ataca directo con agua. También se hacían líneas corta combustibles que es lo que más se usa en este tipo de condiciones. Consiste en dejar una cinta, una especie de camino de un punto A a un punto B porque tenemos que evitar que el sector que se está quemando se pase para el otro lado. La idea es dejar el suelo mineral que es la tierra pelada sin ningún tipo de combustible ya sea pasto y hojas, tiene que estar limpio para que el fuego no pase”, explicó.

La importancia de este trabajo recae en que la capa de hojas y pasto seco puede alcanzar los 20 centímetros y se trata de un material altamente inflamable y favorece a que el fuego se desplace con mayor velocidad. Al mismo tiempo, levanta mucha temperatura lo que puede provocar que se incendien las copas de los árboles.

“Trabajamos en las líneas cortacombustible con zanellos, que son máquinas pesadas, lo más práctico y rápido. Hicimos muchas líneas, muy amplias de más o menos 50 y hasta 100 metros en algunos lugares y  el fuego cruzaba igual. Lo hacía a través de las copas”, sostuvo Julián.

Cuando eso sucede es imposible contenerlo desde abajo, por eso la importancia de atacarlo en la base y enfriarlo. “Se les aplica agua directamente al tronco que se está quemando. En algunos casos, cuando el tronco es muy alto, sí o sí hay que tumbarlo”, señaló sobre las tareas de enfriamiento.

Se distribuían en flanco derecho, izquierdo y cabeza del incendio. Hasta las 11 del mediodía había poca actividad del fuego y en adelante se empezaba a poner más complicado. “Tiene que ver sobre todo con las condiciones climáticas, el miércoles a las 8.30 tuvimos que replegar todo el personal porque ya se estaba haciendo imposible trabajar por la alta temperatura, cerca de los 40 grados a esa hora”, comentó sobre el peor día.

Y agregó: “Éramos unas 300 personas con todas las unidades disponibles y no se veía por el humo. Lamentablemente tuvimos que salir, teníamos más de 500 metros de manguera tirada y a pesar de todo el trabajo que hicimos pasó el fuego igual. Sinceramente te dan ganas de llorar”.

Distancias

La provisión de agua venía de un arroyo que se encuentra a unos cinco kilómetros de la partida de los bomberos y vecinos voluntarios. Allí conectaban una motobomba con la que recargaban una unidad y posteriormente con esa unidad abastecían el camión cisterna.

Para tener una idea la autobomba de ataque puede contener tres mil litros de agua, un cisterna unos 14 mil. Por día, según precisó Julián, se ocupaban una cantidad superior a los 25 mil litros.

El personal, al mismo tiempo, se tenía que desplazar entre cinco y diez kilómetros selva adentro, a pie o en 4x4 según la zona, para llegar a las áreas afectadas.

La copiosa lluvia que cayó sobre la provincia el jueves alivió pero no fue suficiente por lo que se deberá controlar el lugar para evitar nuevos focos. La pérdida irreparable y más lamentable son los animales lesionados y calcinados con los que se encontraron en el camino: “Esas cosas duelen más que todo”. 

 

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