Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)

Cataratas del Iguazú

viernes 27 de noviembre de 2020 | 5:00hs.

A finales del siglo XIX, el oeste del Territorio Nacional de Misiones estaba poblado hasta Corpus, aproximadamente; a partir de ese punto, la selva virgen, tan majestuosa como infranqueable, solo permitía el dificultoso paso de las comitivas para “beneficiar yerba mate y madera de ley”; una ristra de puertos privados facilitaba el traslado de los rollos, especialmente hasta el puerto de Posadas, mediante las jangadas, y de tanto en tanto recibían a los barcos cargados de mensúes.

Bien al norte, las Cataratas del Iguazú eran una maravilla casi inaccesible. De las pocas personas que pudieron conocerlas por entonces, Jordán Hummell -en la década de 1890-, capitán del vapor Cometa, fue un militante en la promoción de paseos a ese sitio; al regreso de uno de sus viajes consiguió la atención de la empresa Núñez y Gibaja de Posadas, y organizó una excursión a través de un pique brasileño para alcanzar la meta, ya que por territorio argentino era imposible.     

El gobernador Juan José Lanusse fue invitado y concurrió con toda su familia; ese viaje de 1897 fue un fracaso, sólo los varones llegaron a las Cataratas, el último tramo de 12 kilómetros lo recorrieron abriéndose paso por el monte, y las mujeres esperaron el regreso, frustradas.

Al año siguiente, el mandatario decidió repetir la experiencia, acompañado por sus hijas María y Leonor, más Martina Crisol, Encarnación Fragueiro, Domingo Bacigalupi, Lázaro Gibaja, Miguel Crisol, Leandro Arrechea y el sacerdote Solvaire. Consiguieron verlas desde lejos nomás.

En 1901, Lanusse invitó a unas familias importantes de Buenos Aires a realizar el paseo, y también incluyó al grupo de 1898 y participó el convite a Carlos Fernícola, Robert de Blosset y Juan Morales -vecinos de Posadas-. Fletó un barco de Nicolás Mihanovich y remontaron el Paraná; 30 personas ansiosas compartieron la travesía, aunque solo dos de ellos consiguieron llegar al lugar.

La desilusión fue grande, tanto que una de las señoritas del grupo, Victoria Aguirre Anchorena, donó al mandatario $3.000 para la apertura de un camino hasta las Cataratas. La distancia era de unos 20 kilómetros aproximadamente. Poco tiempo después, se habilitó Puerto Aguirre y se consiguieron 50 hombres para realizar el trabajo. Cuestiones del momento paralizaron la apertura de la picada -después llamada avenida- durante tres años.

Al año siguiente, el gobernador solicitó al gobierno nacional que sancionara una ley que declarara de utilidad pública un predio de 10 leguas cuadradas a la redonda de las Cataratas, a fin de evitar que el área se viera invadida por empresas particulares que afectaran la belleza del lugar, tal como pasaba en las Cataratas del Niágara.

Los primeros días de marzo de 1902, el ejecutivo nacional comisionó al director de Plazas y Paseos de la Capital Federal, Carlos Thays, para levantar una carta topográfica de las Cataratas del Iguazú y sus inmediaciones y proyectar las obras públicas necesarias para acceder al lugar, con sentido turístico.

Por entonces se publicaba la revista Caras y Caretas, con tirada nacional, y en su ejemplar N° 191 del 31 de mayo de ese año, apareció una nota titulada “La excursión de M. Thays al Iguazú. Su crónica de viaje”, en más de cuatro páginas, ilustradas con 28 fotografías y escrita en primera persona, Thays deja un relato pormenorizado y exquisito de esa experiencia.

El 3 de septiembre se promulgó la Ley Olmedo, que reservó para el Estado nacional las tierras que hoy comprenden el Parque Nacional Iguazú, aunque según se desprende de la documentación disponible, la vigencia no fue inmediata.

En 1904 se retomaron los trabajos bajos para abrir el camino hacia las Cataratas, cuando por orden del ministro de Guerra, el 12° de Infantería, con asiento en Posadas, se abocó a la tarea. El costo de la obra superó la cifra donada por Victoria y fue el gobernador Lanusse quien encabezó una colecta popular para conseguir los fondos, sin destinar recursos estatales.

A fines de mayo de 1905, Lanusse solicitó la creación de una estafeta de correos en esa zona, con el argumento que las postales que se enviaban desde allí debían ser selladas en una estafeta brasileña. En el mes de agosto, el gobierno brasileño extendió el servicio de telégrafos hasta el destacamento militar que tenía establecido en el lugar, y dispuso la extensión de las vías férreas hasta el sitio. El gobernador volvió a informar a Buenos Aires de la situación, exponiendo el riesgo de perder el comercio con Paraguay, del posible monopolio turístico de Brasil, y resaltó la necesidad de poner en vigencia -con urgencia-, la Ley Olmedo. En la nota incluyó el interés de firmas norteamericanas en traer turistas a San Ignacio e Iguazú, con conversaciones avanzadas con astilleros locales y líneas trasatlánticas de pasajeros.

Recién en marzo de 1928 se aprobó la compra de las tierras propiedad de los Ayarragaray. Unas 75.000 hectáreas se pusieron bajo órbita del Ministerio de Guerra, y al mes siguiente se escrituraron para la creación de un parque nacional y colonia militar. En junio del mismo año se tomó posesión de la propiedad; a fines de septiembre de 1934 se creó la Dirección de Parques Nacionales y los Parques Iguazú y Nahuel Huapi, y un año más tarde se transfirió el área a la Dirección anterior, con reserva de 20.000 hectáreas para la colonia militar.

En 1941, los límites del Parque, la colonia militar y las 500 hectáreas para el pueblo de Puerto Aguirre quedaron establecidos; 30 años después se creó la Reserva Nacional Iguazú, y el sector oeste del Parque se destinó a construir el aeropuerto y un gran hotel de nombre internacional. En 1972 se incorporaron al Parque Nacional 12.620 hectáreas, propiedad del Instituto Nacional de Colonización; en 1990 se creó la Reserva Natural Estricta Iguazú, reducida luego a tres núcleos. En 2011 fueron elegidas como una de las Siete Maravillas Naturales del Mundo, condición definitivamente confirmada en febrero de 2012.

Hasta el próximo viernes.

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