El costo de vivir en la colmena

jueves 19 de noviembre de 2020 | 5:00hs.

El impuesto a las riquezas es como los bonos al carbón, no es solamente una retribución, es una indemnización por la contaminación, por el mal que reciben otros países con esas políticas de producción. La pobreza que genera la mala distribución de la renta, también genera un daño a la sociedad; el impuesto a las grandes fortunas es como una especie de indemnización por ese mal. Si las leyes las escriben los que ganan y esas leyes permiten excluidos, a esas leyes hay que modificarlas. Por eso los representantes del pueblo no deben percibir grandes dietas, porque deben estar a la par de lo que percibe el pueblo. Se podría tomar en referencia el salario de los docentes. La ética del más fuerte no es ética, es instinto.

El impuesto a las grandes fortunas es del  1% del patrimonio, más o menos un valor de 4 millones de pesos aproximadamente, y lo pueden recuperar en un mes debido a su capital en dólares. Hoy en nuestro país, con casi la mitad de la población en la pobreza, debido a la pandemia y al costo de la deuda externa, una deuda que no tuvo retorno, el aporte solidario, impuesto progresivo. distribución de la riqueza, como quieran calificarlo, es una medida para salvar a la colmena. Marco Aurelio decía que lo que no es bueno para la colmena, no es bueno para la abeja. Solo los seres humanos viven en la colmena, gustan de la miel, pero no quieren salvar el panal, aún sabiendo que su cámara depende del conjunto, la miel es de todas las abejas, porque la miel no es solamente su alimento, es poesía que le da su fundamento.

Los que creen que el impuesto a las riquezas es ilegítimo se olvidan de que la legitimidad va a la par de la justicia; en un mundo con recursos escasos, una ley que los reparta mal, a la larga atenta contra la sociedad, se vuelve ilegítima, porque la ley sin justicia es opresión. Ante situaciones extremas, medidas extremas. La riqueza mal usada es vanidad y no podemos dejar que la vanidad corroa nuestras instituciones y sociedad.

Pablo Martín Gallero

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