¿Derechos o filantropía hipócrita?

jueves 19 de noviembre de 2020 | 5:00hs.

En abril de 2016, el entonces presidente Mauricio Macri, impenitente empresario evasor, reiterando sus degradados principios y comportamientos, volvió a mentir. Prometió abrir mil centros de primera infancia en todo el país en el curso de ese año y construir 4.000 centros similares, antes de que finalizara su mandato en 2019. Tal promesa incumplida la formuló el 14 de abril de ese año, en ocasión de presentar el Plan Nacional de Primera Infancia, en un acto llevado a cabo en el Centro de Desarrollo Infantil Chispitas del barrio Villa Zagala, del partido de San Martín en la provincia de Buenos Aires. En dicho acto estuvieron presentes la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley; el virtual viceministro de Desarrollo Social, Gabriel Castelli; el secretario general de la Presidencia, Fernando de Andreis; y la secretaria nacional de Niñez, Adolescencia y Familia,Yael Bendel.

En su peculiar estilo discursivo, entremezclando distintos tópicos y deseos de imprecisa conexión, Macri manifestó que “lo que más nos interesa en el mundo es lo que va a pasar con nuestros hijos. Y quiero que en este camino estemos juntos. Hacia una Argentina más integrada, con menos exclusión. Donde eduquemos a nuestros chicos a trabajar, a respetar la ley. Una Argentina donde no haya impunidad y donde progresemos a partir de nuestro esfuerzo personal”. Sin dudas, todo un catálogo de diversas aspiraciones con una hilación difícil de interpretar.

El Centro Chispitas, donde se llevó a cabo el acto de lanzamiento del Plan Nacional, recibió, el 23 de junio de 2016 la destacada visita de la primera dama argentina, Juliana Awada, y la “segunda dama” norteamericana de entonces, Jill Biden (esposa del entonces vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden), acompañadas ambas por la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley. La agencia oficial Télam difundió la foto del significativo evento, donde se observa a Jill y a Juliana sentadas en una silla frente a once niñas y niños que las observan desde el suelo, junto a Carolina, mientras les muestran un libro en idioma inglés en cuya lámina se puede leer: “Then Lucy discovered a green beetle” (“Entonces Lucy descubrió un escarabajo verde”). No resulta fácil poder verificar qué habrán podido aprender los niños de esa breve y promocionada visita, con foto incluida, de las tres ilustres damas.

El Programa de Centros de Primera Infancia (CPI) fue creado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el año 2009. En el 2016 existían 64 de esos Centros en la Caba. El último había sido inaugurado por el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, el 4 de mayo de ese año en el barrio de Pompeya. El 13 de julio de 2015, Rodríguez Larreta prometió que “vamos a llegar a los 100 CPI en toda la ciudad”, en un acto en el que fue acompañado por Mauricio Macri, Gabriela Michetti, Diego Santilli y Carolina Stanley.

Extrañamente, en la página web de ese entonces del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación no figuraba ninguna información acerca de la cantidad de Centros de Primera Infancia existentes y su distribución en las distintas provincias del país. Por lo cual la promesa presidencial de los 1.000 Centros en 2016 y los 4.000 para el 2019 resultaba de difícil constatación y comparación, y hoy en el 2020 se desconoce el destino final de aquellas livianas y exorbitantes promesas del ex presidente. Tampoco el prometedor Horacio Rodríguez Larreta honró su promesa del 2015 de “llegar a los 100 Centros en toda la ciudad”, diseminando ofertas grandilocuentes que tal vez de antemano sabían que no iban a cumplir.

Jill Biden acaba de ser consagrada como la próxima primera dama de los Estados Unidos. De visitar nuevamente la Argentina desearíamos que no se volviera a prestar a ninguna escena de “bondad filantrópica”. Los filántropos necesitan más a los pobres que los pobres a los filántropos.

La Argentina necesita independencia económica y justicia social. Es decir, nada más y nada menos que ejercicio de derechos plenos. No necesita, y lo rechazamos enfáticamente, ninguna modalidad de filantropía hipócrita.

Norberto Alayón

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