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Itífalo

domingo 15 de noviembre de 2020 | 5:00hs.
Itífalo

as pretensiones simétricas son del todo perdidas, aun así hay un esquema que puede funcionar como ruta accesible para que sea captada por la percepción mental. Igual, nada puede asegurar nada, la nada quizás sea la vida. Pero antes es necesario aclarar, para dilucidar el por qué. Si bien, en primera medida es un artefacto, ya que es usado todos los días y en su uso pareciera que es necesario, aun así, el todo siempre se precipita para volverse un absurdo. Un artefacto denota que detrás hubo una destreza, un arte del hecho. De facto al arte. Pero también se lo puede describir como un objeto estupefacto, no por su acción sin más, quizás por su claridad para quedarse inerte. La vida se la da a este objeto con su uso. Sin él perdería toda luminosidad en el mundo, y también carecería de pretensión espectral. Su uso es su movimiento.

Al comienzo del día surgen desesperadas manos para contenerlo, parece un niño recién nacido, pero no puede ser un niño porque tiene muchas palabras escondidas. Maneja sonidos raros, pero son cuasi interpretativas, el cuasi digo porque no se entiende absolutamente nada, pero aun así es comunicable, quizás la comunicación sea un ejercicio aplicable por desesperación del que lo escucha. A veces está tirado bajo el sol y pareciera que se sumerge en un estado de plena felicidad, los diferentes actores desprecian ese movimiento. A veces se mueve como un espejo y busca algo de decepción en rostros. Su espacio es infinito, abarca más de lo que parece. No hay tiempo tampoco cuando camina. Si nos acercamos mucho podemos observar que nos reflejamos de una manera poco nítida, quizás gris. No es un espejo, aunque a veces intente serlo. Muchas veces se queda quieto mirando el horizonte, hay horas en que cualquiera lo puede imitar, otras veces se aleja y es inimitable. Depende del día puede cambiar de color, inclusive de tamaño. Tiene una forma asintótica si lo miramos desde atrás, pero de frente es una recta perfecta, de costado es un círculo, pero no un círculo clásico, más bien una imitación burda.

No soy de pensar igual mucho en su figura, si le busco una forma lógica quizás desaparezca y eso es lo que me detiene. Como decía, el artefacto requiere mucha atención, vive con atención absoluta. A veces me llena de felicidad, de éxtasis, es placentero, pero también mantiene su contrario, el dolor. Creo que es más doloroso que placentero. El otro día pareciera que le dio por fugarse todo el día. Fue un día de mucha lluvia y estaba muy cansado para seguirlo. A veces lo dejo que haga esas absurdas salidas. Creo que busca la vegetación, se siente libre quizás ahí. Pero él no pertenece a la naturaleza como nosotros. En su esencia no hay un poco de naturaleza. Todos los otros artefactos del mundo si contienen naturaleza de origen, pero él no. Quizás porque sea parte de algo completamente salido de los estamentos esenciales. Eso sí, puedo decir que le gusta llevar corbatas. Muchas, como 24 todas juntas y le quedan perfectamente. Usa carteras y se nota que tiene en cada cartera diferentes labiales, rojos, negros, verdes inclusive. Lo único que puedo decir es que su seducción no está en sí mismo. A veces se traslada en otros movimientos. Todo parece volátil cuando se enoja, sí, porque tiene un humor de locos. El otro día gritaba eufóricamente. Parecía un cerdo pequeño que lo estaban por asesinar. Los niños lo adoran desde que nacieron, lo conocieron de forma intuitiva, bah, lo empezaron a conocer cuando hablaron. Es cierto que no le entienden nada pero aun así es importante para ellos, como para mí también. Creo que en algún momento tengo que buscar la forma de pedirle algún deseo y de darle algunas ofrendas porque realmente siempre está.

Su presencia no tiene desmesura, a veces me toca los dedos. A veces se desperdicia en la nebulosa de mis sueños. Duermo y está cerca mío. A veces tiene conexión directa con la energía. No me interesa que se desgaste porque es infinita su posibilidad.

Lo más llamativo surge cuando niños, adolescentes y adultos lo siguen, lo quieren atrapar con soberbia y no se dan cuenta que son parte de él. Es que es muy meritorio su posibilidad fantasmal, operario de lo inefable, a veces le grito cuando pasa, no me responde.

Tiene algo fuerte que lo acompaña en la medida que acelera sus pasos.

La verdad de su existencia es eso. Que todos lo saben. Pero nadie se anima a sacarle una foto, porque sería un despropósito para el mundo.

Sus manos a veces tienen dulce de leche, o miel de Elvish, porque tienen un gusto sabroso, inclusive en el invierno más frio sigue siendo dulce.

Está rodeado de luces de colores. No siempre quiere ser parte. Por obligación solo esta.

A veces, cuando me suelto los cordones de mis manos, lo entiendo, parece que está en una cárcel, pero viéndolo mejor entiendo que las llaves están tiradas cerca de mis manos. Quisiera ayudarlo pero me evade la situación traumática de tomar semejante decisión.

Siempre quiere eludir la promoción, pero su posibilidad de fungible me da aliento, su naturaleza ya es parte de la naturaleza aunque quiera evadirlo. Se concilia con la naturaleza pareciera. Pero mi intención antropomórfica me llevó a descartarlo como parte de la naturaleza. A veces se siente querido por todos, otras veces, es parte del mundo y muere. Pero su necesidad indescifrable es su contingencia.

Hay dos cuadros colgados en mi pared, siempre lo veo observarlos, se nota que no entiende al verlos, yo tampoco entiendo mis cuadros. Los cuadros son de tal forma, una forma que no se entiende, pero es necesaria, como el artefacto.

Su trampa más grande es que se fusiona con mi extensión, yo lo quiero lejos maquillado, pero me envuelve, siento un dolor sin sentido por eso. Todo es su voluntad omnipotente.

A veces cuando hay silencios, se acerca y puedo leer entre su indescifrable ser, una máxima que reza así, “Yo soy tú, y tú eres yo; donde tú estés, yo estoy allí, y estoy esparcido en todas las cosas. De donde quieras me puedes recoger; pero cuando me recoges, te recoges a ti mismo”, sé que lo leí en otra parte, sé también que esta máxima pertenece a Epifanio de Salamina de su libro PANARION, volumen II, pero reflexiono y digo ¿porqué tiene consigo esta frase? No hallo respuestas. Creo que eso es lo que menos importa.

Inédito. Domínguez reside en Posadas y estudió licenciatura en filosofía .

Ilustración: Tormenta de nieve del pintor Willian Turner (1775/1851)

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