Memorias del fierro

lunes 09 de noviembre de 2020 | 3:52hs.
Memorias del fierro
Memorias del fierro

Resulta increíble la cantidad de metal que se encuentra en el lugar. Varias cuadras antes de llegar, ya es posible observar un paisaje cuasi apocalíptico y distópico. Piezas en la vereda que esperan encontrar su lugar dentro de alguno de los galpones donde la chatarra está dispuesta en altas paredes y montañas. 

Lo interesante es que en esas toneladas de cosas inservibles para algunos, está lo que para otros son tesoros o materia prima que, trabajada, se convierte en objetos de decoración, construcción, e inclusive obras de arte. 

A primera vista es como un gran osario. Un cementerio de objetos de metal que alguna vez fueron piezas de maquinarias y hoy descansan en paz, quizás esperando una resurrección. Lidia Beatriz León (62) lleva cuarenta años, toda una historia, dedicada a la recolección y comercialización de chatarra en un negocio familiar que comenzó junto a su marido, José Lembo y aún hoy se mantiene vigente. 

Como una materia en la cátedra de la nostalgia se encuentra el tema uno, antigua herramienta que guarda historias de tierras duras, o de suelos fértiles, que fueron necesarios horadar, trabajar. ¿Cuánto sudor cayendo sobre su superficie será responsable del óxido metálico? Ella explica que se trata de un arado y cuales son sus partes, aclara que no lo vende. En la esquina cual si se tratara de un extemporáneo muelle de un puerto que imposiblemente estuviera ahí, se encuentran dos amarres reclamando los cabos para dejar en aldana a los navíos de un pasado fluvial. La chatarrera se sienta en uno de ellos, orgullosa en lo que parece ser parte de su tesoro personal. Memoria de un tiempo en que el río mostraba otra actividad en ausencia del puente.

Eso es el preludio de otros elementos que mostraría a continuación cruzando la calle. 

En un predio baldío, autos, una grúa, chapones de acero que ella explica pertenecen a la cubierta de un barco. En el medio del espacio, entre tanto metal llama la atención una estructura semicircular de madera. Se trata de parte del casco de una nave que se hallaba amarrada en la laguna San José, ese lugar de cuando la costanera actual no existía, que se extendía desde donde hoy está el monumento al Papa, hasta el puente internacional. Era un barco grúa, explica Lidia. 

Cuenta de los viajes por la provincia para adquirir en remates o para buscar el material comprado. Así es que fueron encontrando y haciéndose de objetos que ahora administran, atesoran o simplemente transforman. 

Después de dejar atrás grúas, autos, camiones, pedazos de barcos, Lidia nos invita a su casa, amplia y espaciosa. “Me gustaría hacer un museo para exponer algunos objetos”, detalla. En el patio llama la atención una enorme estructura cilíndrica, “es una antigua caldera a la que se le agregó patas. La uso para asar. Yo preparo perniles”, explica. 

En otra parte de la propiedad tiene una parrilla con chimenea de material de esas que hay en tantas casas con patio. Ella abre una puerta circular que claramente formó parte de alguno de los elementos de la chatarrería y dentro es posible ver dos llantas de gran porte, unidas como un potente horno. 

Así es posible encontrar cosas que hablan de ingenio y creatividad. Un disparador a partir de lo que otros consideran inútil, pero que puede desembocar en una obra de arte, un artefacto decorativo o en instrumento con un uso similar, cuando no nuevo.

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