Tiene 14 años, se droga desde los 10 y su madre ruega que lo internen

lunes 02 de noviembre de 2020 | 3:06hs.
Tiene 14 años, se droga desde los 10 y su madre ruega que lo internen
Tiene 14 años, se droga desde los 10 y su madre ruega que lo internen

El rostro y la voz de Margarita Morel (38) destilan tristeza. El dolor se hace lágrimas al detallar el calvario que padece con su hijo de 14 años, víctima de la mala junta, del alcohol y las drogas, adicciones que hasta ahora no pudo combatir con todo su amor de madre.

Reconoció que el chico se droga desde los 10 años, por lo que el vicio está arraigado y parece ingobernable, aunque ella no se resigna a bajar los brazos y sigue golpeando puertas en busca de ayuda y contención. 

Incluso, dejó el pudor de lado para visibilizar el desesperado pedido de asistencia para su hijo, el mayor de tres varones, quien a pesar de su corta edad no tiene límites y se impone a su madre en base a la fuerza física y un carácter violento, según mencionó Morel.

“Tiene 14 años pero es grande de físico, tiene fuerza y, para colmo, me dice que no le puedo tocar porque es menor. Me duele decir que le tengo miedo a mi propio hijo. Tengo miedo por mí y por mis otros chicos, de 9 y 7 años, porque cuando se descontrola es capaz de cualquier cosa. Y lo peor es que nadie me ayuda”, lamentó. 

En diálogo con El Territorio, la progenitora expuso un ejemplo brutal que grafica el infierno de su día a día: “Como me roba todo para comprar alcohol y drogas, de noche me encierro con llave en mi pieza con mis otros hijos y ruego a Dios que no pase lo peor. No tengo otra forma. No puedo controlar a mi propio hijo”.

Es más, la entrevista con este matutino se concretó en la casa de una vecina, en el barrio San Miguel de Oberá, ya que Morel temía que el menor reaccionara de manera violenta ante la visita de un extraño, tal como ocurrió en varias ocasiones. 

También comentó que hace un par de semanas el chico atacó con un machete a su padrastro, quien se tuvo que mudar. 

Adicción y violencia
Morel exhibió una carpeta con una serie de denuncias, trámites y presentaciones ante diferentes Juzgados e instituciones de Oberá, al tiempo que subrayó la necesidad de internar al menor para desintoxicarlo, ya que no avizora ninguna otra opción de tratamiento.

“Me separé del papá de mis hijos hace varios años y él nunca me ayudó ni se preocupó por nada. A partir de ahí mi hijo (el mayor de los varones) se puso cada vez más rebelde conmigo y los maestros. A los 10 años empezó a tomar y el director de la escuela me llamaba todo el tiempo. En esa época empezó a agredirme, por lo que muchas noches tuve que dormir en casa ajena con mis hijos más chicos”, reconoció abatida. 

Mencionó que desde muy pequeño el jovencito comenzó a juntarse con personas más grandes, adolescentes y adultos que incidieron negativamente en su carácter y lo sumieron en los vicios. 

Al respecto, indicó que “siempre le tiró la calle, la junta en la esquina hasta tarde. Yo le quería poner límites y me agredía. Con los años formalicé otra relación y mi concubino lo quiso enderezar, pero no pudo y se tuvo que ir antes de terminar mal”. 

En busca de una salida para rescatar al menor, hace dos años decidió mudarse a San Vicente para sacarlo de un entorno claramente nocivo. Pero el remedio resultó peor que la enfermedad. 

“Nunca se adaptó y decía que allá eran todos bobos, por eso no tenía amigos. Hasta que empezó a tomar caña con unos viejitos alcohólicos. Así, a los 12 años, un día llegó borracho y me partió un palo en la cabeza. A esa edad consumía marihuana, pastillas y alcohol”, enumeró. 

De regreso a Oberá las cosas siguieron empeorando, ya que el chico creció en tamaño y fuerza, mientras su madre inició un peregrinaje estéril en busca de ayuda. 

Pedido de auxilio
Según detalló Morel, tiene expedientes en el Juzgado de Familia, la Defensoría y Fiscalía de Instrucción Uno, organismo que recientemente la derivó al Centro Integrador Comunitario (CIC) de barrio Gunther, dependiente de la Municipalidad de Oberá.

Precisamente, el pasado 23 de octubre profesionales del CIC la visitaron en su casa en San Miguel con la intención de entrevistar al menor, lo que no fue posible porque se escondió y se escapó. 

“Y después vino lo peor, porque cuando la gente del CIC se retiró, volvió re violento. Me empezó a gritar, me dijo que me iba a matar y me tiró un balde de agua y después me pegó con el palo del escurridor. Me tuve que defender o no sé qué me hubiera hecho. Fui a la Seccional Quinta para pedir ayuda, pero no vinieron. Más tarde volví y aparecieron recién de noche. Tardaron una hora para bajarle a mi hijo del techo, donde subió para que no le agarren. Estaba pasado de vino con pastillas y le tuvieron que llevar al hospital”, relató.

Al otro día, antes de darle el alta, el médico que atendió al menor lo derivó a un psiquiatra, aunque el chico se resiste a cualquier tipo de tratamiento, lamentó la mamá. 

También mencionó que tiempo atrás asistieron a una reunión de la Pastoral de Adicciones, en la sede de Cáritas Oberá, aunque lo tuvo que llevar engañado. Luego se enojó y no fue más. 

“Estuvimos un rato y cuando se dio cuenta de qué se trataba salió corriendo. Me insultó, me quiso pegar y me dijo que él no está loco para ir ahí. Por eso no sé qué hacer, es mi hijo y tengo la obligación de ayudarlo, pero sola no puedo. Tengo miedo que lastime a alguien o que lo lastimen. Por ahora no sé si robó para drogarse; pero si no consigo que lo internen para hacer un tratamiento y sigue en la calle, va a terminar mal. Eso es seguro”, alertó.

 

Un ejército de adictos

El relato de Margarita Morel también grafica el padecimiento de otros padres del barrio San Miguel y zonas aledañas, donde las adicciones hacen estragos y no se avizora una solución a corto plazo. 

“Mi hijo siempre buscó la calle y juntarse con gente más grande que le enseñó lo peor. Le enseñaron a tomar y a drogarse, y también le llenaron la cabeza con que es menor y nadie le puede hacer nada. Él siempre me dice que no le puedo tocar porque es menor, que nadie le puede hacer nada. Lo confundieron mucho”, comentó dolida. 

En tanto, mencionó que “en cada esquina los chicos consiguen drogas, mezclan pastillas con alcohol y otras cosas. Nadie controla nada y cada vez hay adictos más chiquitos. Es una tragedia lo que pasa en el barrio y parece que a nadie le importa. Están haciendo un ejército de adictos”. 

En diálogo con este diario, Morel reconoció que el menor le roba plata y cualquier cosa que pueda vender o cambiar por droga, por eso de noche encierra en su habitación con sus hijos más chicos. 

“Mi mayor temor es que llegue a lastimar a alguien para poder drogarse”, alertó visiblemente preocupada.

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